Sepamos, pues, que lo mejor de todo no será cuando veamos y entendamos el orden de las estrellas, sino cuando contemplemos a Dios cara a cara, y en Él percibamos lo insondable de la ordenación estelar.
Plinio Corrêa de Oliveira
Es habitual, en noches particularmente bonitas y agradables, salir a la terraza de casa para observar la vastedad del firmamento poblado de astros. En el espíritu humano sensible, esta contemplación causa verdadero deslumbramiento. […]
Ahora bien, las constelaciones han sido dispuestas así por Dios y, como todas sus realizaciones, se revisten de una inmensa pulcritud. Debemos comprender que nos hablan del Creador y representan, hasta cierto punto, el «envés de la alfombra» para los que no conocen la visión de conjunto que el propio Altísimo posee del cielo estrellado y no lo consideran según un orden determinado que desde la tierra no nos es comprensible.
El eterno Señor, para infundirnos el deseo de participar en su sabiduría, ha constituido el universo de esta manera, como si nos dijera: «Hijos míos de todas las épocas, el reverso de la alfombra de mi morada es este esplendor. Subid más allá y encontraréis la ordenación misteriosa e insondable que ahora no podéis vislumbrar».
Entonces, nos ha sido reservada lo que se denomina beatitudo incomprensibilitatis, la bienaventuranza de los que no entienden, pero que tienen un alma respetable y jerárquica, y por ello se complacen en admirar y contemplar: «Es incomprensible para mí; no obstante, Dios lo comprende. ¡Oh, maravilla!».
Sepamos, pues, que lo mejor de todo no será cuando veamos y entendamos el orden de las estrellas, sino cuando contemplemos a Dios cara a cara, y en Él percibamos lo insondable de la ordenación estelar. En ese momento comprenderemos, igualmente, cómo habrá valido la pena vivir para amarlo y adorarlo, para servirlo e imitarlo. Habremos buscado conocer este orden en el sentido superior de la palabra, es decir, en último análisis, el divino gobierno del Creador de todas las cosas visibles e invisibles, símbolos suyos, la Perfección de las perfecciones.