
Más que el santo de la acción social, debemos ver en el gran Obispo de Cesarea el campeón de la Fe, el defensor de la ortodoxia, el hombre de la Iglesia.
Plinio Corrêa de Oliveira
San Basilio vivió en un mundo minado por los métodos más satánicos de persecución al Catolicismo, justamente por ser hipócritas y velados, en una época en que, humanamente hablando, la causa de la ortodoxia estaba perdida.
Más que el santo de la acción social, debemos ver en el gran Obispo de Cesarea el campeón de la Fe, el defensor de la ortodoxia, el hombre de la Iglesia.
Su pureza de doctrina, santa intransigencia en materia de Fe y de costumbres son la llave de su obra en el sector social. Si el sumo bien que podemos aspirar para el prójimo es la realización de su misión sobre la Tierra para alcanzar la bienaventuranza eterna, es claro que sin esa llama de la vida interior sería vana toda la obra de la asistencia social desenvuelta por el gran Santo.
San Basilio enfrentó el totalitarismo del Estado como los católicos de hoy tendrán que hacer delante de los emperadores neo-paganos y neo-coronados, sin vacilaciones ni connivencias, sin concesiones al error, sin mutilaciones de la Doctrina de la Iglesia, bajo el pretexto del proselitismo.
Sólo así podemos imitar al grande y santo Doctor en su obsesionada intervención a favor de los humildes, de los débiles, de todas las víctimas de la arbitrariedad, de la tiranía, de las injusticias sociales.
Sólo con ese concepto verdadero de caridad podremos traer a la Iglesia las multitudes desgarradas que hoy se debaten en medio de la más completa miseria, principalmente espiritual.
Extraído de O Legionário n° 718, 12/05/1946