Catecismo sobre la existencia de los ángeles

Publicado el 02/19/2021

Después de un período de escepticismo y materialismo que triunfó en la mayor parte de los siglos XIX y XX, Occidente volvió a manifestar una definida atracción por el mundo de los espíritus. Si hasta hace dos o tres décadas hablar de ángeles sonaba a oídos de muchos como un resabio de inmadurez o falta de cultura, hoy se ha vuelto una moda.

Abundan libros y películas retratando a seres extraordinarios, poderosos, dotados con cualidades sobrenaturales, seres sobrehumanos frente a los cuales el común de los mortales queda impotente. ¿No será un síntoma de interés por el mundo angélico? Junto a la fantasía y el mito, hay obras esotéricas de amplia difusión que presentan una visión distorsionada de estos seres espirituales, y la ignorancia religiosa sólo contribuye a multiplicar los equívocos en esta materia.

Si queremos conocer la realidad acerca de los ángeles, ¿dónde encontrar la verdad entre tanta desinformación?

Las Sagradas Escrituras y el Catecismo de la Iglesia Católica

Mucho antes que las definiciones teológicas de los últimos siglos, la enseñanza sobre los ángeles encuentra su fundamento en la autoridad de las Sagradas Escrituras y de los Padres de la Iglesia.

Tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento hay numerosos pasajes que muestran a los ángeles en la tarea de proteger y guiar a los hombres o sirviendo como mensajeros de Dios. El versículo 11 del Salmo 90 menciona claramente a los ángeles de la guarda: “Él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos” .

Si en algunas ocasiones los encargados de misiones en la tierra son ángeles de la más alta jerarquía celestial –los casos de San Gabriel y San Rafael–, en muchas otras se trata de una actuación del ángel guardián de la persona involucrada, aunque la Biblia no lo menciona específicamente.

Esa es la impresión que deja, por ejemplo, la lectura del profeta Daniel, salvado de las fieras hambrientas en la cárcel, cuando declara ante el rey Darío: “Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la boca de los leones para que no me hiciesen mal” (Dn. 6, 22). Del mismo modo, en los Hechos de los Apóstoles vemos a san Pedro liberado de la prisión por un ángel (Cf. Hch. 12, 1-11).

Nuestro Señor hace una referencia muy clara a los ángeles de la guarda cuando dice: “Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 18, 10).

El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere a la misión del ángel de la guarda con nosotros: “Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión” (n. 336); y el Papa San Juan Pablo II, en la Audiencia General del 6 de agosto de 1986, acentúa que “la Iglesia confiesa su fe en los ángeles custodios, venerándolos en la liturgia con una fiesta especial, y recomendando que se recurra a su protección con una oración frecuente, como la invocación ‘Ángel del Señor’.”

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