El Sagrado Corazón de Jesús no debe ser considerado apenas en su carácter pacífico y amoroso para con los hombres, sino también beligerante y lleno de cólera sacrosanta hacia sus adversarios.
Plinio Corrêa de Oliveira
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una realidad cuya historia está cargada de misterios, muchos de los cuales solo el futuro nos explicará.
Concepto de Revolución y de Contra-Revolución
En la literatura referente al Sagrado Corazón de Jesús se encuentran varias afirmaciones de personajes santos, los cuales transmitieron mensajes llenos de esperanza recibidos por vías místicas, en el sentido de que esa devoción es vencedora de cierto problema, de un enemigo determinado que, en el fondo, es la Revolución. Sin embargo, dicen eso de un modo tan global y al mismo tiempo difuso, a través de tantos temas, que ellos mismos no sabían bien cómo designar. Hablaban de la impiedad contemporánea y de otras expresiones como esa, pero sin mencionar explícitamente a la Revolución y, por consecuencia, tampoco a la Contra-Revolución.
Lo más extraordinario dentro de eso es que, en Paray-le-Monial1, cuando Nuestro Señor se reveló a Santa Margarita María Alacoque, aunque se perciba bien que Él tenía en vista a la Revolución, no hay una referencia próxima a ella en sus adorables palabras.
Sin embargo, no hay duda de que el concepto ‘Revolución y Contra-Revolución’ estuviese incluido en la temática de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, por el carácter fundamentalmente militante de la Iglesia Católica y de todo cuanto ella hace para derribar a sus adversarios.
A ese respecto, transmito algunas reflexiones hechas en horas libres, a la espera de la oportunidad de tratar de este asunto.
Si consideramos las obras de escritores católicos del siglo XIX de cuño más o menos contrarrevolucionario, encontraremos la palabra “revolución”, pero de manera tan vaga, que no se sabe bien si ellos distinguen la Revolución universal de la Revolución Francesa, al punto de que muchas veces no se nota bien si están hablando de una o de otra, o mezclando ambas. Eso perturba la intelección de lo que ellos quieren decir, y creo que en su mente el término también estaba confuso. Ellos no veían, o no sabían decir; no sé qué ocurría, acaba siendo un misterio.
A mi modo de ver, este misterio se elucidará en el transcurso de la Revolución, y nosotros debemos tratar de eso con toda la reverencia, con todo el respeto y afecto con que un asunto de esa naturaleza debe ser tratado.
Denuncia hecha en el libro “En Defensa de la Acción Católica”
En los textos de las revelaciones, las propias esperanzas en la victoria del Sagrado Corazón son medio indefinidas, de manera que no queda claro si una convulsión mundial es condición necesaria para llegar a esa victoria, cuándo vendrá y qué relación tiene con la Revolución. Son cosas que quedan en una especie de penumbra mística que debemos saber respetar.
Más aún, las revelaciones dejan entrever que sería lógico imaginar que el Sagrado Corazón de Jesús estaría incluido en los símbolos referentes a la gran victoria que aplastará a los adversarios de la Santa Iglesia y por donde se declarará instaurado el Reino de María. Pero cuando recurrimos, por ejemplo, a las visiones de San Juan Bosco sobre ese asunto, encontramos aquella imagen de la barca –que simboliza la nave de la Iglesia amenazada por borrascas– que, en un momento decisivo de la batalla, será amarrada a dos columnas, las cuales están en pleno mar, apoyadas sobre rocas. En una de estas columnas está en lo alto el Santísimo Sacramento, y en la otra María Auxiliadora. El Sagrado Corazón de Jesús no está representado, y sin embargo, se juzgaría un símbolo que podría figurar.
Alguien me dirá: “Pero el Sagrado Corazón de Jesús y el Santísimo Sacramento, al fin de cuentas, son el mismo tema.”
Son temas distintos que versan sobre una misma realidad adorable, que es Nuestro Señor Jesucristo, Hombre Dios y Redentor: no se puede decir que es el mismo tema.
En ese contexto hay un hecho histórico que debe ser tomado en consideración. Hasta el momento presente, por lo menos, en esa lucha del Sagrado Corazón de Jesús contra la Revolución, se torna claro que la victoria esperada por Él no se dio, porque apareció una fuerza opuesta: el progresismo, que barrió de la Iglesia esta devoción, así como, de un modo general, las otras devociones particulares, conforme está denunciado en el libro En Defensa de la Acción Católica.
En efecto, está previsto en esta obra mía que esa fuerza –la cual, más tarde, recibiría el título de ‘progresista’– quería suprimir todas las devociones privadas y, por lo tanto, también la del Sagrado Corazón de Jesús. Realmente, el gran movimiento mundial de devoción a Él desapareció o, al menos, aquel impulso, aquella llama, pasó a ser una brasa, en la mejor de las hipótesis.
¿En qué quedan, entonces, las previsiones de la victoria de esa devoción, cuando estaba en el programa de la Providencia hacerla vencer? Sin embargo, Dios, que conoce el pasado, el presente y el futuro con igual claridad, también tenía conocimiento de la tristísima realidad contra la cual nosotros seríamos pregoneros.
Haz de luz durante la noche
Con relación a ciertas devociones, cuando son introducidas en la Iglesia, la economía de la Providencia es que ellas entren como haz de luz de un farol durante la noche, pero no encuentren en su camino sus trazos coincidiendo con algún otro haz de luz. No podemos imaginar dos faroles colocados en posiciones simétricas e iluminando un mismo punto intermediario. No conozco dos movimientos que hayan surgido en tiempos más o menos simétricos iluminando la misma área espiritual de la Iglesia Católica.
San Pedro Julián Eymard2, por ejemplo. Si fuésemos a estudiar todo lo que él dice con respecto al Santísimo Sacramento, encontramos otro río asombroso de riqueza, de fuerza, que nos daría el deseo de consagrar toda la vida apenas a esa devoción y a ese estudio.
Se van formando, por así decir, áreas de piedad entre los católicos, de manera que en su totalidad, un católico paseando por la Iglesia, como Adán paseaba por el Paraíso, ve maravillas aquí, allá y más allá, y después hace una síntesis de todas ellas. Esas maravillas fueron puestas para que él se embebezca de ellas más o menos al mismo tiempo en que esa síntesis sea hecha.
El buen católico de los tiempos que precedieron el movimiento progresista fácilmente podría ser miembro del Apostolado de la Oración, por lo tanto devoto del Sagrado Corazón de Jesús, congregado mariano, adorador del Santísimo Sacramento inscrito para hacer adoración nocturna una, dos o cinco veces al mes.
Todas esas cosas, que son haces que parten de faroles diferentes y transitan a través de áreas intermediarias diversas, acaban fundiéndose en el alma del buen católico común, del vicario piadoso que las predica, que el fiel después las toma y forma un conjunto que es la finalidad providencial de todo eso.
No es necesario mucho discernimiento para sospechar que ahí esté el verdadero plan de la Providencia y que en eso se percibe el misterio.
Una isla de la cual el continente se desgarró
Nuestra tarea en esa materia es, sobre todo, la de, como católicos practicantes, cargar en nuestras almas ese plateau3 de devociones juntas en esa mezcla orgánica, vital, un poco desordenada, pero desordenada apenas en la apariencia. Como, por ejemplo, cuando miramos las estrellas en el cielo y tenemos la impresión de una polvareda brillante lanzada desordenadamente en el espacio; sabemos que es una impresión tonta. Así también tenemos una devoción de ese género por la cual, sin embargo, por nuestra vocación especial, caminamos por todas esas maravillas a través de María.
Noten bien que yo no estoy inventando, sino procurando describir. Somos una isla de la cual el continente se desgarró; quedamos con lo que había de bueno en el continente, procurando preservar, dar vitalidad a todo. De manera que, cuando llegue el Reino de María, por nuestra acción natural y espontánea de hijos de la Iglesia que no disputan terreno unos a otros, sino que se encuentran y se regocijan, todo eso vuelva con esa naturalidad a sus lugares.
Esto es un bouquet de flores incomparable, traído del tiempo de la gloria a nuestra situación actual.
Queda aquí expuesta lo que sería mi conducta delante de esa variedad de devociones que siempre me encantaron, por cuya manutención luché ferozmente en En Defensa de la Acción Católica; nos incumbe a nosotros ser la isla que transporta todo esto intacto en medio de las llamaradas.
Lo que más perjudicó la victoria del Sagrado Corazón de Jesús
Hay un punto sin el cual ese conjunto no puede ser tratado: es la nota militante.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús tuvo sus formas sentimentales, con abusos de toda clase que podrían ser objeto de un histórico.
Tratar, por ejemplo, de algo sobre el Corazón militante de Jesús erizaría a todos los devotos formados –no teológicamente, sino por la práctica ordinaria– en la identificación entre el Sagrado Corazón de Jesús y la ternura. De manera que cualquier cosa que excluyese la ternura sería contraria a la devoción considerada perpetua y exclusivamente tierna del Sagrado Corazón de Jesús.
Esa concepción condujo a una de las consecuencias más funestas en la Iglesia en el período pre-conciliar. Mucho antes de ser convocado el Concilio Vaticano II, la temática sobre el Infierno había casi desaparecido de la predicación común de la Iglesia. Ella se encontraba en algunos ejercicios espirituales, pero aún así se trataba del Infierno una vez o dos, ¡cuando mucho!
¿Por qué? Porque Dios, Creador de todas las estrellas, de todos los corazones maternos, de todas las formas de belleza y de ternura, no podría ser visto como el Creador del Infierno, aplicando su sabiduría infinita en establecer formas de tormento infinitas, en el sentido de que no cesarán jamás. Por lo tanto, Autor de una especie de militancia que deberá continuar incluso después del Juicio Final. Eso silenciado, preparaba la condenación de las Cruzadas.
Todo esto constituye un bloque insertado en el tema del Sagrado Corazón de Jesús, de sus promesas, esperanzas, de sus adorables misterios, de sus demoras y de su perfecto amor a nosotros.
En mi modo de entender, lo que más perjudicó la victoria del Sagrado Corazón de Jesús fue el hecho de que determinadas personas piadosas, acostumbradas a la “herejía blanca”4, adoptasen un lenguaje ciertamente muy ortodoxo, pero acentuando una sola nota.
Eso determina en el espíritu de las almas que se consagran una especie de unilateralidad que, a mi modo de ver, perjudica mucho la presencia combativa de la Iglesia en la gran lucha cual ella está llamada.
El Sagrado Corazón de Jesús es el símbolo físico, material, de las disposiciones, el ánimo y la mente de Él vista, ciertamente, en el sentido amoroso. Pero Él no tiene apenas el carácter ‘pacífico’ como comúnmente se le entiende, sino que es también beligerante.
El amor es pacífico y procura evitar el combate tanto cuanto es posible, pero conlleva necesariamente el deseo de lucha, cuando ella es irremediable para alcanzar la victoria justa y detener el mal en los límites en que sea indispensable contenerlo. Para esto es necesario un odio sagrado al mal y a los que lo promueven.
Por donde hay una especie de necesidad de que esa devoción abarque tanto las disposiciones amorosas, en el sentido hasta de cariñosas, del Sagrado Corazón de Jesús hacia nosotros, pero también de la ira de Él contra sus adversarios. Y, por lo tanto, despertando en nosotros una posición de ira, de quien ya no tolera de brazos cruzados la situación y, en caso de que todos los medios persuasivos se vuelvan ineficaces, está dispuesto a hacer avanzar los acontecimientos de cualquier manera justa y santa. Eso era algo que, de punta a punta, faltaba en la mentalidad de las asociaciones promotoras de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Espíritu de Cruzada
Si consideramos la situación presente, con católicos flojos que no combaten, en gran parte eso viene de cierta unilateralidad del lenguaje sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que abarca además otras formas de devoción, por donde el espíritu de los cruzados verdaderamente parece haber naufragado en los medios católicos.
Ahora, admitir que el espíritu de Cruzada naufragó en la Iglesia sería afirmar que la Esposa de Cristo erró, que en determinado momento ella anduvo mal, que el espíritu de Cruzada no es propio a ella, y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús representa una rectificación inestimable de ese espíritu.
Frente a eso nuestra posición no es de hacer silencio sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús –¡eso nunca!–, sino de reparar esa laguna, de forma a hacer esa devoción atrayente para aquellos a quienes la gracia llama a la lucha.
Si tuviese tiempo para eso, yo me deleitaría en coger toda la literatura sobre el Sagrado Corazón de Jesús y analizarla bajo este punto de vista: la ira en el Sagrado Corazón de Jesús. Lo que se haría no solo procurando alguna repercusión de eso en el lenguaje de las apariciones, sino también recogiendo en el Evangelio los ejemplos de esa cólera sacrosanta. En efecto, quien vibró de indignación al expulsar a los vendedores del Templo fue el Sagrado Corazón de Jesús, que sufría, recibía la repercusión de lo que su mente conocía y execraba en el grado que sabemos.
Pero esta sería una rectificación respetuosa, sin nada de panfletario o capaz de desviar. En el fondo, es apenas llenar un vacío en el mosaico, que hace el cuadro completo.
Llegando el Reino del Corazón Inmaculado de María, una de nuestras preocupaciones debe ser la de mostrar que ese exilio de la ira santa representó, en último análisis, una de las principales causas de la ineficacia crónica de las cosas católicas.
Extraído de conferencias del 19/2/1995 y del 5/3/1995
Notas
1Ciudad de Francia donde Jesús apareció diversas veces a Santa Margarita María Alacoque, en el convento de las Hermanas de la Visitación.
2Sacerdote francés, Fundador de la Congregación del Santísimo Sacramento (*1811 – †1868).
3Del francés: bandeja, tablero.