Dios creó seres para que nos deleiten y nos descansen de lo sublime, pero estos nunca están en línea opuesta de lo sublime. Por ejemplo, el águila es sublime, sin embargo, entre ella y la miosotis no hay contradicción.
Plinio Corrêa de Oliveira
Hay una florecilla llamada miosotis, minúscula, pero de un azul encantador, ¡de la que la constitución de sus pétalos es una verdadera belleza! Las perfecciones de Dios no podrían expresarse igualmente en una enorme rosa y en una pequeña miosotis, porque esta tiene un cierto encanto que nos lleva a sonreír, mientras que una rosa majestuosa no provoca la misma sonrisa.
Algo por donde Dios es infinitamente gracioso y que no puede manifestarse en la rosa, se manifiesta en la miosotis. Por lo tanto, era necesario que hubiese en el mundo vegetal, la rosa y la miosotis para tener una idea de conjunto de las perfecciones divinas.
Así, Dios creó seres para que nos deleiten y nos descansen de lo sublime, pero estos nunca están en línea opuesta de lo sublime. Por ejemplo, el águila es sublime, sin embargo, entre ella y la miosotis no hay contradicción.
Mientras la miosotis es encantadora y hace sonreír, el águila arrebata, entusiasma. Sin embargo, la miosotis es una gota de aquella belleza de la cual el águila es un océano. Ahora, entre la gota y el océano no hay contradicción, sino continuidad.