¿Cómo debe llevar un joven un noviazgo santo y saber si una persona me conviene para casarme?

Publicado el 05/06/2024

Sé casto. Mantén en una carne frágil la nobleza de tu alma… Sólo así podrás amar largo tiempo, para ser amado siempre. Quien se compromete a guardar la castidad por su prometida, sabrá sacar de su compromiso la fuerza para mantenerse fiel.

Padre Georges Hoornaert

Gracias a Dios, hay también muchas jóvenes buenas. Gracias a Dios, hay también amor verdadero, puro como la primavera.

Tú, joven, tal vez has sentido ya lo que es enamorarse. Has sentido cómo tu corazón latía más aprisa al conocer a cierta chica. Has pensado:« ¡Qué bella es y qué buena! Ojalá pudiese un día, ante el altar de Dios, unir mi vida a la suya.» Desde entonces te reservas para ella.

Semejante afecto es una verdadera salvaguarda. El verdadero amor preserva de los falsos amores.

Vive alegre y contento con la esposa

que tomaste en tu juventud.

Sus cariños sean tu recreo en todo tiempo.

Busca siempre tu placer en su amor.

¿Por qué te dejas, hijo mío,

embaucar de mujer ajena?

(Proverbios 5, 18 y sigs.).

Si ya te has comprometido con alguna joven, no manches tu fidelidad con placeres fáciles.

Mozart, cuando tenía veinticinco años, escribía a un amigo; «La naturaleza habla en mí tan alto como en cualquier otro, y tal vez con más fuerza. Sin embargo, me es imposible comportarme como muchos jóvenes de mi edad.

Por una parte mi espíritu es sinceramente religioso; es mucha mi honradez, mucho mi amor al prójimo, para resolverme a engañar a una inocente criatura. Por otra parte, mi salud es para mí demasiado preciosa para arriesgarla en unas relaciones promiscuas. Así que puedo jurar delante de Dios que hasta hoy no tengo que echarme en cara ninguna debilidad.»

En esta carta de Mozart están resumidas las claves que encierra el verdadero amor: fe religiosa, coherencia de vida, respeto… Si quieres mantenerte puro en tu juventud, piensa mucho en tus hermanas, en las madres, en tu futura esposa.

¿Te gustaría que a tus hermanas las tratasen cómo tú quieres comportarte con esa chica? ¿Qué pensaría de ti la madre de la chica con la que quieres tener relaciones deshonestas, si conociese tus intenciones? ¿Harías lo mismo con tu futura esposa, con la madre de tus futuros hijos?

Dios te ha destinado una joven para que sea tu esposa. Guárdale tu corazón como ella te guarda el suyo.

Sé casto. Mantén en una carne frágil la nobleza de tu alma… Sólo así podrás amar largo tiempo, para ser amado siempre. Quien se compromete a guardar la castidad por su prometida, sabrá sacar de su compromiso la fuerza para mantenerse fiel.

¡ELIGE BIEN!

 

Estudia bien el carácter de aquella con la que te gustaría compartir tu vida. El matrimonio es un asunto entre dos y de por vida.

Pero los esposos son con mucha frecuencia un juego de piezas que no emparejan.

Algunos advierten con estupor que se han casado con una huracán: «antes, muchas palabras; luego, pocas palabras; después, gruesas palabras».

Se estudian tres semanas, se aman tres meses, disputan tres años, se toleran treinta años… Por eso dice el cantar:

El hombre debe rezar,

cuando va al mar, una vez;

cuando va a la guerra, dos,

y cuando se casa, tres.

Si eres sensato, piénsalo bien, porque una vez hecha la unión, «no es ya tiempo de arrepentirse. El matrimonio es una Orden en que se hace la profesión antes que el noviciado, y si hubiera un año de prueba, como para la profesión en los conventos, habría pocos profesos.

No elijas tu mujer entre las jóvenes superficiales y vanidosas, de convicciones poco sólidas, y con poca capacidad de sufrimiento.

Si te importa mucho Dios, no te cases con una joven que se considere católica no practicante. Entre los casamientos desiguales, el peor es el de las almas.

Si quieres que tu amor dure, constrúyelo sobre fundamentos divinos.

Imita a los esposos de Caná; invita a Cristo a tus bodas.

Algunos no invitan, sino a Baco, al dios del vino. Después lo pagan. En los matrimonios donde no está Dios, cuántas vidas parecen unidas, pero no son más que paralelas. Paralelas: ¿te acuerdas de la geometría?… Dos líneas que no se encuentran ni en lo infinito. Si acaban divorciándose, en realidad el divorcio de las almas lo consumaron hace ya mucho tiempo. Coexisten, pero no conviven.

Una hendidura profunda los separa. ¡Tan cerca y a la vez tan lejos uno del otro! Delante de los invitados, todo son sonrisas.

Después, en la intimidad, qué diferentes… cuántas discusiones y cuántas peleas…

No pongas como fundamento de tu elección su hermosura corporal, sino la belleza de su alma.

Hacia los cuarenta años, o antes, la belleza física se marchita, y entonces no quedan sino las cualidades interiores.

Un día el espejo le advertirá a tu esposa que ya envejece. ¿Sabe ella lo que es un espejo? Hasta los treinta años: un «consejero de gracias». De los treinta a los cincuenta: «un juez severo». A partir de los cincuenta: «un testigo desolado».

Entonces, cuando un joven piensa en casarse, ¿a quién debe escoger por esposa? A una mujer.

Repito: una mujer. No quieras casarte ni con cuentas corrientes, ni con títulos. El matrimonio no debe ser una yuxtaposición de dotes, sino una unión de corazones.

El dinero no es sinónimo de dicha. Pero la prudencia ordena prever razonablemente el futuro, y examinar si vuestros recursos os permitirán vivir aceptablemente y que vivan los hijos.

DESPUÉS DE LA ELECCIÓN

Ya ha elegido tu corazón. Díselo a tus padres. ¿Por qué ocultárselo? Ellos han pasado por ahí, y escucharán con cariño tu confidencia. No alargues mucho el tiempo del noviazgo.

Durante este tiempo ama a tu «prometida» sinceramente, limpiamente.

Sinceramente: si Dios ha hecho del matrimonio uno de los siete sacramentos, ha querido también el preludio del matrimonio que se llama noviazgo, y durante el noviazgo, el amor. Todo esto está lógicamente encadenado. Ama, pues, de verdad a tu novia.

Limpiamente: impecablemente: ¿Cómo pueden entonces manifestarse limpiamente el amor que se tienen?

Aplica la regla que te indique más arriba para los bailes: yo no haré más que lo que permitiré más tarde a mis hijos en semejantes circunstancias. O también: me figuraré hallarme ya en el tiempo en que mi prometida sea mi mujer, y obraré de modo que no tenga entonces que ruborizarme delante de ella.

¡Ay de aquellos que han tenido relaciones culpables! Queda entre ellos para toda la vida el recuerdo de una caída culpable y vergonzosa.

No supieron respetarse. No se amaron como deberían. Pecaron, no solamente contra los mandamientos de Dios, sino contra el amor. Sí, contra el amor, que ha quedado maltrecho por estas acciones ruines.

Esto no es amor, por mucho que lo quieran llamar. Es más bien concupiscencia.

En todo caso es amor manchado, rebajado. La manzana picada es manzana; pero manzana con gusanos.

«Jóvenes, conservaos íntegros para aquellas que queréis encontrar íntegras en el matrimonio.» (San Agustín, Serm. 224).

* * *

Las jóvenes creen a veces ganar más a un joven si le dan algunas pruebas ilícitas de su amor. ¡Imprudentes! Son castigadas muchas veces con el abandono del joven, a quien el matrimonio nada nuevo acarrearía, sino el estorbo de una indisoluble cadena.

En el libro II de los Reyes (c. 13) se cuenta que Amnón sentía hacia Tamar un amor culpable, y tan violento, que por su causa llegó incluso a enfermar.

Pero apenas cedió a su pasión, «al punto sintió Amnón hacia Tamar un aborrecimiento tan grande, que fue mucho mayor que el amor que antes la había tenido. Y le dijo Amnón: Márchate. Ella le respondió: Mayor mal es el que ahora me haces que el anterior, pues me arrojas lejos de ti. Y sin quererla oír llamó a su criado y le dijo: Mándala afuera, y cierra la puerta detrás de ella. Y el criado de Amnón la arrojó fuera, y cerró la puerta.

Tamar rasgó su larga túnica, y se alejó lanzando gritos».

Los jóvenes, aun los de cabeza ligera, no aprecian a las jóvenes ligeras. Ellos saben distinguir perfectamente entre la pareja de baile de una tarde, y la joven que les gustaría que fuese su esposa y madre de sus hijos. La joven que es poco recatada, por lo mismo inspira poca confianza.

Lo que ellas permiten que se haga con ellas con tanta ligereza, pronto se convierte en motivo de desprecio.

Recíprocamente, las jóvenes juzgan que un joven vividor ofrece pocas garantías serias para el porvenir. Ellas no se contentan con lo poco que haya quedado de amor en su corazón. Desconfían de aquel que, habiendo gustado del fruto de los amores prohibidos antes del matrimonio, se verá también tentado a gustarlos una vez casado.

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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