El llamado de Dios

Publicado el 03/08/2023

En el hospital real había encontrado la respuesta a su anhelante búsqueda de servir al Señor dónde y como Él deseaba. La experiencia de sentirse contado entre quienes han perdido lo más estimable de la persona, la razón, le mostró con claridad cuál era el llamado de Dios y su misión: dedicarse en cuerpo y alma al cuidado de los enfermos y tratarlos como hijos, con amor, y no con palos y malos tratos.

Padre Ángel Peña. O.A.R

Dios vigilaba sobre su siervo hasta que llegó el momento oportuno para llamarlo a una gran misión.

El día del bienaventurado mártir San Sebastián (20 de enero de 1534) en Granada se celebraba una fiesta solemne en la ermita de los mártires y sucedió predicar un excelente varón, maestro en teología, llamado el maestro Ávila… y entre los fieles que asistieron acudió San Juan de Dios a oírle… Acabado el sermón, salió de allí como fuera de sí, dando voces, pidiendo a Dios misericordia y, en menosprecio de sí, se arrojaba al suelo, dándose cabezadas por las paredes, arrancándose las barbas y las cejas y haciendo otras cosas que fácilmente sospecharon todos que había perdido el juicio.

Panorámica de la ciudad española de Granada

Y dando saltos y corriendo con las mismas voces, comenzó a entrar por la ciudad, siguiéndole mucha gente y en especial muchachos gritando: “¡Al loco, al loco!”. Así San Juan fue pidiendo misericordia al Señor por las calles…, no cesando de llorar y dar gritos y pedir a Nuestro Señor perdón de sus pecados. Fue tanto lo que de esto hacía que, visto de personas honradas y movidas a compasión, considerando que no era locura, lo levantaron del suelo y, animándole con palabras amorosas, lo llevaron a la posada de San Juan de Ávila… San Juan de Dios se hincó de rodillas a sus pies y, después de haberle dado relación de su vida con grandes muestras de contrición, le manifestó sus pecados y le dijo que lo recibiese debajo de su amparo y consejo, pues por medio suyo le había el Señor comenzado a hacer tantas mercedes; que él, desde aquella hora, lo tomaba por padre y quería obedecerlo hasta la muerte.

San Juan de Ávila siempre fue un apoyo fundamental para San Juan de Dios y su obra

Y San Juan de Ávila lo admitió por hijo de confesión desde entonces y se ofreció a tener cuidado de él y aconsejarle.

A partir de ese momento y a lo largo de toda su vida, San Juan de Ávila lo tomó bajo su dirección espiritual. Se encontrarán los dos en distintos lugares como Montilla, Zafra, Almodóvar del Campo, Córdoba, Jaén, Baeza, Andújar, además de Granada.

Lo primero que le aconsejó San Juan de Ávila fue aprender a ser humilde y que podía seguir fingiendo sus locuras para humillarse más y asemejarse más a Jesús. Le dijo: Id en hora buena con la bendición de Dios y la mía. Salió Juan de Dios tan consolado y animado de las palabras y buenos consejos del santo varón que de nuevo cobró fuerzas para menospreciarse y mortificar su carne y desear ser de todos tenido y estimado por loco y malo, y digno de todo menosprecio y deshonra por mejor servir y agradar a Jesucristo…

Plaza de Bibarrambla en la ciudad de Granada, España

Saliendo de donde San Juan de Ávila fue a la plaza de Bibarrambla y, en un lodazal que allí había, se metió todo y se envolvió en él y comenzó a grandes voces a confesar delante de todos los que le miraban cuantos pecados se acordaba… Toda la gente, cuando vio esto, creyó que había perdido el juicio… Se daba tan buena maña en fingir la locura, que realmente fue de casi todos tenido por loco…

Y él, viendo castigar a los enfermos que estaban locos con él, decía:

— Jesucristo me traiga a tiempo y me dé gracia para que yo tenga un hospital donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de juicio y servirles como yo deseo.

Y así se lo cumplió nuestro Señor muy cumplidamente…

Pasados algunos días para poner en ejecución la voluntad y ansia que tenía de servir a nuestro Señor en los pobres y, pareciéndole ya tiempo, comenzó a mostrar que estaba quieto y sosegado y dar gracias a Dios con lágrimas y suspiros y decir:

—Bendito sea Nuestro Señor que ya me siento sano y libre

Y así luego le quitaron las prisiones y le dieron libertad.

Estuvo encerrado en el hospital unos tres meses y medio. Al salir del hospital con sus 39 años, ya tenía una idea clara de su misión: dedicarse en cuerpo y alma al cuidado de los enfermos y tratarlos como hijos, con amor, y no con palos y malos tratos.

Fachada del Hospital Real de Granada, fundado por los Reyes Católicos en el siglo XVI, donde San Juan de DIos estuvo encerrado. Actualmente es la sede de la Universidad de Granada

En el Hospital Real de Granada había encontrado la respuesta a su anhelante búsqueda de servir al Señor dónde y como Él deseaba. La experiencia de sentirse contado entre quienes han perdido lo más estimable de la persona, la razón, y con esto sentirse hundido en el pozo más hondo del desprecio y de la conmiseración, le recordó el camino recorrido por Cristo para conseguir rehabilitar a la humanidad: era necesario encarnarse en el mundo de la miseria humana, sufrir el desprecio de quienes se creen sabios y normales, para conseguir la rehabilitación de quienes recorren el camino de la enfermedad, la pobreza y la locura. Era necesario hacerse uno más de su grupo, para mostrarles que también ellos son personas e hijos de Dios.

Comenzó a vivir su nueva misión: Recogía leña y la vendía; con lo que conseguía, mal se alimentaba y daba el resto a los pobres. Su hogar eran los portales de las plazas y calles de Granada, compartiendo con los desheredados soles y fríos, amarguras y esperanzas. Decidió hacerse pordiosero para conseguir aliviar el sufrimiento y la miseria de sus hermanos.

Fachada principal del Monasterio Real y Santuario de la Virgen de Guadalupe en Cáceres, España.

A mediados de mayo de 1534, después de salir del hospital, San Juan de Dios viaja a Montilla y Baeza para entrevistarse con su director espiritual, el Padre Juan de Ávila y exponerle su deseo de visitar el santuario de la Virgen de Guadalupe con la finalidad especial de prepararse para su vocación de enfermero de Dios. En el santuario de la Virgen de Guadalupe, de la provincia de Cáceres, los padres Jerónimos tenían un complejo hospitalario modelo para aquellos tiempos.

San Juan de Dios

Quizás San Juan de Ávila le dio alguna carta de recomendación para que lo recibieran y le enseñaran todo lo posible para su misión futura.

Su viaje a Guadalupe fue muy sacrificado. En este camino padeció muchos trabajos de hambre, frío y desnudez, porque era en lo recio del invierno (de 1534) y él no llevaba dinero. Y con todo esto, por no ir ocioso, cuando llegaba al lugar donde había de comer o dormir, llevaba un haz de leña a cuestas y se iba derecho al hospital si lo había, y allí lo llevaba para los pobres; y luego se iba a pedir lo que le bastaba para mantenerse con mucha austeridad.

Llegado que fue a Guadalupe, entró en la iglesia de rodillas y, con mucha devoción y lágrimas, ofreció a nuestro Señor sus necesidades y le dio gracias por lo que había recibido, confesó y comulgó y estuvo allí algunos días en oración.

Según una antigua tradición de la Orden, la Virgen de Guadalupe se le apareció y le dijo:

—Juan, aprende a vestir a los pobres.

Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, de la cual tomaron los conquistadores españoles el nombre para designar la famosa aparición mariana ocurrida en el Virreinato de Nueva España, actual México, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531

Allí en el santuario tomó cursos de enfermería con los monjes del monasterio, pues sabía que para cumplir su misión no le bastaba su buena voluntad. Precisamente, en este monasterio se encontraba la mejor escuela de enfermería y farmacia que existía en aquel tiempo, al menos en la mitad sur de España.  Recibió lecciones prácticas de enfermería, farmacia, curaciones, cirugía, etc. Y todo ello le vino muy bien al fundar su hospital de Granada, donde puso en práctica todo lo aprendido.

No se sabe cuánto tiempo permaneció en Guadalupe. Algunos dicen que estuvo seis meses, otros que sólo un mes. Según el padre Jerónimo Francisco de San José, durante el tiempo de su permanencia, vistió el hábito de nuestros donados (como empleado seglar de los religiosos). El prior lo puso en el hospital para que ejercitase la gran misericordia y ardiente caridad que advertía en él para los enfermos.

Altar mayor del Monasterio de Guadalupe, – En el centro, la imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe. Cáceres, España

De Guadalupe, con todo lo aprendido y los deseos cada vez más insaciables de dedicarse a atender a los enfermos pobres, se dirigió primero a visitar a San Juan de Ávila, que estaba en Baeza, para darle cuenta de su estadía en Guadalupe. El Padre Ávila lo hizo descansar algunos días, pues llegaba muy cansado del viaje y, a continuación, le urgió para que volviera a Granada y allí tomara un confesor, dándole el nombre del Padre Portillo, para que no hiciera nada sin su consejo.

Tomado del libro, San Juan de Dios, enfermero de Dios, Capítulo 8; pp.12-16

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