
Por ser almas con altos ideales culturales y religiosos, los venecianos consiguieron transmitir en sus construcciones el principio gubernativo que proporciona unidad a las cosas sobre las cuales ejerce su imperio.
Plinio Corrêa de Oliveira
El Palacio Ducal era la sede del Gobierno de Venecia. Con la vida civil tan menos desarrollada que hoy, no existían estudios de abogados necesarios para hacer los requerimientos. Así en ese lugar, llamado “Puerta de la Carta”, eran colocadas mesitas donde los oficiales públicos redactaban los documentos y peticiones para que fueran presentados a los magistrados.
Almas con altos ideales culturales y religiosos

Puerta del Palacio Ducal, Venecia – Italia
Llamo la atención para la belleza de esa puerta. Abajo se notan los batientes grandes, divididos en cuadrados esculpidos. Encima de la puerta, vemos el león alado so- bre el cual se abre una ancha ojiva con vitrales. El pináculo gótico de la ventana, que termina con un ornato en lo alto, está encuadrado por dos agujas de mármol blanco que, por así decir, “presentan armas”.
Delante del león, símbolo de Venecia, está arrodillado el Doge Francesco Foscari. Vean cómo la ventana es bonita, con esa especie de encaje maravilloso que está encima, formando círculos en los cuales se encajan los vitrales.
Todo eso dentro de una ojiva sobre la cual están dos ángeles cargando la figura del Evangelista San Marcos. Por fin, una secuencia de imágenes sobre piedra que culminan en una escultura.
Es interesante notar esa tendencia del gótico, inclusive en Venecia, de terminar los monumentos con altas puntas. El Palacio Ducal se encuentra fuera de esa regla que la invierte de un modo muy bonito. Entre tanto vemos esa tendencia en las dos agujas, en la ojiva y también en el tope de toda esa pieza estructural.
¿A que corresponde esa tendencia? ¿Por qué aquellas almas se complacían tanto en eso? Por ser almas con altos ideales culturales y religiosos, en los cuales agrada mucho ver algo que domina todo un conjunto armónico de seres.
Es propiamente el principio gubernativo que lleva a la unidad a las cosas sobre las cuales ejerce su imperio. Esa puerta es tan bonita que valdría la pena hacer un esfuerzo grande de viajar sólo para conocerla. Sin embargo, ella es apenas un pormenor de un palacio que contiene otras incontables maravillas.
Preocupación de poner belleza en todo

El Palacio Ducal se compone de dos pisos sobre un especie de galería cubierta que da para la Plaza de San Marcos. Entre el cuerpo principal del edificio y esa galería de la planta baja, se encuentra una terraza adornada por columnas que tienen encima rosetones.

Patio interno del Palacio Ducal. Al fondo: cúpulas de la Basílica de San Marcos. Venecia, Italia
En el patio interno del palacio encontramos una vez más una galería inferior, ya no con arcos góticos ojivales, sino con arcos semicirculares y en el piso superior, nuevamente las ojivas. Por fin, el famoso “cajón grande” – ¡pero qué ‘cajón’! – perforado por ventanas amplias y pequeñas que completan bellamente el conjunto del cuadro. En el tope, una especie de encaje de piedras blancas indicando otra vez el amor a las puntas.
Imaginen el edificio sin ese detalle; ¿no quedaría medio sombrío? Entre tanto, con ese encaje de piedras blancas es una verdadera maravilla.
La persona se deleita al ver eso precisamente porque culmina en una punta. Todo lo que termina en punta es bello porque representa el gobierno perfecto.
Vale la pena prestar atención en el suelo del patio donde se encuentran dos pozos de agua dulce, naturalmente, para que las personas beban, se laven, etc. Para que el piso no quede muy monótono, hicieron en piedra esos diseños, porque probablemente colocar plantas allí no sería posible. Entonces llenaron el espacio de esa manera agradable. Vemos así, como existe la preocupación de poner belleza en todo.

Sala del gran consejo
La Sala del Gran Consejo, en el interior del palacio, era el lugar donde los magistrados de Venecia se reunían para deliberar. Consideren el contraste entre la extrema ornamentación, por un lado y la extrema simplicidad, por otro. El techo está cargado de oro, con cuadros magníficos encajados.
Al fondo, vemos una representación del Paraíso que ocupa toda la pared. Una obra maravillosa, teniendo en lo alto a Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora y la Santísima Trinidad.
Por lo tanto, es una sala del Gobierno dominada por una escena fundamentalmente religiosa, de tal manera Gobierno e Iglesia vivían en colaboración en esos felices tiempos.
Abajo, delante de esa obra de arte, se encuentra una tribuna ladeada por dos puertas que contrastan con el conjunto, por causa del color claro de los batientes de la tal piedra blanca veneciana.
Eso da una nota de alegría a una sala que estaría expuesta a quedar medio sombría si no tuviese algo de blanco que contraste con lo cargado de los colores.
Solemnidad de los actos realizados por el Consejo

Sala del Gran Consejo de Venecia, pintura de Joseph Heintz
La gran tribuna cuenta con una presidencia y tres lugares a cada lado, por lo tanto, siete personas. Allí se decidían cuestiones que interesaban a los particulares y era libre el acceso a la sala a los que tenían asuntos para ser juzgados.
No tengo certeza, pero creo que – como en los tribunales – también allí podían hablar las personas delegadas por los interesados para resolver sus cuestiones con el Consejo.
Los miembros del Consejo, sobretodo el presidente, participaban de la sesión con ropas riquísimas, en general con tejidos de valor inestimable, confiriendo así gran realce a la solemnidad del acto. Era para hacer respetar el poder público que, según nos enseña la Doctrina Católica, proviene de Dios.
No que Dios escoja la forma de gobierno, ni indique quién va a gobernar. Eso lo deja a los hombres, pues toda sociedad humana debe tener un gobierno. Por lo tanto, es de la voluntad divina que haya gobiernos y cuando los hombres obedecen al gobierno, cumplen el designio de Dios. Naturalmente ellos sólo deben cumplir la voluntad de los gobernantes cuando no es contraria a la Ley de Dios, porque ésta queda encima de toda ley humana.
Se nota así el deseo de inculcar en aquellos que asisten al juicio la idea del valor religioso de la decisión que será tomada por autoridad de Dios. Puede suceder que el hombre dicte una sentencia errada, con o sin culpa.
En efecto, como consecuencia del pecado original, Dios quiso permitir que hubiese personas con poca inteligencia o mal intencionadas. Sin embargo, a pesar del riesgo de que “burros” y canallas gobiernen a los hombres, la Providencia quiso que hubiese gobierno. Este es el principio magníficamente expresado ahí.
Los Doges: hombres inteligentes, sagaces, medio misteriosos
Doge es una palabra italiana derivada del vocablo latino “dux”, que dio origen también a la palabra “duque”, título nobiliario. El Doge de Venecia tenía las honras y prerrogativas de duque.
Al analizar los bustos de algunos de ellos que se encuentran en ese palacio, se nota que, a pesar de la natural diferencia de los trazos fisonómicos, hay cualquier cosa de común entre ellos, y que corresponde a un elogio que ni siempre se puede hacer a los jefes de estado contemporáneos.
Son hombres inteligentes, que saben lo que quieren y quieren lo que saben; voluntariosos y sagaces. Algo misteriosos, con la fisonomía enigmática, que no dicen lo que piensan, pero gobiernan con autoridad la Serenísima República de Venecia.
Por cierto, ¿cómo una pequeña ciudad como Venecia podría ser la Reina del Adriático y, al cabo de algún tiempo, del Mediterráneo, si no fuese dirigida por hombres capaces de eso?
Ellos usaban el denominado gorro frigio. Frigia era una región del Asia antigua donde los hombres usaban esos sombreros con esa especie de puntita atrás.

Dogo Andrea Gritti, con el tradicional gorro frigio
Se volvió el símbolo de los Estados en los cuales el régimen de gobierno no era la monarquía sino la república. Sin embargo, no se trataba necesariamente repúblicas democráticas.
Venecia era una república aristocrática y los doges que pertenecían al Consejo, tenían sus nombres inscritos en el Libro de Oro, que era el registro de las familias nobles. Todos los que allí constaban poseían una gran autoridad sobre Venecia.
El lindísimo puente de los suspiros

Puente de los suspiros
El famoso Puente de los Suspiros comunica el Palacio Ducal a las prisiones y consta fundamentalmente de dos ventanas. Difícilmente se puede imaginar un puente más bonito que ese. ¡Es lindísimo!
Es un corredor cubierto por el cual los prisioneros eran conducidos para ser juzgados por las autoridades competentes. Como se ve, no hay posibilidad de escapar, es un traslado que no ofrece peligro de evasión.
La denominación Puente de los Suspiros es muy bonita. Pero su alcance se exageró en la literatura revolucionaria. Se comenzó a decir que por ahí eran llevados los prisioneros destinados a ser ejecutados.
Después, se probó que no era verdad. Eran conducidos para comparecer ante las autoridades judiciales, de donde, quizás podrían salir absueltos. Por lo tanto, era un suspiro de tristeza, pero también de esperanza: ¡Por fin, seré juzgado. Tal vez pueda salir de esta!
Extraído de conferencia del 7/12/1988