En el pasado, la familia era una pequeña patria, lo que otorgaba a la mentalidad de cada uno de sus miembros seguridad, firmeza, certeza y ufanía. Había un verdadero afecto, fruto del amor de Dios, considerado a través de sus intermediarios: el amor a lo maravilloso y a lo sublime. Cuando esto falta, la familia no es más que un grupo de personas que no disfrutan estar juntas porque dentro de ellas no circula esta savia, sino el egoísmo.
Plinio Corrêa de Oliveira

Familia Pierre Jean de Bourcet Museo de Bellas Artes de Grenoble, Francia
Una sociedad tiene verdadera vida en la medida en que todos sus miembros tienen una unión de alma, que, como en la vida familiar, da como resultado afecto mutuo. Esto supone que la familia es, en sí misma, una pequeña patria.
Relaciones de familia
De esta vida familiar, en torno a esta pequeña patria, deriva un afecto que se expande por todos los canales de la organización social, formando el unum espiritual de una sociedad determinada. Si el unum está vivo, esta sociedad no puede ser destruida, pero si está muerto, ha desaparecido.
Yo conocí mucho de eso en São Paulo cuando era joven, pero dejé de frecuentar la sociedad en 1928. En 1930, llegó la revolución de Getúlio,1 el poder paulista en la república brasileña empezó a declinar, la propia sociedad de São Paulo empezó a mezclarse con extranjeros, con hijos de inmigrantes, y después desapareció.
Por lo general, los matrimonios tenían cuatro o cinco hijos; había algunos procesos de limitación de la natalidad muy incómodos, a los que el burgués se prestaba difícilmente. Así pues, en términos generales, las tasas de natalidad no estaban limitadas.
El matrimonio, con sus hijos, vivía en torno a los padres de él y de ella, formando una especie de dos entornos sociales que no llegaban a fusionarse del todo: el entorno del marido y el de la mujer.
En general, las mujeres tenían el arte de atraer a sus maridos a su entorno. Pero el marido era el dueño de la casa y llevaba consigo, dondequiera que iba, aromas del ambiente de su propia casa paterna.
De ello resultaba que cada pareja pertenecía, por así decirlo, a dos mundos: el de los hermanos y padres de él, y el de los hermanos y padres de ella. Si fueran igualmente fuertes, importantes, influyentes, de hecho constituirían dos mundos.
Pero estos mundos estaban relacionados de alguna manera, tenían ciertos contactos, ciertas gentilezas, acababan teniendo cierta ósmosis. A pesar de esto, cada uno de estos mundos tenía su nota especial.
Las relaciones más inmediatas que evitaban que la pareja y sus hijos cayeran en el aislamiento eran las relaciones familiares. Los padres, hermanos y cuñadas del marido se visitaban mutuamente en sus casas, a veces salían a cenar o hacían excursiones juntos. Y lo mismo pasaba con la esposa. Esto indicaba la importancia de cada uno. Todos tenían cierto interés en que el miembro de la familia hiciese carrera, porque valoraban el entorno en el que estaban y no tenían intención de irse.

Soldados durante la Revolución de 1930
Modo de concebir la vida
Esto tenía un efecto curioso en los niños. Cada matrimonio marcaba a sus hijos de una manera interesante. Tenían temperamentos similares y, a menudo, rasgos fisonómicos parecidos. Tenían una determinada manera de concebir la vida, la importancia, las relaciones, el trabajo, el ocio, el tipo de conversación, sus temas favoritos, las revistas que leían para entretenerse. Todo era muy homogéneo para ese círculo y constituía una especie de pequeña nación en relación con las demás.
Por ejemplo, en el paradigma del español y el portugués, del francés y el alemán o del italiano y el austriaco, vemos una serie de diferencias que existen, en pequeña medida y de otra manera, en el matrimonio con sus hijos y en otras parejas con los suyos; cada grupo constituía un pequeño mundo.
El estilo de los juegos, de gracias, especialmente la decoración de la residencia, el menú familiar. Una ama de casa sabe cómo preparar un pastel que se considera una obra maestra. Cuando lo hace, incluso se lo envía a la familia de su hermano o hermana. Se considera un regalo.
Cuando el abuelo o la abuela están vivos, hay un día fijo de la semana para que cada una de estas familias con su grupo de niños los visite. Entonces, todo el colorido psicológico de la casa de los abuelos cambia.
El abuelo y la abuela tienen una especie de personalidad, de la cual cada uno de estos grupos inhala algo, pero no todo. Así que los abuelos sobreviven a los pedazos aquí, allá y en todas partes. Y eso forma afinidades muy fuertes, en el sentido de que ellos son muy diferentes de todos los demás. Pero, por otro lado, hay enormes distinciones, en el sentido de que cada unidad es bastante diferente de la otra.
E incluso surgen ciertos dogmas, no religiosos, aunque entre en gran medida eso. Por ejemplo, una parte de la familia decide: “No vale la pena ir a Guarujá, porque se pierde mucho tiempo viajando en ese ferry”. Otro clan de la misma familia podría pensar: “Uno de los placeres de viajar a Guarujá es el pasaje en ese ferry. Así que se debe ir”.
Esto se arraiga tan profundamente en las mentes de los niños que a veces los bisnietos remotos de quienes proclamaron este dogma todavía piensan de esta manera. Son máximas, reglas de cortesía, formas de recibir visitas, de hacer una visita, de escribir una tarjeta de condolencias, de hablar…
Ejemplos. Dosis de seriedad o jovialidad. Maneras de considerar la muerte. Algunas personas piensan que es agradable llorar sin cesar por una persona muerta. Otros, no. Al día siguiente de que una persona muere, piensan que es malo hablar del difunto, porque significa revivir un sentimiento brutal que es mejor guardar para uno mismo.
La forma de hacer negocios entre sí. Algunos confían y hacen negocios sin documentos, diciendo: el día que se adoptan documentos, se destruye la unión familiar. Otros piensan lo contrario: es bueno hacer un documento para evitar dudas y destruir la unión familiar.
Cada familia constituía una pequeña patria
Son mil modos de diferencias legítimas, hasta cierto punto, hacen de cada familia y grupo de familias una especie de parlamento. Bismarck2 decía que en la cabeza de cada hombre había un parlamento.
Y cuando llegaba la ocasión, por ejemplo, de una soirée3 en el Paulistano, 4 que se hacía los domingos, o algo así, en general los hermanos, hermanas, primos y primas ya se habían reunido en casa de antemano, y luego iban todos juntos allí. Cuando la horda llegaba, era como si una corriente de aire con una temperatura diferente entrara en el contenedor; se formaba ese flujo de aire caliente dentro del aire frío.
La familia constituía una pequeña patria, que infundía seguridad, firmeza, certeza y orgullo en la mentalidad de cada uno de sus miembros: “Si pienso, siento y actúo según los estándares de la familia, tendré el mismo valor y consideración que ella. Y para mí, esto es un pasaporte para ir a todas partes y ser quien soy. Valdré tanto como mi familia y seré clasificado en ese alvéolo en la medida en que sea auténtico y similar a ella”.

Vista de la Playa en Guarujá
Ésta es la verdadera fuente del afecto. No es sólo una lección teórica: “¡Ama a tu primo porque tiene la misma sangre que tú, aunque sea un poco remotamente!” Se entiende, es algo razonable. Pero es necesario que exista este tipo de afinidad que produce la familia y no cualquier otra forma de afinidad.
Si imaginamos una sociedad llena de familias así, entonces hay una opinión pública real. Así es la vida. Hay solidaridad, estima y afecto genuinos entre todos los que conforman esta sociedad. Y esa es la fuerza del Estado, que nace de la producción de familias, cada una de las cuales constituye una pequeña patria.
Insisto en este punto: la opinión pública es la fusión armoniosa, estable, duradera –no quiero decir perpetua– de todas estas cosas en un conjunto que forma un todo. Cuando una ciudad o un país llega a ser tan grande que estos grupos familiares se pierden de vista y ya no existen, es señal de que esa sociedad ha alcanzado un tamaño inconveniente para todo el cuerpo social, es demasiado grande y debe dejar de crecer. Necesita dividirse o hacer otra cosa para dejar de crecer.
Prioridad de la sociedad sobre el Estado
Es concebible, por ejemplo, que en una ciudad de quinientos mil habitantes las diferentes clases sientan rasgos comunes. A pesar de las diferencias, este olor común implica relaciones y existe cierta cohesión. Pero cuando las ciudades crecen excesivamente, todo se desmorona y el país deja de ser él mismo.
Alguien podría decir: “Pero usted es ultra-antiseparatista en el caso de Brasil. Ni siquiera le gusta oír hablar de separación. ¿No estás siendo incoherente consigo mismo?”.
No. Porque hay un todo común brasileño que es muy poderoso y probablemente viene de los restos de una época en que esa organización era más o menos la misma para todo Brasil. Era similar a una vid con varios racimos de uvas, que aún tienen cohesión porque viven de la misma cepa. ¡Y Brasil es una enorme viña!
En el Estado moderno y democrático se hace todo lo posible para establecer la lucha y el disenso. Partiendo de la idea del antagonismo entre dos partidos por la conquista del poder, que nunca es una emanación de toda la nación unida, sino que siempre representa la victoria de una región contra otra, de una idea contra otra o de un interés contra otro, interés que está a pronto a perder el poder en las próximas elecciones. Y la perpetua inestabilidad de todas las cosas hace imposible formar esos elementos de cohesión y unión de los que vive verdaderamente la nación. Esto empezó con la Revolución Francesa, quizás antes.
En realidad, una razón a la que no hemos prestado mucha atención, sin la cual no se puede entender nuestra concepción de Estado, es que no vemos en la forma de gobierno principalmente una manera de organizarlo, sino una manera de ser de la sociedad, que exige que el Estado sea de una determinada manera. Es la idea de la prioridad de la sociedad sobre el Estado.
En todas las organizaciones estatales nacidas de la Revolución Francesa encontramos la superioridad del Estado sobre la sociedad. Las leyes dan forma a la sociedad, lo que desde nuestro punto de vista es absurdo. La sociedad se ordena orgánicamente, según la psicología de sus miembros, su historia, sus tradiciones.
Según la Revolución Francesa, el Estado debe organizarse de tal manera que la sociedad quepa en él.

Familia Menéndez Bejey – Palacio Braun-Menéndez, Punta Arenas, Chile

Otto von Bismarck en 1873
Es como una cama y su dueño. Ella existe para su dueño, no el dueño para ella. Decirle a un chico: “¡Duerme aquí con las piernas metidas, porque esta cama es demasiado pequeña para ti!” significa que no es su cama, sino la de otra persona. De la misma manera, es erróneo que el Estado establezca que la sociedad debe ser de determinada manera. Debe ver cómo es la sociedad y adaptarse.
Esto presupone una manera de ser social que necesita ser entendida de manera muy amplia. Es bueno que las cosas crezcan y, en la medida que esta forma de ser social lo permita, se debe favorecer el crecimiento. ¡Pero cuidado de no hacer algo en tales proporciones o de tal manera que la cosa se desmorone! Porque si eso sucede, el país, la ciudad, la provincia o la región ha sido asesinada.
Además, ¡cuidado con los grandes patrimonios! Cuando ellos pierden la proporción con la familia, de forma que ella no pueda marcar el lugar con su presencia viva, eso será liquidado.
La civilización moderna saca al hombre de sus casillas
Cuando una persona pertenece a un todo armonioso y bien formado, no quiere cambiar y no tiene mucha necesidad de irse, porque allí hay algo que profundizar. Por otra parte, si la familia, por no ser muy numerosa, no ha conseguido formar una pequeña patria como ésta, es necesario establecer una correlación de personas según criterios artificiales. Por ejemplo, un club para personas mayores de 60 años, una residencia de ancianos, etc.
Esto se debe a que cuando hay esta intensidad de vida, los ancianos son absorbidos por la familia hasta el último momento de su existencia. Pero cuando esta relación armoniosa deja de existir, es inevitable que las cosas se rompan y las relaciones se establezcan de una manera diferente. Sin embargo, se trata de relaciones falsas y fáciles que dan lugar a la necesidad de ver la televisión y de otros pasatiempos. ¿Qué es, en definitiva, la televisión? Un dispositivo para llenar el vacío en la vida familiar.
En casa de mi abuela no teníamos ni queríamos tener radio. La televisión aún no existía; no poseíamos tocadiscos ni lo queríamos. Había uno en casa de mi tío Gabriel,5 pero era raro que lo tocaran. Como la vida familiar era muy intensa y absorbente, era mucho más interesante que el tocadiscos. Y él no hacía daño, porque de vez en cuando se escuchaba alguna buena música que elevaba el ambiente.
Cuando la vida familiar no se vive con verdadero afecto, sino con preponderancia del egoísmo, es decir, no con el sentimiento y el placer de ser un todo, sino con el deseo de devorar el todo para el propio beneficio, de ser indebidamente el primero allí donde no le corresponde tener la primacía, las lentitudes se hacen insoportables y el todo estalla.
Entonces, la manía por las súper velocidades, por las prisas, por las tensiones. Es la huida desde el interior de una estructura que, desde el momento en que ya no hay afecto, deja de ser algo vivo. Y la persona atrapada en eso quiere salir.
La Revolución Francesa produjo todas esas transformaciones, pero era ya el fruto de un mundo donde el egoísmo era cada vez más frecuente y el amor colectivo por la familia era cada vez más escaso. Tanto es así que, por ejemplo, una persona que vivía en ese sistema deseaba todas las evasiones que proporcionaban el vapor –iniciado antes de la Revolución Francesa– y, más tarde, el aerostato, la aviación y la electricidad. Hubo una transformación del mundo que ayudó a escapar de dentro de él, con una sensación de campo abierto, de larva que se convirtió en mariposa. Fue una ilusión, porque condujo a un desorden y un caos que produciría todos los males de la sociedad moderna.
Toda la civilización moderna intenta dar a los hombres un modo de ser agradable y razonable que satisfaga a este organismo. Pero no aporta nada, llena y no nutre, acostumbra a la molicie pero no da descanso,

Consejero João Alfredo Correa de Oliveira
frustra en todos los sentidos, promete sensación y da vibración excesiva y saca al hombre de sus casillas. Como el individuo ya no tiene viva su patria familiar, ya no tiene dogmas familiares en los cuales apoyarse. Se vuelve incapaz de tener seguridad.
Amor por lo maravilloso y lo sublime
Este fenómeno de falta de afecto familiar hace más daño que los trenes, los aviones y todo lo demás. Se trata precisamente de una manera egoísta de concebir las cosas, que hace que el individuo sólo piense en su propio beneficio, en su riqueza personal y en la de sus hijos, en el mejor de los casos. Hay familias que mantienen sus relaciones familiares, pero ya no se aman entre sí y ya no tienen amor a Dios. En ellas, la religión y el sentido de la tradición están muriendo, porque todo lo bueno que existe se está extinguiendo. ¿Por qué? Porque el amor al prójimo y el amor a Dios están muriendo.
El amor de Dios aquí debe verse a través de lo que podríamos considerar los intermediarios del amor de Dios, que son el amor a lo maravilloso y lo sublime. Estas cosas que tienden a Dios y nos llevan a amarlo, desaparecen completamente en el entorno prosaico.
Cuando falta el amor a lo maravilloso, a lo sublime compartido, acogido por todos y animador de la vida común, la familia no es más que una junción de personas. No gozan de estar juntos porque no circula dentro de ellos la savia, que es este amor a lo maravilloso, a lo sublime, que lleva al amor de Dios y forma una escuela familiar con todas las maneras de ser y de sentir que describí al principio. Cuando una persona no tiene esto, se vuelve insegura o vacía.
Por otra parte, no hay familia que elabore lo que dijimos sin tener sus héroes y heroínas, sus mitos. Estas grandes figuras familiares son para la familia lo que los santos son para la Iglesia católica. Es un asunto familiar.
¡Lo que mamá, tía Yayá y tía Zili6 pensaron de su papá era la última palabra! Cualquiera que vea el cuadro de la abuela entiende que ella era un mito. Una matrona de esa estatura es un mito.
Sacrificio indispensable para que la familia exista
Recuerdo, por ejemplo, que mi madre me contó que uno de los episodios de su vida fue que yo había contraído angina diftérica. Los parientes alopáticos de la familia insistieron en que se llamara a un médico alopático para que me operara la garganta. Ella tenía miedo y confió en Murtinho.7 Junto con mi tía Zili, ella sostuvo esta opinión contra gran parte de la familia.
Como mi estado empeoraba cada vez más, mi madre habló con Murtinho, quien le dijo: “Señora Lucilia, hagamos lo siguiente. Dele este medicamento. Si hasta tal hora Plinio no ha expulsado la membrana, puede consultar a un médico alopático. Pero debe esperar hasta entonces y llevar consigo un paño viejo, porque cuando él expulse la membrana, recójala en el paño y entrégueselo envuelto y sellado a una empleada doméstica para que no se infecte. Y debe tener un lugar abierto en el patio trasero donde pueda tirarlo y echar tierra encima para no infectar a nadie”.
Un poquito antes de la hora fijada, me dieron estertores, etc., iba a expulsar la membrana o morir; expulsé la membrana. Ella llamó a Murtinho y le dijo:
—¡Doctor Murtinho!
—No tiene que decirme nada. Ya lo sé, Plinio expulsó la membrana ¿no?
—¡Sí!
Entonces, mamá decía orgullosa que me había ahorrado una operación, había enfrentado dificultades domésticas, pero estaba agradecida a aquellos que tenían una opinión diferente a la suya, porque estaban interesados en su hijo.
Esto pasó en mi infancia, pero hacía parte de la gesta que ella contaba. Otro ejemplo. Nos llevaron a Rosée8 y a mí a Río de Janeiro para conocer al tío João Alfredo,9 para que pudiéramos decir, hasta nuestra más remota vejez, que lo habíamos conocido personalmente. Observen el sentido de continuidad que existe dentro de esto. João Alfredo irradiaba gloria sobre toda la familia.
Es necesario, sin embargo, considerar el siguiente aspecto: siempre que lo sobrenatural toca lo natural, lo eleva y lo guía, pero respecto al orden religioso, produce una dilaceración.

Dr. Plinio en 1989
La familia vive de la influencia de la Religión, sin embargo, para poder tener alteridad con relación a la familia y sostener a todas las familias, es necesario que algunos hombres salgan del contexto familiar y formen algo superior. Y la familia reacciona.
Son innumerables los casos, en la vida de Santos, de familias que no pueden soportar ese verdadero sacrificio: renunciar a un hijo. Este sacrificio es esencial para que la familia exista.
Así pues, esas cosas tan espléndidas que llenan el orden temporal, la Iglesia quiere que ciertos hombres las ofrezcan como holocausto. Por ejemplo, lo que las Cruzadas extorsionaron a las organizaciones familiares para salvar la Tumba de Nuestro Señor Jesucristo es indescriptible. ¡Pero lo que las familias deben al Santo Sepulcro es aún más indecible!
(Extraído de conferencia del 5/3/1989)
1) Movimiento armado que depuso al presidente de la República Washington Luís, impidió la toma de posesión del presidente electo Júlio Prestes y colocó a Getúlio Vargas en el poder como jefe de un gobierno provisional.
2) Otto von Bismarck (*1815 – †1898). Canciller del Imperio Alemán.
3) Del francés: reunión social que comienza a última hora de la tarde.
4) Club deportivo de élite con sede en São Paulo.
5) Gabriel Ribeiro dos Santos (*1873 – †1938), hermano de Doña Lucilia.
6) Eponina Ribeiro dos Santos (Yayá) (*1882 – †1980), Brasilina Ilka Ribeiro dos Santos (Zili) (*1889 – †1963), hermanas de Doña Lucilia.
7) Médico homeópata que atendió a la familia del Dr. Plinio.
8) Rosenda Corrêa de Oliveira (*1907 – †1990), hermana del Dr. Plinio
9) João Alfredo Correa de Oliveira (*1835 – †1919). Entre otros cargos, fue presidente del Consejo de Ministros en el imperio de Don Pedro II. Tío abuelo del Dr. Plinio.