La continuidad de acción existente en el Cuerpo Místico de Cristo se verifica también en el cuerpo místico de Satanás. Entre las herejías hay un encadenamiento en el error teológico del panteísmo y del naturalismo, y en el error social del socialismo y del comunismo. Y, por tanto, una solidaridad del espíritu herético a través de los siglos.
No es el discípulo mayor que el maestro, ni la suerte de los hijos de Dios superior a la que fue reservada a la Iglesia, la cual, según las palabras del Redentor, sería perseguida por las potencias de la tierra, dilacerada por herejías y cismas, y que habría escándalos en su seno, creciendo la cizaña junto con el trigo. Si la Iglesia no fuera divina, no podría subsistir a la rudeza de esos golpes. Si no fuera la gracia de Dios seríamos devorados por el príncipe de este mundo, por la prudencia de la carne, ese monstruoso compuesto de malicia y de iniquidad.
Herejía de los judaizantes y maniqueos
Y así como en la vigencia del Antiguo Testamento vemos la confusión social, el comunismo y el cesarismo totalitario como consecuencia del “non serviam” de Lucifer, como consecuencia del naturalismo y del panteísmo, del mismo modo vemos a partir del Nuevo Testamento que todas las herejías, cualquiera que haya sido su punto de partida, sus variados nombres y sus variadas formas, todas tienen en común el hecho de deformar el dogma de la Encarnacion del Verbo y, por vía de consecuencia, resbalar para el panteísmo, el fatalismo, el comunismo.
Al lado de la Iglesia naciente, vemos insinuarse la herejía de los judaizantes o ebionitas. A ella se refieren San Pedro y San Pablo en sus epístolas. Eran judíos cristianizantes o cristianos judaizantes. Se distinguían del resto de los judíos porque reconocían en Jesucristo al Mesías; se separaban de los cristianos porque no admitían la divinidad del Salvador. Negaban, por tanto, el dogma de la Encarnación y adoptaban el panteísmo oriental, según el cual el Mesías era el más elevado de los espíritus emanados de Dios. Hasta aquí el error religioso.
No les faltaba, sin embargo, el error social. Profesaban la comunidad de bienes, no como un consejo, sino como una prescripción que falsamente imputaban a los Apóstoles. Permitían, además, la poligamia. Y vemos así que, desde los primeros días del Cristianismo, la negación del dogma fundamental de la Encarnación se caracterizó por el panteísmo y por el comunismo.
Lo mismo podemos afirmar de los gnósticos de quienes provinieron los maniqueos. Negaban, como los ebionitas, el dogma de la Encarnación. La diferencia, sin embargo, es que mientras aquellos negaban la divinidad de Cristo, estos negaban su humanidad. Practicaban la doctrina panteísta de la emanación, de fondo oriental, el panteísmo de la materia, principio irradiador del mal; y el panteísmo del espíritu, cuyo principio irradiador era el bien. Profesaban así, el horror de las cosas materiales y se apartaban de los bienes terrenos, como apego a un mal principio.
Pero como todas las sectas que osan reprobar la unión legítima de los sexos y la legítima propiedad de los bienes, cayeron en las peores torpezas y en la más crasa subversión del orden social: eran verdaderos socialistas y comunistas. Sus inscripciones, descubiertas en el siglo pasado en la Cirenaica, nos dan un valioso testimonio de las ideas de estos gnósticos maniqueos. Una coloca en el mismo plano a Thot, la divinidad lunar de los egipcios, Kronos, Zoroastro, Pitágoras, Epicuro, el persa Mazdac, Juan y Jesucristo, afirmando que todos ellos unánimemente enseñaron la comunidad de toda propiedad. La otra inscripción dice: “La comunidad de todos los Bienes y de las mujeres es la fuente de la justicia divina, y la perfecta felicidad para los hombres buenos sacados de la población ciega”.
Nestorianismo e islamismo
Lo mismo podríamos decir de los patripasionistas, del arrianismo, del nestorianismo y de otras herejías del período de la definición de los dogmas.
Para evitar la monotonía, citemos apenas el ejemplo del nestorianismo. Todas las herejías precedentes habían puesto en duda la existencia, ora de la divinidad, ora de la humanidad de Jesucristo. El nestorianismo vino a explorar otro filón herético, aquel que no más tocaba en la existencia, sino en las relaciones naturales y en las operaciones recíprocas de las dos naturalezas existentes en el Salvador. Fue, por tanto, atacada la unidad de la Persona, como había sido la dualidad de la naturaleza.
Nestorio, Arzobispo de Constantinopla, afirmaba que había dualidad de Persona, como había dualidad de naturaleza. Según él, había en Cristo dos personas colocadas una al lado de la otra, unidas exteriormente y moralmente. Se escandalizaba de la denominación de Madre de Dios, dada universalmente a María, y sostuvo que se debía decir simplemente Madre de Cristo, y que el hombre nacido de Maria debía ser denominado Teóforo, el que lleva a Dios, como templo en que Dios habita. Por tanto, la Encarnación no era nada más que una simple habitación del Logos en Cristo, lo que equivale a decir que el Verbo Eterno no se había hecho hombre. Procedía esta herejía del maniqueísmo, y como los errores a que dio causa, sobre todo después de desarrollados por Eutiques, desembocó en el primitivo gnosticismo panteísta.
Pasemos, sin embargo, a la Edad Media. Podemos decir que la Cruz y el creciente son bien los símbolos representativos de la lucha entre las dos Ciudades en esa fase de la Historia. Santo Tomás de Aquino, con la Suma contra los gentiles, y Carlos Martel deteniendo por la espada el avance de los infieles en la Europa cristiana, son sus hombres representativos. Ahora bien, el islamismo se estableció, sobre todo, a costa del arrianismo, del nestorianismo y del eutiqueísmo que infestaban la Iglesia en Oriente.
He ahí, una vez más, a las herejías combatiendo el dogma de la Encarnación del Verbo y de la Maternidad
divina de Maria, y abriendo las puertas a la barbarie, portadora del deísmo fatalista y del envilecimiento de la mujer.
Plan de la Redención y plan de perdición
Del Oriente los restos de estas sectas gnósticas suben a Europa, y comienzan a infestar con sus doctrinas a Bulgaria, a Croacia y a Dalmacia. Penetran en las caravanas de peregrinos de Hungría y no tardan en surgir en Italia y en el sur de Francia. Estos llamados búlgaros pasan al territorio de los albigenses. Y henos delante del segundo gran frente de combate contra los enemigos del dogma de la Encarnación y del orden social, en la Edad Media.
Los albigenses profesaban el mismo panteísmo dualista de los maniqueos. Rechazaban el dogma de la Encarnación del Verbo, negando la igualdad de las tres Personas divinas, como los arrianos; rechazaban también la humanidad de Jesucristo, reduciéndola a un puro fantasma, con los docetistas y seguidores de Eutiques. Demostraban gran odio contra la Iglesia, contra la Tradición, contra los Sacramentos, contra la intercesión de los Santos, contra el Avemaría, contra el culto de las imágenes, contra todo, en fin, que les pudiese recordar el misterio de un Dios que se hizo Hombre, supremo objeto del culto católico.
Y es casi excusado decir que cayeron en los mismos errores sociales. La propiedad, la justicia, el matrimonio y la jerarquía social no fueron menos combatidos por ellos que la Religión. En ellos encontramos también el germen del comunismo.
A esta altura conviene señalar otra característica común de esas herejías a través de la Historia. Es el misterio de sus sociedades, de sus juramentos, de sus símbolos, de su fraternidad subterránea.
San Agustín describe las ceremonias secretas de los gnósticos maniqueos, en que tomara parte en su juventud. Reproducen ellas las prácticas aún hoy seguidas por las sociedades secretas. Los historiadores de la herejía albigense y de los templarios también nos esclarecen sobre esas iniciaciones secretas.
Y si hay continuidad de acción en el Cuerpo Místico de Cristo ¿por qué no habrá esa misma continuidad en el cuerpo místico de Satanás? Si hay un plan de Redención, ¿por qué no habrá una simple caricatura que será el plan de perdición?
Este encadenamiento de las herejías en el error teológico del panteísmo y del naturalismo, y en el error social del socialismo y del comunismo, ¿no está indicando su filiación subterránea, más de una vez comprobada por la solidaridad del espíritu herético a través de los siglos?
(Extraído de O Legionário No. 701, 13/1/1946)