
Uno de los más bellos ejemplos en la naturaleza de la mezcla de vigilancia, astucia y calma, lo encontramos en el jaguar y en su miniatura, el gato.
Plinio Corrêa de Oliveira
Uno de los más bellos ejemplos en la naturaleza de la mezcla de vigilancia, astucia y calma, lo encontramos en el jaguar y en su miniatura, el gato.
El jaguar que prepara el salto no es un animal nervioso. Al contrario, una de las bellezas de ese felino está en conservar una verdadera calma en las situaciones más difíciles.
La coexistencia de la calma con la vigilancia, ese modo del leopardo cuando retrocede con toda su capacidad agresiva y da el ataque furioso, reuniendo dos extremos opuestos, es una verdadera maravilla.
Lo que es agradable de ver en el gato caminando encima del muro es su calma calculada. No es un oso perezoso cretino. Está con todos sus sentidos atentos, hasta la cola levantada le sirve de radar.
Él entero se está equilibrando, pero en la calma. En las situaciones más difíciles el gato tiene el dominio perfecto de la flexibilidad de su musculatura, se tira midiendo bien el lance; atento, pero calmado. Nervioso, nunca. Con modo amable, pero sintiéndose amenazado, lanza un arañazo. Después encoje las uñas y muestra aquella patita redondita.
Así debe ser el católico militante en la hora del peligro: nada de correr en la hora como tonto. Susto, nunca; previsión, siempre. Uñas capaces de salir del compartimiento en cualquier momento, salto para cualquier lado, incluso viendo y, sobre todo, en la oscuridad.
Por lo tanto, mucha desconfianza en relación al demonio, recurrir mucho a la oración, nada de nerviosismo, calma entera, porque Nuestra Señora nos protegerá.
Extraído de conferencia del 22/06/1974