El legado de San José

Publicado el 03/10/2024

La honra de esta humilde vara, testigo tácito de elevados misterios, supera con creces el brillo de los más ricos cetros del mundo.

Hna. Diana Milena Burbano, EP

Príncipe de la Casa de David y depositario de todas las promesas divinas hechas a lo largo de los milenios… Sin embargo, ¡con cuánta sencillez vivió el padre virginal del Hombre-Dios, poseedor de tan augustos títulos!

La iconografía, generalmente, lo representa portando una vara despojada de cualquier adorno, salvo los habituales lirios. Hubo patriarcas y profetas que marcaron la historia con sus cayados: conocidos son, por ejemplo, los portentos realizados por el bastón de Moisés (cf. Éx 7-10) o el oráculo divino manifestado por Zacarías rompiendo sus dos cayados (cf. Zac 11, 7-14). Por otra parte, en todas las épocas, los potentados ostentaron lujosos cetros, de marfil u oro, con incrustaciones de piedras preciosas. José no. Pero no por eso su bastón es inferior en gloria a todos los demás.

En efecto, la honra insondable con la que Dios quiso rodear esta vara, testimonio tácito de elevados misterios, supera con creces el brillo de cualquier bastón, por más refinado que sea.

Si glorioso fue Moisés abriendo con su vara el mar Rojo, mucho más glorioso fue José guiando con su cayado a la Sagrada Familia en la arriesgada travesía del desierto, guardando la infancia del Niño Jesús, sosteniéndole en sus primeros pasos. ¿Quién sabe si, en las incertidumbres del día a día, al contemplar a su esposo con el bastón en sus manos, la Virgen Santísima no recordaría el salmo: «Tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan» (22, 4)?

¡Con cuánto cuidado habrían conservado Jesús y María esta bendita reliquia, cuando el Santo Patriarca cerró definitivamente los ojos a esta vida! ¡Qué esperanzas no debieron albergar con respecto del futuro de la Iglesia al ver aquella vara con la que José los había guiado siempre de un modo tan victorioso! ¡Cuánta seguridad no inspiraría a la orfandad del Creador y a la viudez de la Reina del universo, que aún sufrían en este exilio!

Muchos objetos pertenecientes a la Sagrada Familia se han perdido a lo largo de los tiempos. El bastón florido de San José, no obstante, aún hoy se conserva entre nosotros, en una iglesia dedicada a él en Nápoles. Quizá la Providencia lo haya permitido para que el cayado permaneciera como legado de su protección victoriosa para con cada fiel, así como guio las primicias de la salvación, Jesús y María.

Al «vencedor», el Señor le prometió en el Apocalipsis darle poder sobre las naciones para regirlas con «cetro de hierro» (2, 26-27). Contrariamente a la idea equivocada de que se refiera a una tiranía, esta recompensa evoca el papel de un verdadero padre, que ofrece, con su autoridad, toda la firmeza, estabilidad y fuerza a la existencia de sus hijos.

¿Cuál será entonces el premio reservado a José, cuyas obras, amor, fidelidad, generosidad, paciencia y constancia (cf. Ap 2, 19) fueron tan perfectos a los ojos de Dios? ¿Y qué portentos manifestará aún el Protector de la Santa Iglesia a la humanidad, habiendo vencido a las fuerzas del mal en el tiempo y en la eternidad? ¿Tendrá poder sobre los acontecimientos de la historia, junto con su divino Hijo y su Santísima Esposa?

La devoción a San José no puede ser considerada jamás una más entre otras. Es fundamental para todo aquel que quiera ser verdaderamente de Nuestro Señor Jesucristo y de Nuestra Señora. Su cayado constituye, pues, para nuestros tiempos, ¡una prenda y una promesa de triunfo! Con él el Santo Patriarca nos guiará en nuestra peregrinación por este mundo y se apresurará a socorrernos en cualquier peligro.




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