El más excelente y noble sacramento

Publicado el 07/01/2022

Iniciemos nuestra devoción del Primer Sábado, meditando el 5° Misterio Glorioso: La Institución de la Sagrada Eucaristía. Tengamos presente en esta meditación que la Sagrada Eucaristía es un don hecho únicamente por amor. Nuestro Señor Jesucristo, sabiendo que era llegado el tiempo de sufrir su Pasión y Muerte para salvarnos, al darse a sí mismo como alimento nos dejó la mayor prueba de su infinito amor.

Composición de lugar:

Imaginemos el ambiente de la Última Cena, con Nuestro Señor y los apóstoles sentados en la gran mesa que les fue preparada para celebrar la Pascua. En el momento más solemne de la conmemoración, vemos la fisonomía de Jesús radiante y grave, mientras reparte el pan entre los discípulos, diciendo a todos que aquel era su propio Cuerpo dado en alimento para nosotros.

Oración preparatoria

Oh Madre y Reina de Fátima, que fuisteis el sagrario vivo en donde el Verbo Eterno se hizo carne y que después de nueve meses, lo disteis al mundo para nuestra salvación, alcanzadnos la gracia de aprovechar bien esta meditación. Que podamos recoger de ella los frutos de un creciente fervor eucarístico y un aumento constante en nuestra correspondencia al infinito amor que Dios tiene a cada uno de nosotros. Así sea.

Evangelio según San Marcos 14, 22-24

Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo».Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos”.

I- Para hacerse uno con nosotros

Afirma San Alfonso María de Ligorio que el efecto principal del amor, es procurar la unión con el objeto amado. Nuestro Señor Jesucristo justamente instituyó la Sagrada Eucaristía para unirse a nuestras almas. Después de darse a sí mismo como Maestro, Modelo y Víctima, para hacerse uno con nosotros, sólo le faltaba darse como nuestro alimento, así como el sustento se identifica con aquel que lo toma.

Fue lo que hizo instituyendo este Sacramento de amor, donde el Padre Celestial se vuelve uno con aquel que lo recibe, pero con una diferencia: el alimento terreno se transforma en nuestra naturaleza, mientras que en la recepción de la Eucaristía, somos transformados en la naturaleza de Jesucristo.

1- Unión verdadera y real

Nuestro Señor no queda contento al unirse a nuestra naturaleza humana, quiso, con este Sacramento, encontrar un modo de unirse a cada uno de nosotros y de poder ser todo de quien Lo recibe. San Francisco de Sales, a este respecto escribió: “En ninguna otra acción puede el Salvador ser considerado ni más tierno ni más amoroso que en esta, en la cual se aniquila, por así decir, y se reduce a alimento, a fin de entrar en nuestras almas y unirse al corazón de los fieles. En una palabra, porque Jesús nos ama ardientemente quiere unirse con nosotros por la Eucaristía, a fin de volvernos una cosa con Él, y su Corazón sea un sólo corazón con el nuestro. Y al mismo tiempo, ya lo diera a entender el propio Jesús: “Quien come mi carne permanece en Mí y Yo en él”.

Así, en la comunión, Jesús se une con el alma y el alma con Jesús, y esa unión no es mero afecto, mas verdadera y real. “Como dos pedazos de cera se mezclan –dice San Cirilo de Alejandría – así el que comulga se vuelve una cosa con Jesucristo”.

¡Oh infinita condescendencia de un Dios para con los hombres! Pero ¿Cómo es posible que los hombres no Lo amen y respondan con ingratitud?

¿Y yo, cómo he respondido a ese amor infinito de Cristo por mí?

2 –En la hora suprema, la suprema dádiva

Jesús quiso darnos este don en el tiempo de su muerte y no antes. ¿Porqué?

Porque, responde San Bernardino, el testimonio de afecto dado por los amigos en la hora de morir se imprime más profundamente en la memoria de los que lo recibieron y se conserva más preciosamente.

San Claudio de la Colombière decía: “A la pregunta como es que el pan se vuelve el Cuerpo de Jesús o cómo es que Jesús está presente en diversos lugares, respondo que Dios todo lo puede. Pero, si me preguntan como es que Dios puede amar al hombre al punto de darse como alimento, no sé responder a no ser que no lo comprendo, y que el amor de Jesús es incomprensible”.

Ahora, el amor incomprensible de Jesús por nosotros nos pide que correspondamos a Él con otro tanto de amor. Dios, dice San Bernardo, no ama sino para ser amado. Si pues el amor de Jesús está con nosotros y Lo llevó a sacrificarse todo por nuestro bien, también es justo que nos sacrifiquemos enteramente para gloria suya y Lo amemos tanto cuanto Él desea.

¿Será esta mi disposición?

II-El más excelente de los Sacramentos

El más noble y excelente entre todos los Sacramentos es el Santísimo Sacramento del altar. Los demás Sacramentos contienen los dones de Dios, mas el Sacramento de la Eucaristía contiene al propio Dios. Afirma Santo Tomás de Aquino que los otros Sacramentos fueron instituidos por Jesucristo a fin de preparar a los hombres para la recepción o administración de la Santísima Eucaristía, que es la consumación de la vida espiritual, pues de este Sacramento deriva toda la perfección de nuestras almas.

1-Siempre a la espera de las almas para atraerlas

¡Qué bello espectáculo debe haber sido ver nuestro Redentor, repleto de bondad y de amor, sentado a la orilla del Pozo de Jacob esperando la Samaritana, para convertirla y salvarla!

Con igual dulzura y bondad el Señor bajado del Cielo sobre los altares, se conserva día tras día en medio de nosotros, esperando e invitando a las almas a hacerlo compañía, al menos por algunos instantes, a fin de atraerlas a su perfecto amor.

Parecería que de todos los altares donde está presente el Sagrario, Jesús nos dirige ese apelo: “¿Hijos de Adán, porque huís de mi presencia? ¿Por qué no os aproximáis de Mí que tanto os amo y aquí estoy para vuestro bien?

¿Qué teméis? No es todavía como Juez que ahora estoy en la Tierra: en este Sacramento de amor me oculté únicamente para llenar de gracias y salvar a quienquiera que a Mi recurra.”

Entendamos bien: así como Jesucristo está en el Cielo siempre vivo para interceder a nuestro favor, así en el Sacramento del Altar Nuestro Señor se ocupa continuamente, día y noche, en ejercer en nuestro favor el caritativo oficio de abogado, ofreciéndose a Sí mismo como Víctima al Padre Eterno para obtener su misericordia y gracias sin número. Nuestro Señor está siempre dispuesto a hacernos bien, pero sobretodo es en la Sagrada Eucaristía que nos dispensa sus dádivas con mayor abundancia.

¡Feliz el alma que al pie del Sagrario, implora sus gracias a Jesús Eucarístico! Ella caminará a pasos largos rumbo a la perfección, afirma San Alfonso.

Y yo, ¿Soy también una de esas almas bendecidas?

2- Aproximémonos con frecuencia a la Eucaristía

Por lo tanto, para mantenernos siempre en unión con Jesucristo, aproximémonos frecuentemente y con las debidas disposiciones, a la Mesa Eucarística, pues es de este Sacramento que las almas reciben el fervor para

progresar en la santidad. Cuando comulgamos, imaginemos oír lo que Jesús dice un día a su querida sierva Margarita de Ypres: “Hija mía, ve la bella unión entre nosotros. Ámame, quedemos siempre unidos y nunca más nos separemos”.

Entonces, en la Santa Comunión, digamos al Señor: “quedemos unidos siempre y jamás nos separemos. Se que no Os separareis de mí, si yo no fuese primero a separarme. Por piedad, Señor, no permitas que yo me separe de Vos, como otrora lo hice por mi tan grande culpa. Oh María, Madre Santísima del Corazón Eucarístico de Jesús, interceded por mí junto a vuestro adorable Hijo y rogad a Él que me conceda la gracia de estar siempre unido a su Sagrado Corazón”.

III- Fuente de Santidad, consolación y paz.

Aunque la Sagrada Eucaristía sea fuente de todas las virtudes, tiene todavía, eficacia particular para abrasarnos en el amor de Dios que es el ápice de la santidad y de la perfección. San Vicente Ferrer dice que el alma saca más fruto de una sola comunión bien hecha que de una semana de ayuno a pan y agua. Y Santa Magdalena de Pazzi acrecienta que una solo comunión bien hecha es suficiente para hacer un santo. Y no puede ser de otra forma, pues el Verbo Eterno, que es el propio Amor, asegura que, venido a la Tierra, no tuvo otro intuito sino encender el fuego del amor. ¿Cómo será, pues, que el alma que se prepare dignamente para recibir en si este fuego de amor no quede consumida y abrasado por él?

1-Comulgar siempre, para mantener o alcanzar la perfección

Es un engaño muy grande el de aquellos que dejan de comulgar frecuentemente, porque se sienten fríos en el amor divino. Son como los hombres friolentos que no quieren acercarse al fuego porque no tiene bastante calor… San Francisco de Sales afirma que no hay nada comparable a la eficacia indecible de la Sagrada Eucaristía para proteger, fortalecer, consolar y, en una palabra, divinizar las almas cuando comulgan con fe, pureza y devoción.

Cuando más frio sintamos, si al menos deseamos amar a Dios, mas debemos aproximarnos de la Sagrada Eucaristía. Y si nos preguntasen porque comulgamos con tanta frecuencia, debemos responder con el mismo San Francisco de Sales: “Hay dos clases de personas que deben comulgar siempre: los perfectos, para mantenerse en la perfección y los imperfectos, para alcanzarla.”

2-Paz interior y prontitud en la práctica de la virtud

Es admirable la fuerza que este Sacramento nos comunica para vencer nuestras pasiones desodenadas y al mundo con sus vanidades. Fue en la recepción asidua de este Sacramento que los primeros cristianos absorbieron fuerza heroica para enfrentar las persecuciones y el martirio, en medio de atroces sufrimientos.

La Sagrada Eucaristía muestra sobre todo su poder irresistible al combatir por nosotros y con nosotros el infierno y en repeler todos los asaltos del demonio.

Afirma San Juan Crisóstomo que, viéndonos manchados de la sangre de Cristo en la Eucaristía, los demonios huyen y los ángeles se aproximan para hacernos compañía. De ahí proviene una profunda paz interior, una fuerte inclinación para el bien, la prontitud en la práctica de las virtudes, la facilidad en recorrer el camino de la perfección.

Conclusión

Mientras vivamos sobre la tierra, sufriremos angustias, tribulaciones y aflicciones. Tomemos el hábito de recurrir siempre a Jesús Sacramentado, por las manos de María Santísima, y encontraremos la paz que excede a cualquier gozo de los sentidos. Roguemos a Él que aumente en nosotros el fuego del amor a Dios para sufrir con serenidad todas las contrariedades. Si nos sentimos perturbados por causa de alguna falta, corramos a pedirle perdón y lo veremos siempre dispuesto a perdonarnos, a acogernos con las manos repletas de gracia y misericordia.

Que la Virgen Gloriosa de Fátima, modelo de alma devota a la Sagrada Eucaristía, infunda en nuestros corazones, un ardiente amor al Santísimo

Sacramento y nos alcance la gracia de estar siempre inclinados a recibir los dones infinitamente preciosos que su Divino Hijo concede a todos que de Él se aproximan en la mesa Eucarística.

Dios te Salve, Reina y Madre…

Referencia bibliográfica:

Basado en:

SANTO AFONSO DE LIGÓRIO, Meditações, volume I, II e III, Editora Herder e Cia., Friburgo, Alemanha, 1922.

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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