
Nuestra Señora de la Esperanza. Catedral de León, España
Una de las más antiguas conmemoraciones litúrgicas en alabanza a la Madre de Dios es la que se conmemora el 18 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de la O, también llamada de la Expectación o de la Esperanza. Su origen se remonta al año 656, cuando el X Concilio de Trento instituyó la Festum Expectationis Partus (fiesta de la espera del parto), en la que se presenta a la Virgen más cerca al nacimiento de Jesús.
Con el paso del tiempo el título “de la Expectación” fue cambiado por la advocación “de la O” porque las antífonas que se cantan en el Oficio de Vísperas, antes y después del Magníficat, la semana anterior a la Navidad, comienzan con la exclamación admirativa “Oh” —en latín, “O”—, seguidas de un título mesiánico: Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo; Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel; Oh Renuevo del tronco de Jesé; Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel; Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia; Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos; Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro.
El punto central de las siete antífonas es la súplica con la que terminan: “Ven pronto”. Y la delicadeza del genio litúrgico de la Iglesia las organizó de tal manera que leídas en sentido inverso, las iniciales latinas de la primera palabra después de la“O” forman el acróstico “ero cras” — “estaré mañana”, “vendré mañana”—, que es la respuesta del divino Salvador a la súplica de sus fieles.