Como un vuelo angelical

Publicado el 02/01/2023

Así como el gótico, en sus inicios, manifestaba una fuerza muy grande, con riquezas de gracia, delicadeza y levedad que sólo después se expresaron, mirándolo del mismo modo, en el fondo de nuestras almas católicas hay un anhelo de que algo nuevo, realmente magnífico, aún aparezca. En las obras del Espíritu Santo no puede haber contradicción. Todo es lógica por más que el paso sea enorme.

Plinio Corrêa de Oliveira

La Catedral de Ravena, en Italia, es un edificio octogonal construido en un estilo bizantino muy característico, con aquellas figuras en mosaico, típicas del arte bizantino, puestas en una especie de estado contemplativo, desligadas de las circunstancias concretas de todo, sobre un fondo dorado.

Los diversos estilos al soplo del Espíritu Santo

Pasar de ese estilo al románico constituye, sin duda, un salto. No se debe confundir el románico con el greco-romano. Este último es el estilo griego con pequeñas adaptaciones hechas por los romanos. El románico es una adaptación que los bárbaros hicieron del estilo romano a algo existente en el alma de ellos y que no existía en el espíritu de la civilización romana.

Fachada de la Catedral de Ravena, Italia

Cuando consideramos un estilo más cercano al romano, como es el de la época de Ravena, no es fácil darse cuenta que de allí surgirá el románico. Sin embargo, al ver el románico y después el gótico, percibimos que el gótico estaba naciendo en el románico.

Entonces, podemos decir que el espíritu de Ravena correspondía a alguna cosa del gótico, pero con interferencia de algo violentamente diferente ligado al romano antiguo. Ya del románico para el gótico, al contrario, hay continuidad en línea recta.

Así como el gótico, en sus inicios, manifestaba una fuerza muy grande, con riquezas de gracia, delicadeza y levedad que sólo después se expresaron, pero que ya estaban presentes en el gótico originario, podríamos preguntar lo siguiente: cuando el gótico llegó a expresar su delicadeza a la par de su fuerza, ¿estaba agotado o tenía algo más?

La fuerza y la gracia son posiciones o valores armónicos, pero tan diversos entre sí que se diría, a primera vista, que se trata de una contradicción. Pero, de hecho, dentro de las cosas de la Iglesia, como en las obras del Espíritu Santo, no puede haber contradicción. Todo es lógica por más que el paso sea enorme.

Algo de nuevo aún podrá surgir del gótico

Iglesia de la Abadía de María Laach (estilo románico) Renania – Palatinado, Alemania

Tomado ese conjunto de fuerza y de gracia, ¿cuál es la nueva perfección contenida potencialmente en el espíritu católico y que vendría a expresarse en el Reino de María?

Se podría conjeturar que sería una cosa osadamente diversa y profundamente afín, más o menos como la capa leve y graciosa de una reina, capaz de tremolar al viento de tal manera que una persona pensase que la capa fue dilacerada por el vendaval. Pero, en realidad, nunca se rompió; se dio vuelta de un lado y de otro y dio, a veces, una impresión de fragmentación; sin embargo, una mirada bien ejercitada percibiría la unidad que nunca se rompió. Así, podríamos conjeturar lo que sería el estilo del Reino de María.

Algo, por lo tanto, que sería una continuación del gótico sorprendentemente discontinua en apariencia, compensando, por así decir, la sensación de fin de camino, de perfección que no hay como acrecentar a lo que el gótico ya traía consigo.

¡Se puede crecer! Con un salto prodigioso, pero un salto de Ángel. Un vuelo, no un salto, en una dirección enteramente diferente, que aparecería y comenzaría a brillar de un modo superior a la conjetura del espíritu humano. Una belleza que la gracia haría ver en determinado momento. Entonces, nuestra exclamación de entusiastas del gótico, que querríamos verlo conservado con veneración en el esplendor del Reino de María, sería: “¡Ah, era exactamente eso lo que faltaba!”

Porque, aunque mirando el gótico tengamos la impresión de que no le falta nada, en el fondo de nuestras almas católicas hay un anhelo de que algo nuevo, realmente magnífico, aún aparezca.

Un golpe de genio

Columnata de Bernini al exterior de la Basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano

Doy un ejemplo que puede chocar a algunos rigoristas del gótico. Bernini1 fue un artista muy marcado por el Renacimiento; sin embargo, tuvo un golpe de genio construyendo aquella columnata del lado de afuera de la Basílica de San Pedro. Después de haber visto esa columnata con los ojos de un hombre maduro capaz de hacer un análisis, quedaron dos efectos en mi espíritu.

En primer lugar, un conjunto de columnas cubierto, teniendo, por lo tanto, algo en común con una iglesia o casa, pero mucho más aireado de que cualquiera de esos ambientes; una columnata fuera de la Iglesia, pero continuando el edificio sagrado, constituye una especie de medio término armónico entre el templo y el mundo profano, que agrada al espíritu concebir.

El propio trazado de la columnata de la Basílica de San Pedro es firme, lógico; en este punto poco renacentista por ser un trazado fuerte y serio, no teniendo aquel aspecto trémulo de las cosas renacentistas.

Además, la columnata es majestuosa. Se diría que cada columna es como un soldado invisible presentando armas y saludo militar al rey que pasa. En este caso es el más alto Rey de la Tierra, el Papa, no apenas considerado como soberano de los Estados Pontificios, sino Rey de este Reino de tamaño más que cesáreo, que es la Iglesia Católica Apostólica Romana, la cual se extiende sobre toda la Tierra, penetra en todos los pueblos y abriga en sí todas las razas.

Otro efecto causado por la columnata en mi espíritu es la idea de que, después de que Bernini descubrió esa fórmula, nadie construyó una iglesia tan magnífica que mereciese una columnata, y si la hiciera quedaría una cosa desagradable, por presuntuosa. Por otro lado, nadie más tuvo talento para concebir un conjunto de columnas y darle un diseño nuevo, que no sea la repetición de la columnata de San Pedro. Se volvió, por lo tanto, una cosa atascada. Pero veo en la columnata de Bernini algo en lo cual tal vez se pudiese vislumbrar un anticipo fallido, abortivo, de un elemento que existirá en el Reino de María.

Es una hipótesis que yo cargo de incertidumbres; pero me queda una impresión medio conjetural en el alma de que, para lo exterior de las iglesias, algo así se inventará en el Reino de María, y para cuya elaboración esa obra de Bernini fue sólo un boceto.

Dios deberá suscitar, a pedido de Nuestra Señora, un hombre con talento

Altar de la Confesión al interior de la Basílica de San Pedro en el Vaticano

Dentro de la Basílica de San Pedro encontramos el Altar de la Confesión, encimado por un dosel sostenido por cuatro columnas también esculpidas por Bernini. Como todas las obras de arquitectura de la gran época de Italia, son hechas de mármol. Los mármoles italianos son lindísimos y la piedra de que está construido aquel conjunto es muy bonita. No obstante, las columnas no me agradan, por haber sido esculpidas con una forma de espiral muy gruesa y floja.

Pero allí está un intento de representar algo que correspondiese a la siguiente pregunta del espíritu humano delante de una columna: “¿Esta columna no podría tener un trazado en que, sin dejar de ser columna, sugiriera la idea de un movimiento más elegante, más leve?”

El artista intentó dar la respuesta con aquella fórmula. A mi ver, fracasó. ¿Pero no habría una solución? ¿En esta búsqueda de algo que hiciera que la columna, sin dejar de ser majestuosa, alta y fuerte, presentara algo de ligero, que es casi la antítesis de la columna? Admito la posibilidad de que sea así, pero es una incógnita.

Dios deberá suscitar, a pedido de Nuestra Señora, un hombre con talento igual o tal vez mucho mayor que el de Bernini para que presente una fórmula en esta línea.

Simplemente en torno de esos dos elementos —la columnata externa de la Basílica de San Pedro y el sueño que las columnas del Altar de la Confesión no realizaron— quizás naciese un estilo nuevo.

Hipótesis que no se pueden perder de vista

Fachada de la Basílica de San Pablo Extramuros, Roma, Italia

En la Basílica de San Pablo, situada fuera de los muros de Roma, hay también elementos artísticos muy bonitos que apuntan hacia un nuevo estilo y cuya historia cuento resumidamente.

En el siglo XIX, aquella Basílica sufrió un incendio que damnificó gravemente los vitrales. Cuando el Papa Pío IX mandó reconstruir la iglesia, surgió el problema de substituir los vitrales perdidos, por otros que estuviesen a la altura de la belleza de la Basílica. A veces Dios se complace en ser glorificado por sus adversarios. El Sultán de Turquía, mahometano, ofreció al Pontífice chapas de alabastro muy finas y bonitas, que eran suficientes cada una para llenar el vacío de una ventana.

Interior de la Basílica de San Pablo Extramuros

Así, por el regalo de ese hijo de Mahoma, apareció una forma de “vitral” muy bonito, porque tenía lo indeciso de la luz que penetra a través de cierto tipo de alabastro, con la delicadeza de las vetas discretas pero imaginativas que las piedras a veces representan.

Pío IX no tuvo ninguna duda y mandó que colocaran los alabastros.

En un viaje a Roma, pude ver algunas de esas piezas detenidamente, y me vino al espíritu esta pregunta: “¿Será que materiales homogéneos y ya no más con aquella riqueza cromática de los vitrales, pero con un colorido homogéneo y discreto, no representaría la nueva fórmula del vitral en el Reino de María?”

Se dice con entusiasmo lo que yo voy a afirmar sin entusiasmo: la industria está muy avanzada, y por eso se fabrican joyas falsas con toda especie de materiales llevados a altas temperaturas. ¿No habría algún gran artista capaz de fabricar materiales más bonitos que el alabastro, y que, no obstante, representen una fórmula nueva para los vitrales de una iglesia, de un palacio o de un castillo?

Son hipótesis que no podemos perder de vista, comprendiendo que se debe sentir en esto siempre el espíritu gótico, y nunca repudio a ese espíritu. El espíritu gótico presente, completado por una ojiva más, que sería el elemento nuevo explicitado por él.

Si pudiéramos imaginar cómo será un santo en el Reino de María, entonces conseguiríamos vislumbrar algo del arte en ese Reino. 

Extraído de conferencia del 28/7/1989

Notas

1) Gian Lorenzo Bernini (*1598 – +1680). Arquitecto y escultor italiano.

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