Sin duda, el hombre que abatió el orgullo, luchó contra la impureza, dijo las verdades y cortó el camino a la impiedad, era digno de ser el precursor de Nuestro Señor Jesucristo.
Plinio Corrêa de Oliveira
San Juan Bautista dijo a Herodes aquello que hoy nadie tiene el coraje de decir a la Revolución: “¡No te es lícito!”
Aquel que era el modelo de la penitencia fue llamado a preparar las almas para recibir a Nuestro Señor, allanando las colinas, es decir, rompiendo el orgullo, y llenando los valles, o sea, eliminando la impureza. Por lo tanto, suprimiendo los dos vicios que son las causas de la Revolución: orgullo y sensualidad.
Quien de tal manera pisó la soberbia y la lujuria fue también una manifestación magnífica de coraje.
Sin duda, el hombre que abatió el orgullo, luchó contra la impureza, dijo las verdades y cortó el camino a la impiedad, era digno de ser el precursor de Nuestro Señor Jesucristo.
Deberíamos inspirarnos en ese modelo para ser varones serios, altaneros, intrépidos, corajudos, que hablan en nombre de una verdad eterna y, por eso, no se sienten intimidados ni disminuidos delante de nadie.
Recemos a San Juan Bautista pidiéndole que nos obtenga el odio a los vicios propulsores de la Revolución y el coraje de decir la verdad íntegra delante de quien sea.
Extraído de conferencias del 24/06/1965 y del 20/09/1965