Ejemplo de resistencia

Publicado el 09/26/2023

«¡Qué agradable es ser un pato! Ni dificultades ni contrariedades; se pasa la vida desplazándose de aquí allá exento de obstáculos…». Se engaña el que se deja llevar por tal reflexión, que en nada lo eleva a Dios.

Hna Teresinha Karina Herdy Zebendo, EP.

Le invito, querido lector, a que aparque un instante los quehaceres prácticos del día a día y descanse un momento en las lecciones que Dios ha dejado magníficamente «escritas» en la creación. Elevemos nuestro espíritu a través de la contemplación y convivamos un poquito con lo sobrenatural. ¿Qué es la admiración sino el encontrar al Creador reflejado en su obra?

La escena es sencilla: un pato nadando de un lado a otro en las aguas de un río. Su porte denota nobleza y tranquilidad.

Alguien agobiado con los problemas, oprimido por las angustias y puesto ante la perspectiva de nuevos enfrentamientos podría «envidiar» esa existencia pacata y sosegada. «¡Qué agradable es ser un pato! Ni dificultades ni contrariedades; se pasa la vida desplazándose de aquí allá exento de obstáculos…», pensaría nuestro espectador. No obstante, estaría engañándose al dejarse llevar por tal reflexión, que en nada lo elevaría a Dios…

Si en todo hay una «firma» de la grandeza del Señor, he aquí que, al considerar una simple ave, hallamos una de las más bellas: ¡la lucha! Me atrevo a decir que ésta no es sólo un componente de la existencia terrena, sino su cúspide. En efecto, al derramar su sangre preciosísima en lo alto de la cruz, Jesús no hizo sino luchar para liberarnos del pecado, abrirnos las puertas del Cielo, destruir el poder del infierno y triunfar en el universo. Si hasta Él la deseó, ¿por qué íbamos nosotros a despreciarla?

Quizá piense el lector que la autora de este artículo ha perdido el hilo lógico de la idea que anhelaba transmitir… ¡No! Precisamente en el gracioso desplazamiento del pato sobre el agua es donde está el punto central de nuestra meditación.

Patos torrenteros (Merganetta armata)

A veces la corriente se vuelve tan fuerte que lo arrastra. Para mantener su dignidad y llegar adonde quiere, tiene que hacer un esfuerzo constante de nadar contra ella. No lo parece, ¿verdad? Nadie lo ve, pero el ave libra una auténtica batalla para mantener el rumbo correcto.

Si aun en lo cotidiano de seres irracionales la lucha está presente, ¿qué decir acerca de la existencia de quien es el rey de la creación: el hombre?

A cada uno, sea cual sea su estado de vida, le toca permanecer firme en los principios de la fe y en los ideales que ha abrazado. En los más variados contextos en los que nos veamos envueltos, siempre habrá un relativismo, un «desencorsetarse», una contemporización que nos hagan titubear entre el espíritu del mundo y el espíritu de Cristo. Ahora bien, sabemos que quien no está enteramente con el Señor está contra Él (cf. Mt 12, 30; Lc 11, 23)…

Patos mandarines (Aix galericulata)

Es y siempre será un factor de encarnizados combates, la «corriente» del demonio, del mundo y de la carne, sea dentro o fuera de nosotros. Por cierto, cabe recordar que los enfrentamientos interiores son más silenciosos, pero también más complejos; los hombres no los ven, sólo Dios los contempla.

Si los patos fueran mediocres y se desalentaran a medida que la fuerza de las aguas aumentara, ciertamente nuestra generación no los conocería, ya que el río se los hubiera tragado a todos… Por lo tanto, es igualmente necesario que pongamos empeño en mantenernos íntegros en la lucha contra el espíritu del mal.

Ánade real (Anas platyrhynchos)

Hoy conocemos y veneramos a incontables héroes que no escatimaron esfuerzos para que el estandarte de la fe ondeara en los vientos de la Historia. ¿Acaso los Cielos no nos quieren como ellos? Por eso es importante que avancemos con la audacia propia de los hijos de la luz, completamente confiados en la acción divina, sin retroceder ni desistir nunca. «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (Rom 8, 31). Quizá muchos no vean los combates que libramos por la victoria del reinado de la Santísima Virgen, como sucede con la discreta resistencia de los patos. Pero el Todopoderoso los sigue, ¡y esa mirada nos basta! 

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