Desde cuando el Beato Alano de la Roche restauró esta devoción, la voz del pueblo que es la voz Dios, la llamó ROSARIO, es decir, corona de rosas, lo cual significa que cuantas veces se recita el Rosario como es debido, colocamos en la cabeza de Jesús y de María una corona de rosas encarnadas del paraíso, que no perderán jamás su belleza ni esplendor.
San Luis María Grignion de Montfort
Desde cuando el Beato Alano de la Roche restauró esta devoción, la voz del pueblo que es la voz Dios, la llamó ROSARIO, es decir, corona de rosas, lo cual significa que cuantas veces se recita el Rosario como es debido, colocamos en la cabeza de Jesús y de María una corona de rosas encarnadas del paraíso, que no perderán jamás su belleza ni esplendor.
La Santísima Virgen aprobó y confirmó el nombre de Rosario, revelando a varias personas, que le presentaban tantas rosas agradables cuantas Avemarías recitaban en su honor y tantas coronas de rosas como Rosarios.
San Alonso Rodríguez S.J., rezaba con tanto fervor, que veía con frecuencia salir de su boca una rosa encarnada a cada Padrenuestro y una rosa blanca a cada Avemaría: iguales ambas en belleza y fragancia y solo diferentes en el color.
Cuentan las crónicas de San Francisco que un joven religioso tenía la laudable costumbre de rezar todos los días antes de la comida la corona de la Santísima Virgen. Cierto día, no se sabe por qué, faltó a ella. Cuando sonó la campana de la comida, rogó al superior le permitiera rezar la corona antes de sentarse a la mesa. Obtenido el permiso, se retiró a su celda. Pero, como tardase mucho en volver, el superior envió un religioso a llamarlo.
Este lo encontró en su celda, iluminado de celestiales resplandores. La Santísima Virgen y dos ángeles estaban al lado de él. A cada Avemaría salía de la boca del religioso una bellísima rosa. Los ángeles recogían las rosas, una tras otra, y las colocaban sobre la cabeza de la Santísima Virgen que se mostraba evidentemente complacida de ello.
Otros religiosos, enviados para saber la causa de la demora de sus compañeros, vieron el mismo prodigio. La Santísima Virgen no desapareció hasta que terminó el rezo de la corona.
El Rosario es, pues, una gran corona –y el de cinco decenas una diadema o guirnalda– de rosas celestiales que se coloca en la cabeza de Jesús y de María. La rosa es la reina de las flores. El Rosario, a su vez, es la rosa y la primera de las devociones.
Tomado del libro, El secreto admirable del Santo Rosario; pp. 530-531