De pastor a pintor

Publicado el 08/26/2022

Si la Divina Providencia llamó a una joven para salvar a Francia y a un pastor para gobernar la Santa Iglesia, ¿por qué no haría surgir alguien que innovase el arte de la pintura dándole un nuevo esplendor?

Jean Murilo de Oliveira, EP

La Iglesia, sociedad visible fundada por Nuestro Señor, abarca dentro de sus murallas todas las actividades legítimas de sus hijos: desde el más alto gobernante hasta el más humilde trabajador manual. Y contra sus sagradas murallas sufrió innumerables ataques a lo largo de la historia.

Por eso, Dios suscitó grandes guerreros para defenderlas en diversos campos de batalla, muchas veces eligiéndolos personalmente, y no raramente, sacándolos de las condiciones más simples. De una pastorcita hizo una gran heroína: Santa Juana de Arco, encargada de expulsar a los ingleses del suelo francés; de un antiguo pastor, hizo un sucesor de San Pedro: San Pío, que acostumbrado a apacentar ovejas fue llamado a apacentar almas. Si la Divina Providencia llamó a una joven para salvar a Francia y a un pastor para gobernar la Santa Iglesia, ¿por qué no haría surgir alguien que innovase el arte de la pintura dándole un nuevo esplendor?

Casa natal de Giotto

Cerca de la ciudad italiana de Florencia, en la pequeña aldea de Colle Vespignano, pasaba cierto hombre misterioso llamado Cimabue. Este quedó sorprendido con los primorosos dibujos que encontró en el piso y rápidamente fue en búsqueda del artista. Súbitamente notó que aquellas pinturas no eran simplemente un simple pasatiempo de un niño de diez años que pastoreaba los carneros de su padre.

Inmediatamente, notando el talento del niño, el extranjero lo invitó a estudiar artes en la escuela Atalier, en Florencia. El pequeño quedó muy contento con la propuesta y su padre aceptó sin muchos problemas.

De esta manera, Giotto comenzó su vida de pintor. El muchacho impresionaba a todos por su arte, pues su talento superaba la manera ruda de las pinturas griegas, lo que para la época era algo enteramente nuevo.

Detalle de la bóveda del crucero de la Basílica inferior de Asís, pintada por Giotto

Siendo todavía un adolescente, fue a trabajar primero en Asís, pintando una serie de frescos que representaban la vida del gran San Francisco.

Algún tiempo después, se dirigió a la ciudad de Padua, donde pintó grandes frescos para la decoración de la capilla de los Scrovegni.

Las pinturas que hizo para adornar esta capilla fueron representaciones de escenas de la vida de San Joaquín, Santa Ana y María Santísima juntos. Otras escenas fueron la de Dios Padre ordenando a San Gabriel que anunciara la Encarnación, la Pasión y Muerte de Jesús y el Juicio Final.

Capilla de los Scroveni, Padua, Italia

Al comparar los frescos pintados en Asís con los de Padua, se nota un progreso indiscutible. Sus obras perdieron la influencia bizantina hasta entonces muy valorada— y se tornaron variadas y claras. El juego del claroscuro y la forma fueron enfatizados. El color que hacía varios siglos predominaba en las pinturas, a partir de Giotto pasa a ser una herramienta para las formas. De esta manera se encierra el ciclo de la pintura oriental y se inicia la época de la pintura moderna.

Castel Nuovo de Nápoles, Italia, perteneciente al Rey de Anjou

En 1330, se convirtió en maestro de las obras de decoración de la capilla del Castillo Real del Rey de Anjou, en Nápoles. El trabajo agradó tanto a su alteza que fue nombrado miembro de su familia. De tal manera sus obras tuvieron éxito, que pasados cuatro años de labor en Nápoles, fue designado para cuidad de los trabajos artísticos de la Catedral de dicha ciudad.

El 8 de enero de 1337, Giotto compareció ante el juicio de Dios, a la edad de 70 años.

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