Doña Lucilia: bondad, discreción, respeto

Publicado el 07/21/2021

La acción de presencia de Doña Lucilia no era invasiva y conquistadora, sino muy suave. El Dr. Plinio sentía mucho su presencia en el apartamento en que ella residió durante largo tiempo, en la Rua Alagoas. Cuando él iba a su sala de trabajo y se sentaba en una silla mecedora que ella acostumbraba a usar, tenía la sensación de estar en sus brazos, tal como en su infancia.

Plinio Corrêa de Oliveira

Una de las cosas más difíciles de explicitar es la acción de presencia. Hay en el orden puesto por Dios mil acciones de presencia.

Por ejemplo, el edificio antiguo del Eremo de San Bento 1 . Dadas las ideas que yo tenía con respecto a San Benito de Nursia, Patriarca de los monjes de Occidente, cuando transpuse los umbrales de ese predio por primera vez, tuve una impresión singular, toda ella personal y pensé lo siguiente: “¡Este es el Eremo de San Bento! Solo falta encontrarlo en cualquier rincón”.

Ejemplo de una acción de presencia

Esa es la misma impresión que tengo hasta ahora. No hay una sola vez en  que yo entre allí y no sienta una verdadera delicia, un verdadero regalo para mi alma. Mi antigua admiración por el espíritu benedictino comenzó cuando, siendo niño aún, oí tocar las campanas del Monasterio de San Benito, la famosa Cantabona; seria, grave, resoluta, indomable y armoniosa. Esa impresión perdura en mí.

Cuando oí la Cantabona por primera vez, me vino la siguiente idea – no con la precisión que estoy diciendo ahora, sino implícitamente –: ciertas almas tienen internamente un timbre como el de las campanas. Me acuerdo de incluso haber leído un libro de poesía, muy de segunda clase pues estaba enfermo y no tenía nada mejor para hojear; no eran poesías inmorales, sino algo pseudo-literario. De repente, encontré una frase que decía solo esto: “Campana, corazón de la Iglesia; corazón, campana de uno. Una siente cuando toca, otra toca cuando siente.”

Ese poeta débil cogió bien esa analogía. Todo hombre tiene interiormente una campana. Y yo me preguntaba cómo sería el alma de aquel del cual se podría decir que la campana del Eremo de San Bento era como su corazón. Naturalmente, la respuesta es: ¡San Benito!

Además, todo lo que leí sobre San Benito – no fue mucho –, cuanto asimilé con respecto a la Orden Benedictina, frecuentando el antiguo Eremo de San Bento, me daba la impresión de algo semejante al toque de la Cantabona.

Algo que se levantó en Nursia, pasó también a través de Cluny por glorias increíbles y por humillaciones inenarrables. Después, la decadencia de la Orden Benedictina en el Ancien Régime no tiene palabras. En el siglo XIX, Dom Guéranger realza la Orden Benedictina, pero ya los benedictinos que conocí en Francia, posteriormente, cuán inferiores eran a Dom Guéranger… De repente, encuentro en San Pablo esa afirmación. Eso es acción de presencia. ¿Cómo se ejerce? Es una gracia. Sin embargo, ¿Cómo se hace presente esa gracia, cómo se
hace sentir? no lo sabemos.

Hay cosas que fueron hechas para quedar implícitas

Ahora bien, si un predio puede tener una acción de presencia, a fortiori los seres humanos. Porque, ya sea en el orden de la naturaleza y, sobre todo, en el orden de la gracia, la presencia de un ser humano.

Y explicitar ciertas cosas implícitas sería lo mismo que encender dentro de una catedral un farol enorme que hiciese todo clarísimo.Una catedral pide penumbras.

Hace poco vi un vitral y me pareció muy bonito. Pero no tendría esa impresión si no hubiese penumbra en el ambiente. En nuestras almas hay, así, no sombras sino penumbras, y estas hacen parte de la convivencia.

Es hasta donde yo sé ir en este tema. La orilla del gran mar de la acción de presencia es esta. Más allá de eso están las olas indecisas.

Exenta de superficialidad de alma

Yo pensaba en mi madre mientras hacía estos comentarios. Ella, llamada para aquel ambiente de la vida privada en la cual vivió su larga existencia, no tenía acciones de presencia invasivas ni conquistadoras. Poseía, por el contrario, una acción de presencia muy suave de quien ligeramente dice esto: “Si quieres entrar en esta presencia, hay algo para ti. Si no quieres, pasa que yo no te detengo, ni te pido, ni te reclamo nada, te miro con benevolencia y rezo por ti. Puedes pasar…”

Sería necesario que una persona saliese de cierto estado de alma por donde se podía verla como a una señora cualquiera, porque quien quisiese hacer eso, sería perfectamente fácil, no habiendo de parte de ella un gesto, ni una idea de imponerse.

Para mí, como yo la sentí, era una presencia al mismo tiempo riquísima de expresión en el primer contacto, pero proporcionaba otras impresiones más profundas, más elevadas, más ricas a medida que se iba caminando hacia adelante de un modo insondable, en que la misma impresión originaria se acentuaba. Pero acentuándose, revelaba bellezas nuevas y, revelando bellezas nuevas, iba atrayendo y enseñando más.

Era naturalmente una presencia muy variada y siempre muy expresiva para quien quisiese prestar atención.

Había una cosa que ella no tenía: superficialidad de alma. Ella no tenía el estado de espíritu por el cual se ve todo por las ramas; nunca la vi en una situación de esas.

Si hubiese sucedido, mi amor a ella decrecería un tanto. Y si fuese creciente, empalidecía.

Discreción, respeto, consideración y humildad

Cuando ella era más joven, hacía pasteles y dulces, uno de ellos llamado pavê, con galletas y chocolates. Es un dulce agradable, aunque corriente. Sin embargo, era un pastel super adornado, recubierto de azúcar, con unos dulces color plata, unas guirnaldas formando un dibujo, desconfío que para cada cumpleaños ella componía un nuevo trazado.

Habiendo quedado anciana, de repente el pastel desapareció. Yo fingí que no había notado. Vi que las fuerzas no daban más y ella misma lo quería hacer, no dejaba a la empleada.

Me acuerdo de ella en la despensa de nuestra casa, en la cual hay una especie de pequeños armarios, donde preparaba el pastel. Creo que no lo colocaba en el horno, pero ella misma hacía la masa. Se quedaba allí de pie, preparándolo, industriosa, más para acá, más para allá, arregla por aquí…

Ella estaba con cataratas avanzadas y se notaba que tenía cierta dificultad para ver, pero amasaba por aquí, amasaba por allá, con empeño.

Era su pavê ideal. Yo miraba de reojo, para dejarla enteramente a gusto. Después me quedaba trabajando, rezando o haciendo alguna cosa, pero contemplando su vivir. Generalmente eso salía casi a última hora y ella siempre estaba un poco apresurada. Por sufrir del hígado, necesitaba descansar en cierta posición.

Entonces se iba a su cuarto con unos pasitos pequeños, rápidos, a fin de tener un gran reposo. Después se vestía, se arreglaba, iban llegando las primeras personas de la familia, algún amigo, y comenzaba la fiesta de cumpleaños. Cuando llegaba el momento de pasar a la sala de visitas, ella estaba conversando. Ahí yo prestaba atención en la preocupación de  ella – ultradisfrazada – en el momento en que entrasen los dulces, por ver,si yo comía bastante del que ella había hecho.

Si yo comía mucho era porque el dulce estaba bien hecho. Si comiese poco, ella había fracasado… El dulce siempre estaba bien hecho.

Pero ella me conocía tan, tan bien, que yo nunca hice esa jugada – que a alguien le parecería acertada – de comer más de lo que quería para agradarla, porque ella sabía perfectamente si me estaba gustando o no el dulce.

Saudades y esperanza de reencontrarla

Ahora bien, lo que estoy diciendo aquí no es nada. La profundidad, la forma de dulzura que había en mi madre, y algo por donde ella, en el fondo, reportaba eso a Dios,es algo que debería haber sido visto. 

Quien ve el Quadrinho 2 tiene una idea. Era así el día entero, bajo las más variadas formas, constituyendo un tipo de acción de presencia inenarrable, que aún permanece en la que era su casa.

Por las escrituras públicas, yo soy dueño del inmueble, pero para mí aquella es la casa de Doña Lucilia y yo me complazco en que sea su casa. 

Para mí el charme de esa casa es que era la casa de Doña Lucilia y me da  la impresión de que ella está presente allá. De qué forma, tampoco lo sé.

Pero cuando se atiende el teléfono: “¡Casa del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira!”, a mí me darían ganas de rectificar y decir: “¡No! Casa de Doña Lucilia Corrêa de Oliveira, porque es su casa”.

Mi madre viajó raras veces y salía poco a la calle. Cuando era más joven, naturalmente salía un poco más, como todo el mundo. En las raras veces en que viajaba, yo aún vivía en casa de mi abuela. Era una de esas casas patriarcales con mucha gente viviendo.

Cuando ella viajaba, me daba la impresión de que la casa entera se quedaba vacía y de que nada era nada. Podía haber gente, podía no haber gente: si mi madre no estaba, la casa estaba vacía.

Un rayo de luz lila y plata

El otro día pasé por la Rua Vieira de Carvalho 3 , donde vivimos durante algunos años, en el quinto piso de un edificio. Nuestra sede ocupaba el séptimo y el octavo piso, y todas las noches yo iba con miembros de nuestro Movimiento a un restaurante llamado Fasano. No sé de qué manera ella, que no oía bien, intuía más o menos cuando bajábamos para ir al restaurante.

Después de comer, nos quedábamos aún conversando durante algún tiempo en el andén. Al salir del restaurante, yo volvía naturalmente mis ojos hacia el predio del frente. Evidentemente miraba hacia el quintpiso, que tenía una ventana cuadriculada, y la veía siempre en la misma cuadrícula, exactamente como está en el Quadrinho, mirando. Y todo el tiempo que nos quedábamos ahí afuera, a veces era mucho, yo veía aquella cabecita mirando. Por su discreción, no hacía ninguna señal, pero estaba profundamente entretenida. Cuando nos despedíamos, ella percibía que yo iba a atravesar la calle y a subir.

Entonces, ella no iba a abrir la puerta, sino que se quedaba por ahí rezando – la imagen del Corazón de Jesús estaba cerca de la ventana –, yo abría la puerta, entraba e iba a hablar con ella. Mi madre, a veces, hacía algún comentario: “Cómo ese o aquel te retuvo largamente…”, pero sin mal humor. “A cierta altura me llevé un susto, porque pasó un automóvil y casi coge a uno de Uds….” Eran cosas así.

El Quadrinho me da la impresión exacta de aquella a quien yo veía en la ventana.

Era aquel rayo de luz lila y plata que atravesaba la Rua Vieira de Carvalho bien ancha, con unos árboles magníficos pero que no estorbaban el camino, y llegaba hasta mí, yo sorbía eso.

¿Si me fuese dado volver al quinto piso, yo volvería? No sé. ¿No es mejor quedarme con la imagen que tengo en la memoria? Nosotros, nos mudamos de residencia, el Fasano cerró, el tránsito se volvió torrencial e inundó aquello. Yo tengo el Quadrinho y la Consolación 4 . Más que eso, tengo la esperanza del Cielo.

Extraído de conferencias del 25/8/1980 y 20/11/1980

Notas
1- Del latín: lugar donde viven eremitas. Antiguo Monasterio benedictino localizado en São Paulo, en el barrio Jardim São Bento.
2- Cuadro a óleo que agradó mucho al Dr. Plinio, pintado por uno de sus discípulos con base en las últimas fotografías de Doña Lucilia. 
3-  Calle situada en el centro antiguo de São Paulo.
4-  Cementerio de São Paulo donde está enterrado el cuerpo de Doña Lucilia.

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