El arte de gobernar

Publicado el 04/23/2022

Para bien gobernar es necesario discernir la acción de la gracia conjugada con los factores naturales del pueblo y del lugar, favoreciendo la práctica de la virtud y combatiendo el mal de todos los modos posibles.

Plinio Corrêa de Oliveira

Al analizar el Brasil vemos que, aun en nuestros días, él tiene en la mayor parte de su territorio una expansión demográfica desproporcionada con el área habitada, o sea, un área inmensa que la población tiene cierta dificultad de llenar. De manera que se establecen núcleos de población aquí, allá y acullá, esparcidos de tal manera que el intercambio en muchas partes de Brasil todavía es difícil.

Familias de almas llevadas a la armonía y a la afinidad

Centro Histórico de San Luis de Marañón, ubicada en el estado homónimo

Esta dificultad hace que haya aislamientos y tendencia a formar zonas con mentalidades y características distintas, constituyendo un país con las variedades más numerosas, sin embargo con cierta armonía que la índole brasilera pone en las cosas por la cual los Estados del Nordeste, por ejemplo, constituyen una especie de sociedad con talento y modo de encarar la vida peculiares, una filosofía propia, en íntima conexión con el panorama, con las posibilidades del lugar, los recursos materiales que presentan, manteniendo una cohesión íntima.

Ciudad de Salvador, Capital del Estado de Bahía

Para mí, el Nordeste acaba en el límite entre Bahía y Minas Gerais. Dos Estados tan diferentes cuanto posible, sin embargo sus fronteras no dan lugar a entrechoque.

Puede haber habido arañazos, pinchazos, nada más. Por la mezcla de razas, mas también por el deseo de una vida armoniosa por encima de todo, se arregla un modo de aparecer un tipo humano en la frontera entre ambos Estados, que es el minero, pero en el cual está presente también el bahiano. Y que tiene, por tanto, ciertos charmes, cierto modo, ciertos predicados de Bahia que son únicos.

Ciudad de Ouro Preto en el Estado de Minas Gerais

Hay una especie de permeación de las fronteras, del bahiano aminerado y del minero abaianado que no se funden enteramente, mas todo eso convive dentro de una sobra de tierras, y con una gran decisión de no pelear. No es apenas decir que esos elementos intermediarios evitan la pelea. Mas aun: esa pelea no se esboza ni es un deseo.

El baiano de Salvador ya ni piensa en Minas, así como el belo horizontino ni piensa en la Bahia. Sin embargo, hay de hecho una especie de permeación que hace que el espíritu, la inteligencia, el talento, la gracia formen casi una nación, mas sin deseo de ser una nación, no quieren separarse, ni se preocupan en preservarse; nace como una planta en el campo, sin instinto de conservación, que se desparrama cuanto puede y cuando la cortan no llora.

Bosque Nacional de Tapajó en el Estado de Pará

El Maranhão aun pertenece al Nordeste, pero a mi ver el Pará es una zona de encuentro de la Amazonía con el Nordeste. Después debajo de Minas, a pesar de todas las diferencias, yo reputo que São Paulo y Rio forman culturalmente un solo bloque, indiscutiblemente muy diferenciado, mas que de algún modo se prolonga hasta el Paraná, separado de los gauchos por Santa Catarina, que constituye una cortina con características propias que tiene y no tiene mucho prolongamiento en la zona alemana de Rio Grande del Sur.

En todos esos estados se fueron formando familias de almas, llevadas a una especie de armonía y de afinidad que tiene su relación con lo que aconteció en el lado hispano de América del Sur.

Formación de regionalismos pujantes en Europa

Ciudad de San Sebastían en el norte de España

Mientras que la España metropolitana está llena de heterogeneidad, vemos que la “España” sudamericana tiene muchas menos oposiciones entre país y país, de lo que, por ejemplo, en la zona norte de España entre dos o tres fajas de poblaciones existentes allí. Con todo, no hay esa homogeneidad brasilera. Aquí somos hermanos, allí son primos muy cercanos, pero primos.

No obstante, de un lado y de otro de esa línea divisoria entre hispano y luso hubo el mismo fenómeno, pues también Portugal es mucho mas diferenciado dentro de sí que el Brasil.

Plaza Alta, Badajoz, España

Ya España es muchísimo más diferenciada en su interior que la América española. En esta, sin embargo, se ven también las mismas franjas de espacio y la formación de las mismas “islas” o “archipiélagos” de regionalismos que comenzaron a florecer y que habrían dado, cada uno, algo bien original, interesante, si no fuesen ciertas circunstancias que describiré de aquí a poco.

Para comprender bien la energía de ese fenómeno, que a mi ver queda en el fondo de una descripción del Brasil, antes de volver a esta yo quería considerar un fenómeno análogo curioso.

Las invasiones de los bárbaros en Europa representaron una cosa así. El Imperio Romano era muy poco numeroso para poblar las extensiones que había conquistado. Entraron por encima los bárbaros y quebraron el Imperio Romano. Después de eso, cansancio general, zonas vastas entre unos y otros pueblos y la formación de regionalismos poderosos.

El absolutismo real quiso acabar con los regionalismos

Monarcas absolutistas franceses

Mas no había ninguna fuerza empeñada en ahogar esos regionalismos, nada colaboraba para estancarlos. De allí vino la Europa con sus demarcaciones, sus diferencias, sus riquezas.

Mismo así, a partir de la Revolución1 comenzó la trama para homogeneizar artificialmente a Europa. Nadie sabe lo que habría sido el Viejo Continente si no fuese el absolutismo real que, de un modo o de otro, tomó cuenta de todos los países europeos. Alguno objetará: “En Alemania, no”. Vayamos despacio… Prusia fue un foco de absolutismo horrible en las propias fronteras, y la Casa de Austria, en sus propios límites, constituyó Estados absolutistas sin regionalismos. De manera que el mundo alemán era eso también: Baviera, Saxe, Wurtemberg así hicieron en sus ámbitos internos.

Mapa de los principados alemanes en 1871

Los otros Estados no realizaron porque no podían, y era lo que había de más sano en Alemania, una especie de magma de quinientos o seiscientos pequeños príncipes soberanos, señores de una aldea y mitad del puente que daba para la aldea vecina… ¡pero soberanos! Mandando delegados a hablar con el rey de Francia, discutir con el emperador, pelear con el rey de Prusia, etc., con peso.

Aquello que hubo de más regional y sano en el continente europeo fue la Europa antes del Renacimiento. Un poco los Países Bajos, el antiguo reino de Lotario, hecho de ciudades libres, feudos y pequeños reinos, y así quedó hasta el fin, con un regionalismo muy marcado.

En el periodo de Brasil-colonia se trabajó para la centralización

En el Brasil, la formación de bloques aislados habría dado, mutatis mutandis, regionalismos contra los cuales también hubo el intento de liquidarlos. Portugal fundó aquí las Capitanías, las cuales dieron en fracaso porque la nobleza a quien fueron concedidas deseaba vivir en Lisboa. Ya no era la nobleza feudal, mas la de los tiempos modernos, del siglo XVI, que quería hacer navegaciones fabulosas, no obstante no se establecía en los lugares por donde navegaba. En general, los nobles volvían a Portugal, no pedían ser virreyes vitalicios y hereditarios en algún lugar que ellos descubriesen, ni el rey lo permitía.

La tendencia del monarca era de hacer de aquellos Estados todos una monarquía absoluta, unitaria, con cada conquista portuguesa funcionando a manera de provincia.

Goa

Tomemos, por ejemplo, Goa, Damán, Diu, enclaves portugueses en la India. Para la óptica portuguesa absolutista son provincias. El rey enviaba un gobernador para Goa como mandaba para Beira. También en Mozambique y Angola fue así. De esa manera el regionalismo no se desenvuelve, porque en cuanto no haya élites regionales no hay regionalismo. Y este sistema no era enteramente impeditivo, pero creaba grandes obstáculos a la formación de élites regionales.

El Brasil tuvo un gobierno general, después fue dividido en dos gobiernos generales, y más tarde volvió a tener un único gobierno general que, por fin, se transformó en virreinato. Todo esto mandado hacer sucesivamente por Portugal, a partir del Paso de Belém.

Las Capitanías fueron lentamente absorbidas, mientras el mismo pueblo, en Lisboa, iba “comiendo” los regionalismos dentro del propio Portugal.

Entonces, en el periodo del Brasil-colonia, tuvimos un primer trabajo para centralizar, al revés de estimular los regionalismos que, a pesar de todo esto, de algún modo se fueron formando al punto de no haber sido posible describir las diferencias entre los diversos Estados brasileros. Mas esas diferencias existían a manera de vestigios que no tomaron la fuerza necesaria.

Analicemos ahora como estaban esos vestigios cuando Brasil fue declarado independiente.

La nobleza de la tierra

Proclamado el Imperio, el propio hecho de Brasil ser monarquía hizo que las partes más conservadoras, las élites más marcadas, nacidas del suelo mucho más que venidas de Portugal, fueran formando la tal “nobleza de la tierra”, que se distinguía, pero no se separaba de la nobleza del reino. Esta era constituida por los nobles venidos de Portugal, a veces miembros pobres de las familias de la nobleza, que venían al Brasil y tenían fuero nobiliario, con todos los privilegios de esa condición. La nobleza de la tierra no descendía de los nobles del reino, mas se ennoblecía por el hecho de que durante algún tiempo, tenían la dirección de uno de esos bloques sociales. Esta, sin embargo, miraba mucho más hacia Rio de Janeiro, donde estaba el trono imperial.

Y en este sentido la monarquía entró como un factor de centralización.

Cito dos casos característicos: Pernambuco y Bahia. Cada uno constituye un polo y, si no fuese la monarquía, habrían llevado una vida mucho mas centralizada en sí mismos y, por lo tanto, más regional, cultural y psicológicamente autónoma.

La existencia de una corte en Rio de Janeiro hacía que todas esas élites mandasen a sus mejores hombres, sus mejores inteligencias para relucir allí, y las damas más elegantes para frecuentar la corte, considerándose provincia y no tan elevadas en comparación con el modelo que veían nacer en la capital. Este fue un factor nocivo para la Contra-Revolución.

Sentido descentralizador de las monarquías medievales

Las monarquías medievales tenían un sentido descentralizador muy fuerte. Según la concepción de aquella época, cuando un rey poseía varios hijos era preciso dar un gran feudo para cada uno, desmembrado de las propias tierras del monarca. Así, a medida que la dinastía iba mudando, el país se multiplicaba en nuevos feudos, porque quedaba feo un príncipe ser como es hoy, por ejemplo, el Duque de York, que tiene tanto que ver con York cuanto cualquier ingles que esté recorriendo una calle de Londres. Quiere decir, un titulo meramente verbal, no existe en la práctica un Duque de York.

En la monarquía medieval, no. El noble iba a un determinado lugar a fin de abrir allí un foco de vida, más o menos como en la Iglesia, hasta treinta o cuarenta años atrás, cuando se dividía una diócesis y se nombraba un obispo para la parte que se tornara una nueva diócesis, la cual pasaba a constituir un nuevo foco de vida religiosa.

A partir de la Revolución, todas las monarquías fueron centralizadoras. La menos centralizadora fue la austríaca, mas asimismo muy centralizadora en comparación con las medievales.

Es la regla de la Revolución, procurando por todas partes resultados como estos: en Europa las grandes ciudades y las regiones homogeneizadas. En América del Sur, cortar la formación de las élites regionales y de los regionalismos, para que estos fueran muriendo de a poco, con vistas a una república universal.

El proceso por el cual todas las naciones europeas sufrieron una especie de evanescencia de sus fronteras internas y constituyeron bloques cohesivos y anónimos, como cuadraditos de azúcar, llevó al Mercado Común Europeo. Es la conclusión.

Se podría levantar una objeción: hay en lo que estoy diciendo una concepción tan apasionada y lírica del regionalismo, que podría preguntarse si eso no conduce, de algún modo, a la autogestión. Al final de cuentas, ¿cuál sería la evolución bien hecha de la Edad Media?

Evidentemente, no es la transformación en corpúsculos inviables. Sería una caricatura, donde el presidente de la cooperativa hace el papel de marqués. Si así fuese, estaría todo estropeado.

A mi ver, si consideráramos los reyes santos y rectos y estudiáramos las tendencias de sus reinos, comprenderíamos lo que era el espíritu católico que germinaba allí, y cómo esta germinación fue truncada.

Sano regionalismo

A final de cuentas, ¿qué es el sano regionalismo y a partir de qué momento una unidad se diversifica? ¿Hasta qué punto esa diversificación es exagerada y debe volver al unum? En ultimo análisis, ¿cuál es el futuro de la regionalización? ¿Ella conduce a qué?

Así como la gracia produce entre las personalidades de cada uno de nosotros una afinidad en función de una vocación común, y por más que esas personalidades sean afines, son y deben ser distintas, ella también actúa en las naciones y regiones, determinando movimientos diversos que influyen en la forma en que la sociedad se estructurar, organiza y camina para su propia perfección, lo que a su vez, es el reflejo de la vida espiritual de la sociedad.

El modo de ser de la santidad de la nación determina la forma y el grado de diversidad de manera a establecer el equilibrio entre las tendencias centrípetas y centrífugas que, vistas no como antagónicas, mas complementarias, constituyen la armonía.

De ese modo, siempre habría a partir del regionalismo y del feudalismo una línea de progreso que no sería centrífugo, ni una traición a la unidad, sino una multiplicidad que fuese la plena fructificación de la unidad, vuelta más fuerte, y un estilo de relación que dependería de la forma de virtud, del matiz de vida espiritual y de santidad para la que cada pueblo fuese llamado.

En efecto, pongan la fidelidad plena a la gracia y el problema se resuelve. Sin embargo, no se soluciona apenas por la fidelidad a la gracia. Es preciso que haya un arte de gobernar por donde quien gobierna perciba cuál es el punto de llegada, cómo se conjugan la gracia y la naturaleza en determinado lugar, y cómo la gracia está actuando allí, para discernir proféticamente, con claridad, los próximos pasos. Por cierto, un futuro que ni siempre se ve como va a ser, mas para el cual la buena dinastía o la buena sucesión de gobiernos de élite tienden constantemente. Más que cualquier otra cosa, gobernar es tener ese orden y ese equilibrio en escena.

Entonces nosotros comprendemos que el arte de gobernar se hace estimulando el movimiento de la gracia y de la naturaleza en el lugar gobernado, de manera a estimular la práctica de las virtudes por la correspondencia a la gracia que irriga la naturaleza, y haciendo que aquello camine por un dinamismo propio.

Esto es ser conservador y, al mismo tiempo, promover el progreso, en el mejor sentido de la palabra.

Con todo, el gobierno comporta otra cosa: el arte de corregir. Porque no se trata de una federación de ángeles, sino de gente continuamente tendiente a pecar, a errar.

Por tanto, el arte de gobernar debe entrar en lucha con- tra el mal, percibirlo, ver hacia donde camina, aplastarlo; y cuando se volvió tan fuerte, por falta de virtud de los ciudadanos, que no es posible expulsarlo, conducir contra él una lucha en la cual, si no se pudiere combatirlo de frente, se convive con él debilitándolo, creándole condiciones opuestas, realizando hábiles políticas contra él, mas procurando liquidarlo de todos los modos.

De esos dos elementos se hace el camino histórico de un pueblo, y él toma la fisonomía deseada por la Providencia.

El Brasil ideal

Así quien esté gobernando debe tender continuamente, en la medida de lo posible, hacia un punto ideal, y para eso precisa conocer muy bien ese punto, aunque sólo se realice esporádicamente en la Historia. Pero es bueno que ese punto ideal sea una meta difusa en el alma de los pueblos, con vistas a hacerlos tender de algún modo hacia eso. En otros términos, ese orden ideal, que existe habitualmente apenas de un modo incompleto e irregular, precisa ser conocido para que los buenos tiendan hacia allá.

Hay un plan de Dios que resulta de una cierta situación natural y de un cierto “equipamiento” sobrenatural. Estos dos factores, encontrándose, tienen un dinamismo propio que camina en una cierta dirección. El secreto es conocer el mecanismo interno de ese dinamismo y ayudarlo esti-
mulando, protegiendo y corrigiendo eventuales desvíos, no el dinamismo en sí, porque este es bueno .

Por eso, al tratar del Brasil debemos pensar en un Brasil ideal. Ese Brasil ideal no se hace leyendo en las bibliotecas europeas, mas imaginando, en esos varios esbozos de alma que el Brasil tuvo, cómo sería el soplo
de la gracia y la perfección del local, para después intentar imaginar, con alguna probabilidad, lo que podría ser, en ese Brasil, la armonía entre la unidad y la variedad, qué favorecer y qué combatir, cuál es el contra Brasil amarrado al Brasil, el “Brasil viejo” acoplado al “Brasil nuevo”- en el sen-tido espiritual que da San Pablo respecto del hombre viejo y del hombre nuevo (cf. Ef. 4, 22-24) -, y cómo hacer el crecimiento del Brasil en el orden temporal como fruto de la conjugación de esto con el orden espiritual.

Entonces, considerando así esos varios Brasiles, se va elaborando una escuela de pensar, de vivir, de hacer el bien, de combatir el mal, una escuela de rezar. 

Extraído de conferencia del 19/6/1987

Notas
1 Por Revolución el Dr. Plinio entendía el movimiento que desde hace cinco siglos viene demoliendo a la cristiandad y cuyos momentos de apogeo fueron las grandes cuatro crisis del Occidente cristiano: el protestantismo, la Revolución francesa, el comunismo y la rebelión anarquista de la Sorbona en 1968. Sus agentes impulsores son el orgullo y la sensualidad. De la exacerbación de esas dos pasiones resulta la tendencia a abolir toda legítima desigualdad y todo freno moral. A su vez, denominaba a la reacción contraria a ese movimiento de subversión como Contra-Revolución. Estas tesis están expuestas en su ensayo Revolución y Contra-Revolución (cf. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. 5.ª ed. São Paulo: Retornarei, 2002), publicado por primera vez en la revista mensual de cultura Catolicismo en abril de 1959.

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