Causas de la caída de los demonios

Publicado el 07/14/2021

Tertuliano, San Basilio, San Cipriano, San Bernardo y una multitud de teólogos, dan como probable que lo que hizo pecar a Lucifer en el cielo y le llevó al orgullo, fue la envidia que experimentó en el momento en que Dios le reveló que su Hijo se haría hombre y le mandó sujetarse a Jesucristo encarnado.

P. Cornelio Á Lápide S.J.

Tuvo envidia de que el Hijo de Dios tomase la naturaleza humana y no pudo sufrir ser pospuesto al hombre, él, el más noble, el más hermoso y el más inteligente de los ángeles; no pudo sufrir esta unión hipostática del hombre con el Verbo; deseó que esta unión se verificase en él mismo y se negó a reconocer por superior suyo al hombre hecho Dios por la encarnación.

No habiendo Dios querido acceder a su deseo, Lucifer se reveló contra Él y contra Jesucristo y aconsejó a los ángeles que le siguiesen en su rebeldía.

En su carta a los Hebreos parece que S. Pablo favorece este sentimiento: Y otra vez Dios al introducir a su primogénito en el mundo, dijo: Adórenlo todos los ángeles de Dios (Is 6). Los ángeles que adoraron los secretos de Dios, se sometieron a sus voluntades y reconocieron por dueño suyo a Jesucristo hecho hombre, fueron conservados en su feliz estado; aún más, fueron elevados hasta lo más alto de los cielos y confirmados en la gracia.

El orgullo es el que hizo caer al ángel desgraciado, que ha sido comparado, a causa de sus luces, a la estrella de la mañana. ¿Cómo, dice Isaías, caíste del cielo, oh lucero, tú que tanto brillabas por la mañana? (XIV. 12.)

¡Cómo, óh Lucifer, te has vuelto tenebroso y eres el espíritu malo de las tinieblas?

¿Cómo has caído del punto más alto al grado más bajo, de la gloria a la ignominia, de la vida a la muerte, del cielo al infierno?

El príncipe de los ángeles rebeldes se llama Lucifer, porque brillaba de gracia y de gloria en el cielo, como brilla en el firmamento la estrella de la mañana, que se llama Lucifer, esto es, porta-luz.

Esto, en sentido místico, significa que la ruina de Lucifer tuvo lugar en la aurora, esto es, en el mismo principio de la creación del mundo.

Lucifer, continúa Isaías, tú decías en tu corazón: Escalaré el cielo y levantaré mi trono sobre los astros de Dios. (XIV.14).

¿Cómo has caido, tú que eras el sello de la imagen de Dios? Ninguna criatura se parecía más a Dios que tú; estabas lleno de sabiduría y colmado de hermosura; vivías en medio de las delicias del paraíso de Dios; en tus vestiduras brillaban toda suerte de piedras preciosas; perfecto has sido en tus obras desde el día de tu creación y has permanecido tal hasta que la maldad se ha hallado en tí. (Ez. XXVIII 12,15).

Y ¿cuál ba sido esta iniquidad, sino haberte mirado demasiado a ti mismo y haberte hecho un lazo con tu propia excelencia?

Desgraciada, cien veces desgraciada, exclama Bossuet, la criatura que no quiere mirarse en Dios, y fijándose en sí misma, se separa del manantial de su ser, que lo es también, por consiguiente, de su perfección y de su felicidad! Este orgulloso, que se había constituído en Dios de si mismo, puso el cielo en rebelión; y Miguel, que se halló a la cabeza del orden, en que esta rebelión hacía tal vez más prosélitos, exclamó: ¿Quién es como Dios»?Y de esto le viene el nombre de Miguel, esto es: ¿Quién es como Dios? Como si hubiera dicho: ¿Quién es el que quiere presentársenos como otro Dios y ha dicho en su orgullo: Me elevaré hasta los cielos, dominaré todos los espíritus y seré semejante al Altísimo?

¿Quién es pues este nuevo dios que así quiere alzarse sobre nosotros? Pero no hay más que un sólo Dios; unámonos todos para seguirle y digamos todos juntos:

¿Quién es semejante a Dios? Porque, ved lo que de repente sucede a este falso dios que quería hacerse adorar: Dios le ha herido y ha caído con los ángeles imitadores syos. Tú que te elevabas a lo más alto de los cielos, has sido precipitado al infierno, a la más honda mazmorra. (Is. XIV. 15).

En su caída conservó todo su orgullo, porque su orgullo debe ser su suplicio. (Bossuet, sobre los Demonios.).

Se trabó una gran batalla en el cielo, dice el Apocalipsis: Miguel y los ángeles suyos peleaban contra el dragón y el dragón con sus ángeles lidiaba contra él. Pero éstos fueron los más débiles y des pués no quedó ya para ellos lugar ninguno en el cielo. Así fue abatido aquel dragón descomunal, aquella antigua serpiente llamada diablo y también Satanás, que anda engañando a toda la tierra; fué precipitado y con él los ángeles suyos.

Seré semejante al Altísimo. El demonio, dice San Bernardo, no permaneció en la verdad porque no se apoyó en el Verbo. Quiso sentarse, él, que ni de pie podía tenerse por sí mismo. Y él decía: Me sentaré. Pero Dios, pensando de otra manera, no le permitió sentarse ni quedarse de pié, entonces el demonio cayó; Jesucristo lo dice: Yo estaba viendo a Satanás desde el principio del mundo caer del cielo a manera de relámpago (Lc.X. 18). 

Así pues, que no se fíe de si mismo el que está de pié, si no quiere caer; descanse antes bien sobre el Verbo. El Verbo lo dice: Sin mi nada podéis hacer.

Me sentaré, seré semejante al Altísimo. ¡Oh impudente, exclama el mismo padre: oh impudente! Millones de ángeles le sirven y centenares de millones están prontos para ejecutar sus órdenes y tú te sentarás! Los querubines están de pie y no se sientan. ¿Qué has hecho para ser digno de sentarte? 

He visto, dice lsaías, al Señor sentado en un solio excelso y ele vado y los serafines estaban de pie (VI. 1-2). ¿Por qué, prosigue San Bernardo, tú que aparecías por la mañana, oh Lucifer, por qué no permaneciste en la verdad, sino es porque no fuiste Serafín? Pues Serafín quiere decir iluminado e inflamado.

Pero tú, miserable, has tenido la luz sin calor. Más te hubiera valido ser abrasado que brillante: debías reprimir aquel orgullo de aparecer y como tú servías de espejo, debías humillarte. Pero, al contrario, tú dijiste: Subiré sobre las nubes y me sentaré. Y has caído! Los serafines están de pie y firmes, porque la caridad nunca fenece, dice S. Pablo: (I. Cor. XIII. 8).

Están de pie, admirados, perdidos en la contemplación de aquél que está sentado sobre su trono; permanecen en eterna inconmutabilidad y en inconmutable eternidad. Tú, Lucifer, te propusiste sentarte. ¡Oh impío! por esto vacilaron tus pies y queriendo subir, caíste. El Hijo del Eterno, que está sentado sobre un trono es el Señor de los ejércitos que todo lo juzga con calma. Solo la Trinidad se sienta: solo Ella tiene inmutabilidad; pero los serafines están de pié. (Serm. lll. in Isai.).

El crimen de los ángeles rebeldes fue pues:

l.° una excesiva complacencia en su hermosura y excelencia;

2.° su negativa a querer depender de Dios, la voluntad de bastarse a sí mismos y de vivir únicamente por ellos;

3.° haber querido arrogarse la beatitud y alcanzarla con sus propias fuerzas, sin querer obtenerla del poder y de la bondad de Dios;

4.° haber querido elevarse sobre los otros ángeles y haberse negado estar bajo las órdenes de nadie, ni siquiera de Dios.

Lucifer pecó:

1.° Por un orgullo intolerable;

2.° Por su rebelión, así como por la de sus ángeles, contra Dios y contra la Iglesia celestial;

3. Lucifer y sus ángeles cometieron un crimen de lesa majestad divina, queriendo apoderarse del trono del mismo Dios;

4.° Lucifer trató de arrastrar a la rebelión a los ángeles y trata aún todos los días de alistar los hombres bajo su estandarte;

5.° es el autor de todos los pecados, pero también es la criatura que se halla sumergida en lo más profundo del infierno.

La primera causa de la caída de los ángeles fué el orgullo.

La segunda causa de su caída fue su misma nada. Tenían su grandeza y su perfección de la mano de Dios: hubieran debido reconocerlo así, pero pobres y débiles, a causa de la nada de que habían sido sacados, quisieron descansar sobre si mismos: no hallaron más que la nada y cayeron. Alejándose de Dios, su única fuerza, quedaron reducidos a la debilidad suprema.

La tercera cansa de su caída fue el mal uso que hicieron de su libertad.

¿Qué han ganado? Ay todo lo han perdido

Eran ángeles deluz y se han convertido en espíritus de tinieblas; eran buenos, hemosos y felices,y se han vuelto malos, perversos, horribles y muy desgraciados.

Las mismas causas que han perdido a los ángeles, pierden a los hombres que les imitan. Adán quiso seguir su ejemplo y cayó en un abismo de males, del que jamás habría salido sin la infinita misericordia de Dios.

Temblemos; si los ángeles han caído estando en el cielo, si Adán ha caído estando en el paraíso terrenal, si Sansón, David y Salomón han caído, si caen los cedros del Líbano, ¿qué temor y que humildad no debemos abrigar nosotros que no somos más que débiles cañas?

Por esto el gran Apóstol nos exhorta a trabajar en la obra de nuestra salvación con temor y temblor (Flp. 11. 12).

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