
Al cisne le basta ser él mismo y vivir en el encanto de sus plumas blancas, en la elegancia de su cuello delgado, con su mirada tan distinguida y porte tan noble, moviéndose sobre el agua con la naturalidad con que el hombre camina sobre la tierra.
Plinio Corrêa de Oliveira
En un cisne que se desliza sobre las aguas, es encantador contemplar su autosuficiencia. Él no necesita nada ni a nadie para flotar como una espuma.
No necesita compañía o distracción. Le basta ser él mismo y vivir en el encanto de sus plumas blancas, en la elegancia de su cuello delgado, con su mirada tan distinguida y porte tan noble, moviéndose sobre el agua con la naturalidad con que el hombre camina sobre la tierra. Este, sin embargo, hace fuerza para caminar.
El cisne no; se desliza lentamente con un pequeño intercambio de patas, las cuales no aparecen porque son feas. Así, de él sólo se ve la belleza. ¡Oh, sabiduría de Dios!