El ideal de Caballería. Parte I

Publicado el 10/10/2021

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El principal elemento del ideal de Caballería es el alto sentido por el cual el caballero combate: la Santa Iglesia Católica y la Civilización Cristiana. Por el sentido católico el verdadero caballero discierne la necesidad más preeminente de la Iglesia y lucha por ella. Uno de los rasgos más característicos del caballero es el gusto por el riesgo que lo hace, por así decir, tocar en Dios.

Plinio Corrêa de Oliveira

La palabra “Caballería” trae consigo una serie de resonancias heroicas y brillantes. Al hablar sobre ella, tenemos la impresión de oír el tropel de varios caballos que siguen garbosamente rumbo a la aventura y al adversario.

Un hombre que alcanzó su plenitud

Arriba del caballo, naturalmente, el caballero. Nosotros lo imaginamos un hombre que realiza el siguiente estado de espíritu: se lanza sobre desconocidos, en dirección a la lucha y a los riesgos.

Está encantado con lo que hace, aunque le pueda ocurrir las peores cosas: ser herido, muerto, quedar estropeado para la vida entera. Sin embargo, va alegre a esa aventura, porque desea la victoria de un ideal y anhela ser cercado de una gran gloria. El caballero nos parece, desde ese punto de vista, el hombre que alcanzó su plenitud.

Hay una forma de admiración por el caballero que no se tiene por todas las otras plenitudes que el hombre pueda realizar. Por ejemplo, la plenitud de la sabiduría de quien alcanza una gran ciencia, del sentido diplomático, del tacto político, del gusto artístico o de la oratoria. Ninguna de esas plenitudes parece tener importancia cuando las comparamos con la del caballero que parte para la Cruzada habiéndose marcado el pecho con una cruz, la cabeza protegida por el yelmo de metal plateado y rematado por un penacho, portando el escudo y ciñendo la espada, y sobre quien bate el Sol mientras avanza para la lucha.

¡Este parece realizar la plenitud humana de un modo insuperable!

El ideal de la Caballería: la Iglesia Católica

Podríamos preguntarnos qué hay de tan extraordinario en el ideal de Caballería para entusiasmar a tantos hombres a lo largo de la Historia. Aún hoy, cuando se quiere hacer el elogio de alguno, afirmando de él que es un hombre completo, en el sentido más noble de la palabra, se dice que es un perfecto caballero. O sea, él es al mismo tiempo valiente y cortés, condes cendiente, amable, lleno de bondad, pero valiente, audaz y seguro de sí.

Se podría decir que la noción de Caballería está para nosotros como el penacho para el yelmo del caballero. El yelmo puede ser de lo más bonito pero sin el penacho flotando al viento no realiza toda su belleza. Así también, todos nuestros ideales pueden ser comparados a un yelmo. Entretanto, el penacho es el ideal del caballero.

¿Qué es, precisamente, el ideal de Caballería? Su principal elemento es el alto sentido por el cual el caballero combate. El es antes de todo un católico apostólico romano, vive para la causa de la Iglesia y quiere que ella venza.

Sin embargo, no se trata de un querer cualquiera. No es, por ejemplo, como un misionero, un predicador, un individuo que se preocupe con el arte sagrado. Todas esas cosas son excelentes para la causa de la Iglesia, pero el caballero es aquel que considera cual es la mayor de las necesidades de ella en el presente momento y la atiende.

Así, en el tiempo de las Cruzadas, vemos que la lucha contra los
mahometanos constituía una necesidad primordial. ¿De qué valdría tener universidades, construir catedrales, castillos, hacer una civilización espléndida, si los mahometanos entrasen y derribasen todo? No habría servido de nada. O sea, las luchas contra los moros era un punto de importancia tal que todo el resto dependía de esto. Si en esa lucha los católicos venciesen, todo se podría esperar; si no venciesen, todo se perdía.

El caballero es dotado de una particular forma de sentido católico que lo lleva a tratar de la causa esencial, ir directamente a lo más importante, a lo más exacto y allí aplicar sus recursos. Es un hombre que se dedica a la salvación pública y a lo que es supereminente dentro de la causa católica.

El gusto por el riesgo y por el sacrificio

Otro elemento esencial dentro de la Caballería es el gusto por el riesgo..

El caballero lucha por su vida, pero no duda en exponerla por la causa a la cual sirve. Es el héroe católico que va de encuentro a la muerte para defender la Iglesia y la Civilización Cristiana en aquello que ella más necesita. Se tiene, así, la idea de Caballería perfecta. Esta noción del gusto por el riesgo, por el sacrificio precisa ser especialmente acentuada, porque en ella encontramos el rasgo más característico del caballero.

De suyo, el hombre tiene pánico del riesgo. El instinto de conservación y el sentido común lo llevan a preservarse. Cualquier persona colocada frente a un peligro tiene miedo y razonablemente procura huir. Alguno con mucho heroísmo puede hasta enfrentar al adversario o el peligro con resignación. Por ejemplo, durante una epidemia de meningitis, cuidar de personas que contrajeron esta enfermedad contagiosa es un acto de coraje, porque la enfermedad puede matar a quien está cuidando a los demás. A pesar de eso, la persona puede ir resignadamente a tratar de los afectados por la meningitis.¿Un caballero va resignadamente a la guerra? No. Más que una resignación, ¡él tiene una euforia, una alegría! ¿Cuál es el fondo de esa euforia del caballero con el riesgo? ¿Cómo un peligro puede transformarse en una alegría para un hombre?

Al final de la vida, todo ser humano debe dejar esta Tierra e ir al Cielo.

Todo hombre siente en sí la condición de criatura contingente y sabe que va a morir. La muerte es inherente a la naturaleza humana, así como respirar, comer, dormir. El hombre precisa morir, y en esto hay un dictamen de la Sabiduría Divina. Por naturaleza, Adán y Eva eran mortales. Dios les concedió la gracia de la inmortalidad por un don gratuito.

Cuando, en castigo por el pecado, el Creador retiró de ellos ese don, pasaron a estar sujetos a la muerte.

Caín mata a su hermano Abel

El primer hombre que murió fue Abel, asesinado por Caín. Después, los otros comenzaron a morir por enfermedades, accidentes y por todo cuanto mueren los hombres.

Si Adán y Eva no hubiesen pecado, ¿cómo habría sido el fin de su vida? Habría sido, al pie de la letra, una apoteosis, una glorificación. Ello irían subiendo de virtud en virtud, y cuando hubiesen alcanzado la perfección para la cual fueron creados, Dios los llamaría a sí para el Cielo, y ellos se elevarían a los ojos de todos los descendientes en una fiesta paradisíaca extraordinaria y pasarían del Paraíso terrestre al celeste.

Un cruzado paracaidista que lucha y se inmola por Dios

Cuando el hombre sabe que está corriendo riesgo con esta finalidad, el peligro es como que raspar en la Divinidad, sentirse envuelto ya en Dios por todos lados para eventualmente ser cogido por Él de cualquier forma y en cualquier momento.. Es el modo por el cual el hombre se eleva encima de todo lo contingente y transitorio, y comprende que la única cosa válida es Dios y aquello que es eterno. Ese estado de espíritu es de una altura, una pureza, una nobleza que no se compara con nada.

Se puede entender, por estas consideraciones, la belleza de lo que sería un paracaidista cruzado en nuestro siglo. Se abre la puerta del avión, veinte hombres saltan al vacío. El paracaidista queda esperando que el paracaídas se abra – hay casos en que no se abre – y va descendiendo hacia el abismo. Por debajo, vienen los tiros de la ametralladora y los chorros de luz para iluminarlo y matarlo.

Él cuelga de un hilo y la muerte lo cerca, así como el viento, con aquel aire muy puro de las alturas, que lo inunda por todos lados. En ese momento, él siente que está en contacto con Dios, casi raspando en Él.

La belleza fundamental de eso es- tá en esta especie de “vecindad” de Dios, que casi lo coge, mientras el paracaidista va diciendo: “¡Sí, sí, sí!”

Él sabe que está realizando dos actos sublimes: luchando e inmolándose por Dios. Este héroe es una víctima en las manos del Creador. De lo alto del Cielo los Ángeles acompañan los movimientos de la lucha y del cuerpo suyo, van sonriendo y cantando, dando gloria a Dios por la decisión que ese valiente tiene de aceptar la muerte. Si muere, es llevado a lo alto; si no muere, él es como quien ya transpuso los umbrales de la vida y podrá decir para sus descendientes: “¡Niños, yo ya estuve cerca de la muerte!”

¡Eso tiene una ma- jestad! Equivale a decir: “¡Yo estuve cerca de Dios!”. De otro lado, hay una belleza especial en ese correr el riesgo: a veces la persona presiente que Dios no quiere que muera.

Ella querría, estaría dispuesta a ceder su vida, pero como no es la voluntad divina, ella misma siente aquella especie de confianza de que, en medio de mil peligros, Dios va a protegerla. Esta mezcla de riesgo y protección, este sentido de que la persona está en las manos de Dios y de que Él la ayuda es todavía una forma de tocar en el Creador.

Tanto en el peligro como en la muerte se toca en Dios. Sin embargo, en el primero “raspamos”, como que lo tocamos a Él con la mano, sin entrar definitivamente en su seno. Mas, de cualquier forma, para el verdadero católico el riesgo y la muerte son me-dios con los que nuestra alma se eleva espléndidamente a Dios. Son estados de alma de grande unión con Él. Ahí está exactamente la belleza del riesgo y de la muerte.

Extraído de conferencia del 3/8/74

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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