Por causa de una extraordinaria analogía, Nuestra Señora es el modelo de quien comulga porque, cuando recibimos a Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía, pasamos a ser, mientras permanece en nosotros la presencia real, tabernáculos vivos del Santísimo, como María lo fue del Verbo Encarnado. Esto nos eleva a una inimaginable dignidad.
Por lo tanto, al prepararnos para la Comunión, debemos pedir a la Santísima Virgen que disponga nuestros corazones para recibir convenientemente al Señor Sacramentado: “¡Madre mía, venid a mi alma, entrad en mi espíritu y preparadlo para la visita de vuestro Divino Hijo! Concededme las disposiciones necesarias para comulgar bien, aunque sea de modo árido e insensible”.
En seguida, pidamos que Ella esté presente con nosotros en el momento en que ofrezcamos a Nuestro Señor Eucarístico los cuatro actos de culto: adoración, acción de gracias, reparación y petición. ¿Qué podemos decir a Jesús por medio de María? Por ejemplo, esto: “¡Señor mío y Dios mío! Yo quisiera amaros mucho más de lo que os amo; desearía recibiros en este instante con los faustos de un amor inexpresable, del cual, infelizmente, no soy capaz.
Sin embargo, como hay en mí, al menos, la tristeza de no ser así, os pido que aceptéis las adoraciones de vuestra Madre Santísima como si fuesen mías. Yo la invité a mi casa para que Ella os recibiese en mi lugar. Por lo tanto, soy yo quien, de algún modo, os recibe y por los labios de María os adora.”
Y así debemos proceder en la acción de gracias, en la reparación y en la petición, ofrecidas a Jesús por intermedio de la Santísima Virgen. De este modo haremos, con certeza, una excelente Comunión, porque, al entrar en nuestra alma, Nuestro Señor encontrará, por lo menos, el recuerdo de su Santísima Madre, y el deseo de recibirlo en unión con Ella. Este deseo y este recuerdo son inmensamente eficaces para que Jesús se sienta bien acogido. Porque Él está bien donde se encuentra María.
Este método de recibir la Sagrada Eucaristía en íntima unión con Nuestra Señora pone al alcance de quien comulga todas las gracias que Jesús Sacramentado proporciona a sus devotos sinceros.
(Extraído de conferencia del 1/10/1966)