
Profundamente encantado, el Dr. Plinio teje bellas consideraciones respecto del espíritu medieval presente en las murallas de Ávila, describiendo sus múltiples aspectos bélicos y artísticos, casi como discerniendo el alma de esa histórica ciudad.
Plinio Corrêa de Oliveira
Ávila, en España, es la ciudad donde nació la gran Santa Teresa de Jesús. Allí fundó su principal convento.
Síntesis celestial entre la guerra y la paz
Vean la maravilla de una ciudad pequeña dominada por una imponente construcción; podrá ser una fortaleza, una iglesia o un monasterio. Es muy agradable ver el contraste entre el caserío que duerme, recordando una vida calmada, tranquila, pacata, seria, sin las excitaciones de la vida contemporánea, pero, al mismo tiempo, llena de bonhomía, protegida por una muralla magníficamente iluminada, donde la belleza del gótico y de lo medieval se nota por entero.
La iluminación hace sentir mucho la fuerza de la muralla y cualquier cosa de épico, de heroico que hay dentro de eso. Nos imaginamos de buen grado esa muralla guarnecida por guerreros con corazas y yelmos, con estandartes e instrumentos musicales, apostados allí para homenajear a algún personaje ilustre o para recibir en la punta de la lanza a los adversarios que pretendan tomar Ávila. Esas murallas hablan de la belleza, firmeza de alma, coherencia, seriedad y sacralidad. Todo eso está allí representado de un modo magnífico. En suma, es la Edad Media.
Alguien preguntará: “¿Pero por qué hay tanta armonía en eso?” Porque allí se encuentran la guerra y el derecho, o sea, la legítima defensa de una población que en la guerra está protegida, pues esas murallas la amparan, y por eso, puede dormir tranquila. La muralla asegura el sueño, como el guerrero garantiza el orden, el derecho y la paz. ¡Es algo esplendoroso!
Alguien podrá cuestionar: “Está bien, Dr. Plinio, pero esa fotografía presenta una realidad ¿o ella es un poco a la Claude Lorrain?”
Es preciso notar que esa fortificación fue construida con la preocupación exclusiva de la estrategia. La distancia entre los muros no tiene en vista solamente la belleza, sino que el adversario sea alcanzado por tres lados cuando quiera atacar el intervalo entre dos torreones.
La torre es mucho más fuerte que el muro y se defiende por sí misma. Su forma redonda contribuye a dispersar al adversario. El muro, que es más débil, queda defendido por las dos torres. Las diferentes distancias y alturas de las murallas están calculadas para oponer resistencia a los proyectiles lanzados. Por lo tanto, todo planeado de modo estricto, de acuerdo con lo necesario. Se tiene la impresión que cada torre es una garra que somete al monte y domina la tierra.
Sin embargo, esas murallas, que abarcan al poblado como una cintura, tienen una innegable belleza. ¿Qué hay en eso, entonces, de ideal? Es estrictamente real, pero tiene cualquier cosa de celestial. Hay algo en esa síntesis entre la guerra y la paz, el derecho y la lucha, el reposo y la batalla, que nos deja maravillados. Es la Edad Media en todo su esplendor.
Profundo sentido de defensa
¡Noten la solidez de esa puerta de Ávila! ¡Cómo es robusta y cómo la entrada estaba bien protegida! Había dos torres que guarnecían el paso. Quien consiguiera entrar debajo de una lluvia de piedras y aceite hirviendo, se toparía con la puerta interna. Y allí ya había otro pasadizo para tirar flechas y piedras sobre quien atravesaba. Además, a cierta altura, había también una plataforma de donde, cuando el adversario pasaba, bajaba una reja y quedaba acorralado, haciendo imposible que volviera para atrás. Y allí recibía una soberana paliza.
En esos aspectos se traduce el sentido de defensa que ellos poseían. Todo táctico, y sin embargo, ¡qué maravilla! Cuando el defensor de la ciudad lanzaba una flecha de la parte superior, se escondía atrás de una de esas almenas para no ser alcanzado por el invasor que respondía de abajo con otra flecha. Al darse cuenta de que el de abajo estaba desprotegido, ya venía otra zarabanda de flechas de arriba. En las torres antiguas había saeteras por donde también podían lanzar proyectiles sobre el agresor. De manera que era arduo agredir una ciudad así.
En otra fotografía se ve una bonita vegetación, el suelo está bien cuidado, el cantero realza la belleza de la muralla, y hay hasta un bonito monumento añadido en el siglo pasado o en este siglo. No podía faltar el poste de iluminación pública. Pero cómo es bonito en comparación con esos postes “dinosáuricos” que están siendo instalados hoy en día con luz de mercurio. Allí no. Cómo está bien proporcionado; es casi un relicario dentro del cual todavía se encuentra, tal vez, iluminación a gas.
Hay también un edificio que se parece más a una fortificación central que a una iglesia, con sus torres puntiagudas, y lo alto de las torres formando una masa de defensa. Cuando esas torres y las murallas eran traspasadas, toda la población se refugiaba allí, y del otro lado continuaba la batalla a la espera de los aliados, que eran llamados por medio de palomas mensajeras, corrieran en auxilio de los sitiados.
Se ve en una de las fotografías un monumento del tiempo de los romanos, aún de estilo clásico, que fue dejado allí y que tiene mucha elegancia y levedad. Debía ser probablemente un templo pagano. Donde otrora hubo un altar pagano, hoy se encuentra un altar erguido en honor de la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Magnífica afirmación del triunfo de la Cruz sobre el paganismo. Los antiguos sostenían que el paganismo nunca podría ser destruido. Pues bien, su armazón sirve hoy para realzar el esplendor de la Cruz.
Contradicción entre lo antiguo y lo moderno
En Ávila se encuentra la Basílica de San Vicente, cuya arquitectura se remonta al estilo románico. Se nota en los arcos de las ventanas algo ya de ojival y, por lo tanto, gótico, aunque el acabado del techo no lo sea. Es un estilo de transición, muy bonito y variado. Se distinguen muy bien las tres partes del edificio.
La iluminación también está muy bien hecha. Quién la concibió tuvo la buena idea de iluminar el interior de la galería, causando en el espectador una especie de atracción y dándole ganas de entrar.
Por otro lado, los automóviles son como trastos que afean la plaza, dejando lo moderno completamente sin cara delante de lo antiguo. Cuando se yuxtaponen elementos antiguos, por más distantes que sean las épocas a que pertenecen, ellos no entran en contradicción. Es el caso, por ejemplo, de las casas que circundan la basílica. Parecen ser de una edad indefinida. Son, por cierto, viejas, y llegan a alcanzar una edad en la cual no se sabe si tuvieron juventud. Están entre lo provisorio y la eternidad.
Sin embargo, la contradicción entre la plaza y los automóviles es aberrante. En cambio no causaría extrañeza imaginar allí carros tirados por caballos, aunque fuesen del siglo pasado. Es la contradicción de lo moderno con todo el pasado.
Aspectos varios del ambiente y de las construcciones
Una de las fotografías nos muestra un puente sobre un río. No se trata de esos puentes actuales hechos de concreto y asfalto, finitos y soportando dinosaurios. Es un puente que transmite confianza, con pilares bonitos y robustos clavados en el fondo del río; arcos armónicos hechos con una piedra noble, sólida y leal. Todo eso sustenta y da forma al puente.
En el interior de la ciudad se ve una plaza pública con un jardincito provincial, ingenuo, bonito; hasta parece haber sido hecho para que jueguen los niños, las señoras ancianas hagan crochet, hombres jubilados lean el diario y comenten las noticias del día, más las de Ávila que las del mundo.
El edificio de la Intendencia es muy gracioso y proporcionado. Es un encanto la campana usada para dar los avisos municipales. Se trata de un pequeño palacio con ventanas muy dignas, muy compuestas, flanqueado por dos torres.
Contraste armónico entre austeridad y riqueza
¡La fachada principal del convento de Santa Teresa es una verdadera belleza! Tiene una característica muy frecuente en los edificios españoles y que me parece linda: las laterales bien simples, en cuanto que la parte central muy rica. Ese contraste entre la austeridad y la riqueza da una nobleza excepcional.
El cuerpo central se compone de una cruz en el tope de un triángulo, en medio del cual hay una esfera. Dos ventanas flanquean un blasón, abajo del cual hay una gran ventana seguida de la imagen de Santa Teresa, ambas rodeadas por blasones. Por fin, la puerta de la iglesia. Todo eso forma una línea central muy rica, en cuanto las dos laterales son menos ricas, pero constituyen un todo sólido, serio y solemne.
Dignidad, distinción y disposición para la lucha. ¡Así como las murallas, también la iglesia y las residencias.