El mensaje de Fátima: conversión y oración

Publicado el 07/13/2021

Mons. João Clá Dias.

La conmemoración de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima hace más de 100 años siempre nos hace un gran bien al alma, pues nos trae a la memoria y, sobre todo al corazón, los pedidos que la Madre de Dios hizo a la humanidad en un momento crucial de la Historia. Convertirnos y rezar el Rosario, he ahí lo que María Santísima pide en Fátima, y nos pide hoy a todos sus hijos.

El 13 de mayo de 1917, por lo tanto, ocho días después de la convocatoria del Papa de la época, Benedicto XV, a una cruzada de oraciones, Ella aparece, según describe Lucía, con una edad entre los 15 y 18 años – ella no sabe con precisión –. Nuestra Señora tenía un vestido blanco hasta los pies, como está en esta imagen, cerrado hasta el cuello, con un cordón dorado y además un manto blanco que cubría desde la cabeza hasta los pies. Las manos estaban juntas en esa ocasión —porque Nuestra Señora aparece de dos formas: una presentando su Corazón Inmaculado, como está aquí, y otras veces con las manos puestas—, con un rosario entre las manos, tal cual está en esta imagen.

Nuestra Señora habla entonces con los pastorcitos. ¿Qué les dice? “¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todo el sufrimiento que quiera enviaros como acto de reparación por todos los pecados con que lo ofenden, y para pedir por la conversión de los pecadores?” Y los niños dicen: “Sí, queremos”. Por tanto, esa es la convocatoria de Nuestra Señora en la primera aparición. ¿Qué pide Ella? Víctimas, víctimas de holocausto, víctimas que se ofrezcan por la conversión de los pecadores y para reparar al Sagrado Corazón de Jesús por todos los crímenes y todas las ofensas.

Los niños decidieron no decir nada en casa, no decir nada a nadie. Pero Jacinta, que era la menor, no resistió y terminó contándole a estos y a aquellos, y el 13 de junio de 1917 se da la segunda aparición, donde ya aparecen unas cincuenta personas. Nuestra Señora revela en esa segunda aparición lo siguiente: “A Jacinta y a Francisco me los llevaré pronto al Cielo, pero tú vas a permanecer aquí algún tiempo. Jesús desea utilizarse de ti para hacer que me conozcan y me amen; desea establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado”.

Terminada esta aparición, Lucía vuelve a su casa y sus padres ya sabían perfectamente lo que había sucedido, porque habían estado allá: incomprensión en casa, dureza de parte de todos los familiares, no le dan oídos y la tratan con rudeza, y ella siente una objeción de parte de ellos. Los dos primos pequeños encuentran en su casa despreocupación, falta de fe, no conmueven a sus propios parientes.

En la sexta y última aparición, o si se quiere la penúltima, porque Ella prometió aparecer una séptima vez y no apareció todavía, es la última de toda la serie con vistas a una séptima. En esa aparición ya habían setenta mil personas de todos los puntos de Portugal.

Ella ahí declara su nombre oficial, diciendo: “Soy Nuestra Señora del Rosario” – Ella se presenta como Nuestra Señora del Rosario – “Y les pido que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra va a terminar”, dice Ella. De hecho, la guerra termina en 1918.

Ahí, Ella da el centro de su vocación, de su misión, la esencia de su pedido que hace, la esencia del porqué aparece. Ella va a explicar el punto esencial de su venida, diciendo: “Es necesario que corrijan sus vidas y pidan perdón por sus pecados”. Es lo que Nuestra Señora quiere: que nosotros reconozcamos nuestras faltas, que reconozcamos nuestros pecados y pidamos perdón, y que cambiemos de vida. Si hay alguna ocasión próxima [de pecado] que frecuentamos por imprudencia, que abandonemos esa ocasión próxima; si tenemos alguna amistad que nos hace mal, que nos apartemos de esa amistad; si tenemos algún programa que nos gusta asistir por deleite, pero nos hace mal y es un programa inmoral, debo cortar con eso, etc. O sea, cambiar de vida significa dejar el pecado y abrazar la virtud. Es lo que Nuestra Señora quiere: “Es necesario que corrijan sus vidas y pidan perdón por sus pecados”.

Y [añadió] con suma tristeza —porque ahí dicen los niños que Nuestra Señora quedó con la fisionomía muy seria y triste—: “Que no ofendan más a Dios, que ya está demasiadamente ofendido”. Esto es en 1917…

En el momento en que Ella se iba retirando, en sus manos había un esplendor, de sus manos abiertas aparecieron entonces tres cuadros que representaban los tres cuadros de los tres misterios del Rosario: los misterios gozosos, los misterios dolorosos y los misterios gloriosos. Los dos más pequeños, Francisco y Jacinta, solo vieron el primero de los cuadros.

Por su parte, Lucía vio todos los tres cuadros. Ella aparece también en esa ocasión en lo alto como la Virgen de los Dolores. Nuestra Señora estaba al lado de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, [y ambos] bendecían. Aparece
también en esa ocasión la Sagrada Familia. San José y el Niño Jesús bendecían a todos. Esto fue visto por todos. En cierto momento el sol comienza a bailar. Había llovido, estaban todos con la ropa empapada por la lluvia. El sol comienza a bailar, a zigzaguear y en cierto momento comienza a girar, y como si fuese una gigantesca rueda de fuego, de un momento a otro se dirige con una velocidadvertiginosa hacia la tierra sobre toda aquella gente.

Inmediatamente, un grito tremendo: “¡Señor, sálvanos!” El sol en ese momento vuelve a su normalidad y las personas quedan estupefactas al ver todo aquello, y se dan cuenta de que la ropa de todos estaba seca y de que el suelo también se había secado – esto fue publicado en los periódicos de varias partes del mundo – y hay una exclamación de parte de todos:“¡milagro, milagro, milagro!”

Hoy es justamente cuando esa aparición comienza a ser hecha a los tres niños en Fátima, hace 93 años. Esto es lo que nos trae aquí a la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, a nosotros, que tenemos el hábito de hacer los primeros sábados en la Catedral Metropolitana de São Paulo, y Nuestra Señora bien también nos dirige este mensaje. Está muy claro que se estableció una lucha entre Nuestra Señora y el demonio en la conquista de las almas: más almas se perderán o más almas se salvarán, dependiendo de nuestra correspondencia.

Esos tres niños rezan y ofrecen sacrificios. Esos tres niños están dispuestos a aceptar todo para salvar almas. Nuestra Señora no se nos apareció pidiendo eso, pero trayéndonos aquí, tocando nuestras almas, haciendo que tengamos devoción a Ella, ¿qué quiere de nosotros? Un cambio de vida. Si tenemos algo que no nos hace bien y que nos conduce al pecado, debemos cortarlo.

Ella quiere que recemos el rosario, y el rosario rezado en familia tiene más bendición.

No cuesta nada, son diez minutos, diez minutos por día para rezar un rosario, no cuesta nada rezar en familia con los niños, los familiares, padre y madre. Eso es un pedido de Nuestra Señora, y nosotros, al hacer eso, estaremos dándole alegría a Ella y estaremos comprando la eternidad, porque estamos en esta tierra de paso, estamos aquí para, en cierto momento, nacer npara la eternidad, estamos siendo gestados para la eternidad. Tenemos pánico de pasar de esta vida a la vida eterna, porque tenemos la idea de que la vida verdadera es esta.

Esta no es la vida verdadera. Esta vida es una vida preparatoria, es una vida de prueba para la vida verdadera que es la vida de la eternidad. Y la eternidad feliz es lo que debemos desear más.

Evitar el infierno es en lo que más debemos esforzarnos para que no suceda jamás: ir al infierno, nunca. Y para eso es necesario rezar, porque sin oración no tenemos fuerza para practicar las virtudes. Y un rosario en familia, un rosario rezado todos los días en familia en una hora “x”, hace un bien extraordinario a la propia familia.

¡Cuánto tiempo se pierde en este o en aquel programa de televisión, en esta o en aquella conversación completamente liviana y completamente innecesaria! Se trata de una conversación con Nuestra Señora. Diez minutos, diez minutos de conversación con Nuestra Señora. Es la repetición de Avemarías. Entonces, démosle a Nuestra Señora esa alegría y recemos en familia nuestro Rosario.

Será un don de Dios, las gracias van a caer más profusamente sobre la familia, los negocios van a dar más resultado. Vemos que, si el pecado trae desastres, la oración trae gracias que nos darán más fuerzas para enfrentar las situaciones y darán más fuerzas para practicar las virtudes. Yo pido en esta Santa Misa y pongo una intención toda especial, de que todos los que participan de esta campaña, todos los que participan de esta cruzada de oraciones de primeros sábados y de Rosarios rezados a Nuestra Señora, que todos estén cada vez más persuadidos de la importancia de la oración, de la importancia de la devoción a Nuestra Señora, que reciban todos los beneficios que se deriven de esas oraciones y de esa devoción, y que resuelvan sus problemas, que sus necesidades sean atendidas, que sus negocios estén bien fundamentados, todo como fruto de esta devoción a María Santísima, Nuestra Señora del Rosario de Fátima.

(Monseñor João Clá Dias – Transcrito con adaptaciones de la meditación del Primer
Sábado, 13/5/2009)

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