San Buenaventura escrutó los misterios de la Revelación, en el diálogo fecundo entre fe y razón que caracteriza al Medioevo cristiano, haciendo de éste una época de gran viveza intelectual, de fe y de renovación eclesial.
Imagen fiel del fundador
Hoy quiero hablar de San Buenaventura de Bagnoregio. […] Nació probablemente en 1217 y murió en 1274; vivió en el siglo xiii, una época en la que la fe cristiana, que había penetrado profundamente en la cultura y en la sociedad de Europa, inspiró obras imperecederas en el campo de la literatura, de las artes visuales, de la filosofía y de la teología. […]
Buenaventura quiso presentar el auténtico carisma de Francisco, su vida y su enseñanza. Por eso recogió con gran celo documentos relativos al Poverello y escuchó con atención los recuerdos de quienes habían conocido directamente a Francisco. Nació así una biografía del santo de Asís bien fundada históricamente, titulada Legenda maior, redactada también de forma más sucinta, y llamada por eso Legenda minor. […]
En efecto, el capítulo general de los Frailes Menores de 1263, reunido en Pisa, reconoció en la biografía de San Buenaventura el retrato más fiel del fundador y se convirtió en la biografía oficial del santo.
¿Cuál es la imagen de San Francisco que brota del corazón y de la pluma de su hijo devoto y sucesor, San Buenaventura? El punto esencial: Francisco es un alter Christus, un hombre que buscó apasionadamente a Cristo. En el amor que impulsa a la imitación, se conformó totalmente a Él.
Fragmentos de: BENEDICTO XVI.
Audiencia general, 3/3/2010.
Restaurador del espíritu franciscano
En tiempos de San Buenaventura una corriente de Frailes Menores, llamados «espirituales», sostenía en particular que con San Francisco se había inaugurado una fase totalmente nueva de la historia, en la que aparecería el «Evangelio eterno», del que habla el Apocalipsis, sustituyendo al Nuevo Testamento. Este grupo afirmaba que la Iglesia ya había agotado su papel histórico, y una comunidad carismática de hombres libres guiados interiormente por el Espíritu —es decir, los «Franciscanos espirituales»— pasaba a ocupar su lugar. Las ideas de este grupo se basaban en los escritos de un abad cisterciense, Joaquín de Fiore, fallecido en 1202. […]
Grave tergiversación del mensaje de San Francisco
Por eso, es comprensible que un grupo de franciscanos creyera reconocer en San Francisco de Asís al iniciador del tiempo nuevo y en su orden a la comunidad del período nuevo: la comunidad del tiempo del Espíritu Santo, que dejaba atrás a la Iglesia jerárquica, para iniciar la nueva Iglesia del Espíritu, desvinculada ya de las viejas estructuras.
Por consiguiente, se corría el riesgo de una gravísima tergiversación del mensaje de San Francisco, de su humilde fidelidad al Evangelio y a la Iglesia, y ese equívoco conllevaba una visión errónea del cristianismo en su conjunto. […]
La teología de San Buenaventura se explica a partir del carisma franciscano: el Poverello de Asís, mostró con toda su vida la primacía del amor
Como ministro general de la Orden de los Franciscanos, San Buenaventura vio en seguida que con la concepción espiritualista, inspirada en Joaquín de Fiore, la orden no era gobernable, sino que iba lógicamente hacia la anarquía. […]
Jesucristo es la última palabra de Dios; en Él Dios ha dicho todo, donándose y diciéndose a sí mismo. […] Así pues, no hay otro Evangelio más alto, no hay que esperar otra Iglesia. Por eso también la Orden de San Francisco debe insertarse en esta Iglesia, en su fe, en su ordenamiento jerárquico.
El verdadero progreso de la obra de Cristo
Esto no significa que la Iglesia sea inmóvil, que esté anclada en el pasado y no pueda haber novedad en ella. «Opera Christi non deficiunt, sed proficiunt», las obras de Cristo no retroceden, no desaparecen, sino que avanzan, dice el santo en la carta De tribus quaestionibus. Así formula explícitamente San Buenaventura la idea del progreso, y esta es una novedad respecto a los Padres de la Iglesia y a gran parte de sus contemporáneos. […]
Ciertamente, la Orden Franciscana —subraya— pertenece a la Iglesia de Jesucristo, a la Iglesia Apostólica y no puede construirse en un espiritualismo utópico. Pero, al mismo tiempo, es válida la novedad de esa orden respecto al monaquismo clásico, y San Buenaventura […] defendió esta novedad contra los ataques del clero secular de París: los franciscanos no tienen un monasterio fijo, pueden estar presentes en todas partes para anunciar el Evangelio. Precisamente la ruptura con la estabilidad, característica del monaquismo, en favor de una nueva flexibilidad, restituyó a la Iglesia el dinamismo misionero. […]
San Buenaventura nos enseña el conjunto del discernimiento necesario, incluso severo, del realismo sobrio y de la apertura a los nuevos carismas que Cristo da, en el Espíritu Santo, a su Iglesia. […] De hecho, sabemos que después del Concilio Vaticano II algunos estaban convencidos de que todo era nuevo, de que había otra Iglesia, de que la Iglesia preconciliar había acabado e iba a surgir otra, totalmente «otra». ¡Un utopismo anárquico!
Fragmentos de: BENEDICTO XVI.
Audiencia general, 10/3/2010.
Viveza intelectual, fe y renovación eclesial
Se trata de un eminente teólogo, que merece ser puesto al lado de otro grandísimo pensador contemporáneo suyo, Santo Tomás de Aquino. Ambos escrutaron los misterios de la Revelación, valorizando los recursos de la razón humana, en el diálogo fecundo entre fe y razón que caracteriza al Medioevo cristiano, haciendo de éste una época de gran viveza intelectual, como también de fe y de renovación eclesial, aunque con frecuencia no se ha subrayado suficientemente.
Tienen en común otras analogías: tanto San Buenaventura, franciscano, como Santo Tomás, dominico, pertenecían a las órdenes mendicantes que, con su lozanía espiritual […] en el siglo xiii renovaron toda la Iglesia y atrajeron a numerosos seguidores. […]
Volvamos a San Buenaventura. Es evidente que el matiz específico de su teología […] se explica a partir del carisma franciscano: el Poverello de Asís, más allá de los debates intelectuales de su tiempo, había mostrado con toda su vida la primacía del amor; era un icono vivo y enamorado de Cristo, y así hizo presente, en su tiempo, la figura del Señor: convenció a sus contemporáneos no con palabras, sino con su vida. En todas las obras de San Buenaventura, incluidas las obras científicas, de escuela, se ve y se encuentra esta inspiración franciscana; es decir, se nota que piensa partiendo del encuentro con el Poverello de Asís.
Fragmentos de: BENEDICTO XVI.
Audiencia general, 17/3/2010.