El modo de ser de Doña Lucilia

Publicado el 10/22/2023

Con base en fotografías, el Dr. Plinio comenta algunos aspectos de Doña Lucilia: el cariño y el afecto hacia su hijo, los cuales lo acompañaron hasta el fin de la vida de ella; la disposición a la piedad y al vuelo de espíritu; la dulzura, la alegría, la vigilancia, la compostura y la suavidad en medio de la lucha y del dolor.

Plinio Corrêa de Oliveira


Recibí de regalo un álbum de fotografías de mi madre, que abarca las etapas sucesivas de una vida presentada mucho antes de que yo hubiera nacido, y que después se va desarrollando hasta el momento en que soy mostrado en sus brazos, donde hay una sonrisa en la cual reconozco mil otras sonrisas. Existe un cariño y un afecto, en el cual constato el mismo cariño y el mismo afecto que me acompañaron hasta el fin de su vida.

Elevación de alma, piedad, sufrimiento y lucha

Las fotos registran también la continuación de esa vida.

En la que mi madre me sostiene en sus brazos, ella está risueña, alegre. Pero en la de París se encuentra muy preocupada.

En todas las fotografías anteriores, desde la primera, está presente el pensamiento; hay elevación de alma, disposición a la piedad, vuelo de espíritu. Pero se salta de repente de la época en que estoy tan pequeño y mi madre aún joven a la edad en la cual ella ya pasó por una gran prueba: la cirugía hecha en Alemania, precedida por una larga fase de enfermedad dolorosísima. En aquel tiempo, no había anestésicos como en nuestros días, de manera que ella sintió dolores lancinantes. Ella me dijo una vez que tenía el deseo de, en la cabina del navío que la llevó a Europa, quedarse de pie en la cama y agarrarse a la pared, tal era el dolor. En determinado momento los padecimientos fueron tales que el capitán del navío llegó a mandar a preparar un ataúd para ella.

De repente, todo eso pasa y ella se encuentra en una de esas fases decisivas de la vida espiritual en que la persona ya no es joven, pero tiene fuerza, énfasis. Nada en ella conoce aún las suavidades del crepúsculo. Está en la punta de la vida.

En la fotografía siguiente se nota algo que, sin haberse quebrado, alcanzó una zona de tranquilidad indicativa de una vejez que comenzó. Ella está más sonriente, más complaciente, prestando mucha atención a lo que pasa. Me acuerdo perfectamente de lo que se trata: la inauguración de las máquinas del Legionário en el primer piso del predio de la Legión de San Pedro, de la Congregación Mariana de Santa Cecilia. Era un acontecimiento de mucha importancia, con la presencia del Arzobispo Don Duarte, del Obispo de Sorocaba, Don José Carlos Aguirre, y de señoras de la alta sociedad de São Paulo. Doña Lucilia estaba muy complacida con lo que ocurría. Al contrario de la fotografía anterior, en que ella aún se encontraba en la batalla.

El cuerpo cada vez más debilitado, pero el alma volando hacia arriba

En otras ocasiones, se nota que el anochecer comenzó a proyectar sus primeras suavidades. Pero, en el fondo, se percibe que la lucha y el dolor continúan.

En la fotografía, por ejemplo, del cierre de una Semana de Estudios, en la Escola Caetano, en la Plaza de la República, la actitud de mi madre es de un cuerpo con menos fuerza, pero la mirada está atenta, y mucho. Y ella permanece vigilante en toda su posición, su compostura, incluso encontrándose entre sus íntimos, pues estaba entre su sobrino y su señora. Probablemente el conferencista era yo. Pero ella estaba atenta, procurando analizar todas las cosas. Inclusive, si fuese para darme un consejo, después ella me lo daría.

En otra fotografía, el tiempo ya caminó más y alguna cosa del alma va como distinguiéndose del cuerpo y separándose. El cuerpo está cada vez más affaissé1, pero el alma está volando hacia arriba.

La extrema vejez comporta sonrisas. En esta ocasión, Doña Lucilia estaba jugando con el bisnieto, mostrándose muy interesada en el asunto.

El Quadrinho1 nos dio el último brillo, el último lance de aquel modo de ser, de aquella mirada, de aquella dulzura, de todo aquello que parece haber sido hecho para encantar a mi João2 y, a través de él, maravillar a todos los que siguieron sus pasos, en el camino seguido por mí.

Todo eso no puede dejar de complacerme enormemente. Yo le pido a mi madre, cuya alma no tengo duda de que está en el Cielo, que rece por todos nosotros, a fin de que nos mantenga siempre más unidos, más vueltos hacia Nuestra Señora y caminando hacia aquel punto terminal, que es la bienaventuranza eterna, hacia donde ella nos precedió.

Notas

1Cuadro al óleo, que mucho le agradó al Dr. Plinio, pintado por uno de sus discípulos con base en las últimas fotografías de Doña Lucilia.

2El Dr. Plinio se refiere a Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, su fiel discípulo y secretario personal durante más de cuatro décadas.

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