¿Cómo nos beneficiamos de la Maternidad Divina de María?

Publicado el 01/03/2024

Todos los privilegios de María tienen su origen en la Maternidad Divina. El hecho de Nuestra Señora ser Madre de Dios, y todo lo demás que viene como consecuencia, no significa un conjunto de divinos beneplácitos solamente para Ella. También nosotros somos beneficiados por esto. La Santísima Virgen está en el origen de nuestra salvación.

El dogma de la Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de Dios. Fue solemnemente definido por el Concilio de Efeso (año 431). Tiempo después, fue proclamado por otros Concilios universales, el de Calcedonia y los de Constantinopla.

El Concilio de Efeso, del año 431, siendo Papa San Clementino I (422-432) definió:

“Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema.”

El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:

“Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades” (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66)

Madre e Hijo: un único pensamiento

De hecho, Nuestra Señora fue destinada desde toda la Eternidad para ese noble privilegio. Afirma la Teología que el Señor, en el momento – si es que en la Eternidad se pueda hablar en momento – en que planeó la Creación del mundo, tuvo como Supremo Modelo ya el Verbo que se encarnaría.

Una vez que la naturaleza humana que el Verbo recibiría sería engendrada en María y por María, no se puede separar lo que sería engendrado de Aquella que engendraría.

Luego el pensamiento divino referente al Verbo Encarnado y su Madre constituyó para Dios en la Eternidad un único pensamiento, del cual procedió el plan para la creación de todos os seres restantes.

El Verbo Encarnado y su Santísima Madre, fueron la Divina Forma utilizada por el Señor para dar origen a todo lo creado.

Inmaculada, porque sería Madre de Dios

Antes que el Verbo se encarnase, evidentemente tendría que nacer María Santísima, y fue teniendo en vista la Divina Maternidad que Nuestra Señora fue concebida sin pecado original, a fin de que el Verbo que limpiaría el pecado del mundo fuese engendrado en un receptáculo donde nunca hubiese habido la menor sombra, el menor resquicio de ofensa a Dios, el cual no hubiese por ningún momento, por menor que fuese, sido esclavo de Satanás.

Para ser Madre de Dios, la perpetúa virginidad

Fue, también, teniendo en vista la Divina Maternidad que la Providencia quiso mantener perpetuamente la Virginidad de Nuestra Señora, inspirando en Su Inmaculado Corazón el voto de virginidad.

Así, el Verbo de Dios fue engendrado en su seno sin concurso de varón, por la fuerza del Espíritu Santo. En el momento de dar a luz, tal virginidad se mantuvo milagrosamente intacta, permaneciendo ella incólume después del parto, una vez que la posterior convivencia entre María y José sería marcada por una perfecta castidad.

¿Cuál es el motivo de un tal privilegio? A fin de que Nuestra Señora, además del sublime don de la maternidad, poseyese el inefable privilegio de la virginidad.

También, y sobre todo, para que ese tabernáculo utilizado por el Señor, y tornado sagrado por ello, no fuese por más ninguna criatura profanado.

Madre de Dios y Madre de los hombres

Siendo Madre de Dios, Nuestra Señora se tornó, también, Madre de los hombres. Consintiendo que fuese engendrado en sí el Redentor de la Humanidad que por su preciosísima Sangre nos engendraría para la Vida Sobrenatural, se tornó Ella la Nueva Eva, la Nueva Madre de todos los vivientes, de aquellos que viven la verdadera vida que consiste en la participación de la naturaleza divina, y para los cuales está destinado el galardón eterno de la convivencia con el propio Dios.

Madre del Redentor y Corredentora

En San Juan 19, 25-27 podemos leer Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:  «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo:  «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

En el Evangelio de San Juan encontramos a María y el Discípulo amado a los pies de la Cruz del Señor. Nuestra Señora estaba de pie, significando su total adhesión al sacrificio de su Hijo, su profunda comprensión de lo que estaba pasando. Incluso siendo dolorosísimo su sufrimiento,

Nuestra Señora ofrecía al Padre, de un modo sacerdotal, el Fruto de su vientre, tornándose, como consecuencia de su Divina Maternidad y de un modo voluntario, la Corredentora del género humano.

Maternidad Divina y Pentecostés

Fue por la Maternidad Divina que Nuestra Señora se tornó Esposa del Divino Espíritu, con el cual de un modo castísimo engendró al Verbo Encarnado. Fue por consecuencia de tal divino desposorio que la Virgen Santísima obtuvo para los Apóstoles, en Pentecostés, después de diez días de intensa oración, el descenso del mismo Espíritu de Amor como lenguas de fuego, a fin de llenar sus corazones de entusiasmo y fuerza, además de otros extraordinarios dones, para que estuviesen aptos a cumplir su mandato de anunciar el Evangelio

Madre de Dios asunta a los Cielos, Reina y Medianera de todas las gracias

Después de haber subido a los Cielos en cuerpo y alma, Nuestra Señora fue coronada por la Santísima Trinidad como Reina de toda la Creación, tornándose de esta manera, la Medianera de todas las gracias. Convenía realmente que Aquella que engendró en su purísima carne el Verbo hecho Hombre terminase Sus días aquí en la tierra sin pasar por la corrupción de un cuerpo tan sagrado. De ahí proceden el augusto privilegio de la Asunción de María, y de su coronación como Reina del Universo, por ser verdadera Madre de Cristo, Nuestro Señor y Rey.

El hecho de Nuestra Señora ser Madre de Dios, y todo lo demás que viene como consecuencia, no significa un conjunto de divinos beneplácitos solamente para Ella. También nosotros somos beneficiados por esto. Nuestra Señora está en el origen de nuestra salvación.

Ella es nuestra verdadera Madre en el orden sobrenatural. Estando en el Cielo, es también Ella nuestra más eficaz intercesora junto a Dios, su Padre, su Hijo y su Esposo. Por eso, conviene sobremanera que la fecha reservada para conmemorar María como Madre de Dios sea el primer día del año, para recordarnos que la figura de la Santísima Virgen está profundamente relacionada con el primer día de la Nueva Creación, la cual se inició en Su purísimo claustro.

 

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