Dios perdona siempre. Parte 2

Publicado el 06/17/2022

Escúcheme Padre y quiera Dios que no me maldigas. Yo era criado de una familia noble que me colmó de beneficios. Cuando llegaron los días terribles de la Revolución, mi corazón ingrato les pagó con la más monstruosa traición…

Padre Luis Chiavarino

Discípulo — Pero Padre, Él era Jesús, o sea Dios; pero ¿Será que el confesor siempre estará dispuesto a perdonar?

Maestro — Sí, el confesor perdona siempre aunque se trate de una falta enorme, cualquiera que sea, porque él representa a Jesús. Escucha lo que nos cuenta Monsabré, uno de los mayores oradores franceses.

Hacia el final de la terrible Revolución [francesa] que causó tantas víctimas y derramó tanta sangre inocente, un viejo miserable, tan pobre cuanto malo había sido, estaba moribundo en un inmundo sótano de París. Acude a su cabecera un joven sacerdote: el viejo lo recibe con gran temor y después de angustiosos suspiros comienza a contar:

Escúcheme Padre y quiera Dios que no me maldigas. Yo era criado de una familia noble que me colmó de beneficios. Cuando llegaron los días terribles de la Revolución, mi corazón ingrato les pagó con la más monstruosa traición. Acordando con los revolucionarios, les revelé el escondite de mis patrones, los acompañé al patíbulo y me apoderé de sus bienes, los cuales despilfarré en fiestas y en libertinaje. Ah Padre, soy un monstruo. Mírelos, ellos son mis patrones, tan amables, tan bondadosos… y mientras hablaba abrió un estuche que contenía los retratos de los antiguos patrones.

¡Oh horror! El sacerdote reconoció en esos retratos a su padre y a su madre…

Entonces la escena fue espantosa. El ministro de Dios, rígido, pálido y tembloroso, miraba llorando al asesino de sus padres.

El moribundo se erguía en la cama como un espectro y mostrándole su pecho desnudo y huesudo le gritaba “Venga a tus padres, venga a tus padres”…

Pero el celoso sacerdote se acordó que en aquel momento tan trágico para él, no era más un hombre sino el representante de Jesucristo. Cayendo encima del asesino, le puso el crucifijo en los labios para sofocar los gritos de desesperación y dijo al asesino:

Te engañas amigo mío, hijo mío, hermano mío. Yo soy Jesucristo y Jesucristo perdona”.

Y abrazando al pecador lo absuelve y consuela. El mendigo muere así perdonado y bendecido en los brazos de aquel cuya vida había llenado de amargura.

Discípulo — Padre, después de escuchar estos hechos, ¿Será que alguno teme aún manifestar sus pecados al confesor? Oh, la confesión es realmente el sacramento del perdón y del consuelo.

A mi me gustaría tener mil lenguas para gritarle al mundo entero ¡Vean cuán bueno es Jesús!

Maestro — Por tanto, nada de miedo, nada de vergüenza, confiésense siempre bien, no solo para huir del infierno, sino también para tener en esta vida paz y consuelo, porque de una buena confesión puede depender nuestro futuro.

Santa Ángela de Foligno, terciaria franciscana

Santa Ángela de Foligno, había cometido en su juventud ciertas faltas que no se había atrevido a confesar. Siguió así por mucho tiempo pero como el remordimiento de conciencia no la dejaba tranquila ni de noche ni de día, finalmente resolvió hacer una confesión sincera de todos los pecados y sacrilegios.

La acusación llena de franqueza le proporcionó la mayor gloria porque más allá de la alegría de corazón, tuvo la fuerza de convertirse en una santa y actualmente es honrada por la Iglesia y por el mundo entero con el título de Santa.

Beata María Victoria de Fornari

La beata romana María Victoria de Fornari, fundadora de la Orden de la Santísima Anunciación, cuenta que cuando era niña tuvo la desgracia de cometer algunas faltas contra la modestia. Tan pronto se dio cuenta de la gravedad se abstuvo de cometerlas, pero por vergüenza nunca se atrevió a confesarlas y así fue acumulando sacrilegios. Viviendo siempre con el corazón angustiado, decidió convertirse en religiosa. Ingresó en el convento de Lodi en la región italiana de Umbría haciendo la vestición religiosa, pero con el infierno en el corazón. ¡Qué miserables y llenos de angustia eran sus días!

Finalmente, durante la novena de la Asunción sintió en el corazón un deseo muy grande de pedir a María Santísima la gracia tantas veces implorada inútilmente. Hizo el pedido con tanto ardor que en el mismo instante, sintió una fuerza tan grande que pudo manifestar sus culpas, no solo al confesor sino a toda la Comunidad.

Lo reparó todo con una confesión general y comenzó a vivir una vida tan santa que mereció la honra de ser elevada a los altares.

Por ahí, puedes ver que por medio de la Confesión, Jesús no solamente perdona, sino que nos da la posibilidad de volvernos santos. Es por este motivo que de manera muy acertada los teólogos dicen que la confesión es el principal medio de santificación.

Discípulo — Padre rece por mí para que pueda aprovechar el Sacramento de la Confesión.

Tomado del libro Confesaos bien

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