¿Cómo interpretar la Biblia?

Publicado el 09/01/2025

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La falta de una hermenéutica de la fe con relación a las Escrituras no se configura únicamente en los términos de una ausencia; es sustituida por una hermenéutica secularizada, cuya clave fundamental es la convicción de que Dios no aparece en la historia humana.

Un tema de importancia capital

La interpretación de la Sagrada Escritura es de importancia capital para la fe cristiana y la vida de la Iglesia. «En los Libros Sagrados —como nos ha recordado muy bien el Concilio—, el Padre, que está en el Cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos y conversa con ellos […]».

El modo de interpretar los textos bíblicos para los hombres y las mujeres de hoy tiene consecuencias directas en su relación personal y comunitaria con Dios, y está también ligado estrechamente a la misión de la Iglesia.

San Juan Pablo II.
Discurso, 23/4/1993.

Interpretar las Escrituras con el mismo espíritu con que se escribió

Como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe.

Es deber de los exégetas trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia.

San Pablo VI.
Dei Verbum. Concilio Vaticano II,
18/11/1965.

Los peligros de una hermeneútica secularizada

La falta de una hermenéutica de la fe con relación a la Escritura no se configura únicamente en los términos de una ausencia; es sustituida por otra hermenéutica, una hermenéutica secularizada, positivista, cuya clave fundamental es la convicción de que Dios no aparece en la historia humana. Según esta hermenéutica, cuando parece que hay un elemento divino, hay que explicarlo de otro modo y reducir todo al elemento humano. Por consiguiente, se proponen interpretaciones que niegan la historicidad de los elementos divinos.

Una postura como ésta, no hace más que producir daño en la vida de la Iglesia, extendiendo la duda sobre los misterios fundamentales del cristianismo y su valor histórico como, por ejemplo, la institución de la Eucaristía y la Resurrección de Cristo.

Benedicto XVI.
Verbum Domini,
30/9/2010.

Cuidado con una exégesis que tiene su origen en la negación de Dios

Quien los oiga hablar [a los modernistas] de sus trabajos sobre las Escrituras, en los que es dado descubrir tantas incongruencias, creería que casi ningún hombre antes de ellos las ha hojeado, y que ni una muchedumbre casi infinita de doctores, muy superiores a ellos en ingenio, erudición y santidad de vida, las han escudriñado en todos sus sentidos. […]

Pero ¡ay, que nuestros doctores no las estudiaron con los mismos recursos de estudio que los modernistas! Esto es, no tuvieron por maestra y guía a una filosofía que reconoce su origen en la negación de Dios ni se erigieron a sí mismos como norma de criterio.

Nos parece que ya está claro cuál es el método de los modernistas en la cuestión histórica. Precede el filósofo; sigue el historiador; luego ya, de momento, vienen la crítica interna y la crítica textual. Y porque es propio de la primera causa comunicar su virtud a las que la siguen, es evidente que semejante crítica no es una crítica cualquiera, sino que con razón se la llama agnóstica, inmanentista, evolucionista; de donde se colige que el que la profesa y usa, profesa los errores implícitos de ella y contradice a la doctrina católica.

San Pío X.
Pascendi Dominici gregis,
8/7/1907.

Una exposición que sea útil a la vida de la Iglesia

Emprenda el exégeta católico aquel oficio que es el supremo entre todos los que se le imponen, a saber, el hallar y exponer el sentido genuino de los Sagrados Libros. […] Traten también con singular empeño de no exponer únicamente —cosa que con dolor vemos se hace en algunos comentarios— las cosas que atañen a la historia, arqueología, filología y otras disciplinas por el estilo, sino que, sin dejar de aportar oportunamente aquellas en cuanto puedan contribuir a la exégesis, muestren principalmente cuál es la doctrina teológica de cada uno de los libros o textos respecto de la fe y costumbres, de suerte que esta exposición de los mismos no solamente ayude a los doctores teólogos para proponer y confirmar los dogmas de la fe, sino que sea también útil a los sacerdotes para explicar ante el pueblo la doctrina cristiana y, finalmente, sirva a todos los fieles para llevar una vida santa y digna de un hombre cristiano.

Pío XII.
Divino afflante Spiritu,
30/9/1943.

No limitarse a los aspectos humanos

Para respetar la coherencia de la fe de la Iglesia y de la inspiración de las Escrituras, la exégesis católica debe estar atenta a no limitarse a los aspectos humanos de los textos bíblicos. Es necesario, sobre todo, que ayude al pueblo cristiano a percibir más nítidamente la Palabra de Dios en estos textos, de manera que pueda acogerla mejor, para vivir plenamente en comunión con Dios.

Para ello, desde luego, es preciso que el propio exégeta capte en los textos la palabra divina, lo cual sólo es posible si su trabajo intelectual se ve respaldado por un impulso de vida espiritual. Si carece de este apoyo, la investigación exegética queda incompleta; pierde de vista su objetivo principal y se limita a tareas secundarias.

San Juan Pablo II.
Discurso, 23/4/1993.

La fe eclesial, condición para la auténtica hermenéutica bíblica

La auténtica hermenéutica de la Biblia sólo es posible en la fe eclesial, que tiene su paradigma en el sí de María. San Buenaventura afirma en este sentido que, sin la fe, falta la clave de acceso al texto sagrado: «Éste es el conocimiento de Jesucristo del que se derivan, como de una fuente, la seguridad y la inteligencia de toda la Sagrada Escritura. Por eso, es imposible adentrarse en su conocimiento sin tener antes la fe infusa de Cristo, que es faro, puerta y fundamento de toda la Escritura». E insiste con fuerza Santo Tomás de Aquino, mencionando a San Agustín: «También la letra del Evangelio mata si falta la gracia interior de la fe que sana». Esto nos permite llamar la atención sobre un criterio fundamental de la hermenéutica bíblica: el lugar originario de la interpretación escriturística es la vida de la Iglesia.

Benedicto XVI.
Verbum Domini,
30/9/2010.

A la Iglesia atañe juzgar el sentido de las Escrituras

Para reprimir los ingenios petulantes, [el sacrosanto Concilio] decreta que nadie, apoyado en su prudencia, sea osado a interpretar la Escritura Sagrada, en materias de fe y costumbres, que pertenecen a la edificación de la doctrina cristiana, retorciendo la misma Sagrada Escritura conforme al propio sentir, contra aquel sentido que sostuvo y sostiene la santa madre Iglesia, a quien atañe juzgar el verdadero sentido e interpretación de las Escrituras Santas, o también contra el unánime sentir de los Padres.

Pablo III.
Decreto sobre la Vulgata y el modo
de interpretar la Sagrada Escritura
.
Concilio de Trento, 8/4/1546.

Ley que preserva la ciencia bíblica del error

Por esta ley llena de sabiduría, la Iglesia no retarda ni impide la investigación de la ciencia bíblica, sino que más bien la preserva de todo error y en gran manera contribuye a su verdadero progreso. Porque a cada maestro particular se le abre un amplio campo en el que puede gloriosamente y con provecho de la Iglesia campear con paso seguro su pericia de interprete.

León XIII.
Providentissimus Deus,
18/11/1893.

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