Brasil, gran nación misionera

Publicado el 10/06/2021

El ciclo de las navegaciones portuguesas es valorado mayormente apenas en sus resultados económicos y políticos. De nada o de casi nada valió que historiadores del mejor quilate hayan demostrado una cosa diferente. Abundan las pruebas de que la primera intención del alma lusa en la aventura de las navegaciones fue apostólica, de que los domadores de océanos que el pequeñito Portugal lanzó por la inmensidad de los mares tenían almas de cruzados y no de comerciantes. Para la historia corriente, manipulada y deformada según las conveniencias de la irreligión, la gloria de Portugal continúa privada del esplendor sacral y heroico de los ideales religiosos, y reducida al mérito sin panache de las realizaciones materiales de la vida burguesa.
Sin embargo nada de eso altera la evidente realidad de los fatos. El Brasil debe a la acción misionera del lusitano la suprema gracia de pertenecer a la Iglesia. Es bueno que se evoque esto en el Mes de las Misiones: El Brasil nació como fruto de una realización misionera.
Portugal no concluyó el ciclo de sus realizaciones religiosas con las navegaciones. La Providencia Divina confió al pueblo portugués otra gran obra misionera. Queriendo dirigirse al mundo, la Santísima Virgen escogió tres niños portugueses como sus heraldos. En Fátima, Nuestra Señora hizo revelaciones de alcance universal. Toda la crisis contemporánea y sus raíces profundas de impiedad y pecado, los cataclismos universales que nacerán de ella, todo lo que interesa más a fondo a la humanidad entera en las terribles convulsiones de hoy, Nuestra Señora lo confió a tres pastorcitos portugueses, para que de los labios de esos pequeños se derramase para el mundo orgulloso y abatido el terrible y maravilloso mensaje.
Es imposible no ver que Nuestra Señora concedió a la antigua nación misionera una gran tarea histórica a realizar. Los que fueron ayer heraldos de Cristo son enriquecidos con un nuevo título: heraldos de la Virgen. Las naciones de lengua portuguesa juntamente con Portugal, tienen la incumbencia de anunciar a todos los pueblos ese gran acontecimiento religioso del siglo XX que son las apariciones de Fátima.
Este mes misionero tiene dos grandes fiestas de María: Nuestra Señora del Rosario y Nuestra Señora de Fátima.
Fruto de un esfuerzo misionero, el Brasil fue siempre ardiente devoto de María Santísima. La fiesta de Fátima tiene para este país un especialísimo significado, pues recuerda de modo muy especial que se está en el momento de producir, para dilatar el Reino de Cristo, los frutos que las innumerables gracias y dones sobrenaturales y naturales de que el Brasil fue beneficiado.
Este inmenso país entra al primer plano de la vida internacional precisamente en un marco en el cual el esfuerzo misionero es más necesario que nunca. No se trata solo de conducir al redil de Jesucristo a las naciones del Oriente. Es en Occidente, en el propio gremio de la Cristiandad en ruinas que se instaló un paganismo mil veces peor que o antiguo. El neopaganismo contemporáneo no tiene la explicación que cabe tantas veces a los paganos orientales: la ignorancia. En el paganismo occidental fermenta la apostasía, el pecado contra el Espírito Santo, el amor deliberado y satánico al error y al mal. Es contra los herejes de hoy, que perdieron sus últimos tintes de Cristianismo, que el esfuerzo misionero del Brasil se torna necesario.
El Brasil tiene que ser el gran heraldo de la realeza de Jesucristo. Y para cumplir su misión, es necesario que atienda al apelo marial de Fátima, que se torne un pregonero infatigable de la devoción a Nuestra Señora. Las devociones marianas son los caminos reales por los cuales se llega a Nuestro Señor Jesucristo.
En Fátima, la Virgen Santísima recomendó dos devociones de un modo todo particular; a ellas se debe apegar el Brasil con mayor fervor: Una es la del Corazón Inmaculado de María. Otra es la del Santo Rosario.
Si el Brasil quiere ser la gran nación de cruzados y misioneros que está llamada a ser, es por medio de una ardiente piedad marial que conseguirá esa gracia. Y si quisiera obtener esa gracia, ha de implorarla por los medios que la propia Virgen indicó.
Extractos del artículo “Fátima” en “O Legionário”, 7/10/1945 del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira con adaptaciones.

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