El sacerdote Pinjás – «Le concedo mi alianza de paz»

Publicado el 09/15/2025

¡Comparte !

En un episodio bíblico poco conocido, un varón íntegro se levantó contra una flagrante transgresión de los preceptos divinos y fue espléndidamente recompensado por el Señor.

Había entre el pueblo de Israel un joven fogoso, en cuya mirada Moisés sin duda discernía una sublime vocación. Su nombre era Pinjás.

La fidelidad cristalina de este varón, obra de toda una vida, brilló de manera impar en un episodio poco conocido de la historia del pueblo elegido que, no obstante, le hizo merecer un puesto de honor entre los hombres ilustres elogiados por el Eclesiástico: allí está como «el tercero en gloria» (45, 23a), contado entre los que recibieron del Señor la dignidad sacerdotal.

Entre los malvados, un puñado de fieles

Narran las Escrituras que, desde la salida de los israelitas de Ramsés al día siguiente de la Pascua (cf. Núm 33, 3), Dios no dejó de mostrarles su predilección, a pesar de ser un pueblo incrédulo y rebelde. De hecho, el texto sagrado evidencia que un clan de malvados y revoltosos actuaba con virulencia en su medio.

Por otro lado, también había entre el pueblo algunas almas fieles, celosas de la ley del Señor y, naturalmente, más cercanas a Moisés, que desempeñaron un papel importante en sus victorias sobre la iniquidad reinante. Entre ellas estaba aquel que «se mostró fiel en el temor del Señor» (Eclo 45, 23b).

Moab hace tropezar a Israel

En los últimos momentos de su glorioso éxodo de la tierra de Egipto, caracterizado por fenómenos extraordinarios en que la fe y el milagro se combinaban, los israelitas llegaron a las estepas de Moab, a las puertas de la tierra prometida, para acampar allí. Sin embargo, a un breve período de descanso le siguió una grave prevaricación. Era la última hora antes del cumplimiento de las promesas, la postrera prueba que debían superar para recibir el ansiado premio.

Había pasado por allí, hacía algún tiempo, un enigmático adivino no judío llamado Balaán. El rey de Moab lo instigó a maldecir a Israel, pero el Señor lo impidió milagrosamente y le reveló su predilección por el pueblo elegido (cf. Núm 22–23). Esta vez, Balaam se atrevió a darle al soberano un perverso consejo, mediante el cual lograría triunfar sobre Israel: que introdujera mujeres madianitas entre los hebreos, que los sedujeran con el pecado de la carne y, luego, los condujeran a la idolatría de sus dioses (cf. Núm 31, 15-16).

De hecho, muchos se dejaron arrastrar por esta infamia, olvidando a aquel que los había salvado de las manos del Faraón. Las mujeres madianitas empezaron a exigir que se consagraran a Baal Fegor, a lo cual ellos obedecieron, cegados por la pasión.1

Ahora bien, el Señor velaba por los suyos y ante tal pecado se llenó de violenta cólera. Ardiendo en deseos de que Israel volviera al buen camino, y considerándolo un pueblo de mucha terquedad (cf. Dt 31, 27), decidió castigarlos con una terrible plaga.

Una lección de intransigencia

Mientras muchos morían afectados por la peste, sucedió que Moisés reunió a los jefes y jueces del pueblo para transmitirles instrucciones de parte del Señor y, ante toda la asamblea reunida, uno de los príncipes de la tribu de Simeón, llamado Zimrí, se levantó contra Moisés, diciendo: «No me tendrás como seguidor de tus tiránicas imposiciones».2 Y su descaro no terminó con esas palabras: ante la mirada de todos, trajo al campamento a una mujer madianita, con la que se había unido ilegítimamente.

Pinjás vengó el ultraje contra Moisés antes de que el ejemplo de Zimrí arrastrara a otros a la misma revuelta. Lleno de justa ira, «lanza en mano, entró tras el hombre y los atravesó a los dos, al israelita y a la mujer»
«Zimrí y Cozbi ajusticiados por Pinjás» – Grabado de David Martin (editado)

Entonces Pinjás, considerado uno de los jóvenes más destacados del pueblo, tanto por ser hijo del sumo sacerdote Eleazar y sobrino del propio Moisés, como por su virtud y valentía ante las dificultades, decidió vengar el ultraje antes de que el pésimo ejemplo de Zimrí arrastrara a otros a la misma revuelta. Lleno de justa cólera y amor por la ley (cf. 1 Mac 2, 24-26), «se levantó en medio de la comunidad, lanza en mano, entró tras el hombre en la alcoba y los atravesó a los dos, al israelita y a la mujer» (Núm 25, 7-8), de modo que ambos perecieron de un solo golpe.

En ese momento cesó el flagelo de la peste que azotaba a los israelitas. En total, habían perecido en el castigo veinticuatro mil hombres (cf. Núm 25, 9).

«El que ha sentido celo por mí»

Apaciguada su divina cólera, el Señor dijo a Moisés: «Pinjás, hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, ha aplacado mi furor contra los hijos de Israel, porque él ha sido, de entre vosotros, el que ha sentido celo por mí; por eso no he acabado con los hijos de Israel a impulso de mis celos. Por eso digo: le concedo a él mi alianza de paz; tanto él como su descendencia tendrán derecho perpetuo al sacerdocio. Por haber sentido celo de su Dios y haber expiado por los hijos de Israel» (Núm 25, 11-13).

Quedaba clara, pues, la estatura moral del hombre sobre quien el Altísimo había depositado la promesa hecha a Aarón y a la tribu de Leví: «Yo soy tu porción y tu heredad entre los israelitas» (Núm 18, 20). Y su ardiente amor por la ley de Dios y su firmeza frente a la impiedad fueron recompensados para siempre.

Después de estos acontecimientos, estalló la guerra contra Madián, y Pinjás fue enviado como comandante de las tropas israelitas (cf. Núm 31, 6). «El Señor estaba con él» (1 Crón 9, 20). Doce mil hombres, mil de cada tribu del pueblo elegido, diezmaron las ciudades de Moab. Entre los muertos estaban todos los reyes madianitas y también Balaán. Comenzaba para Israel una nueva etapa en su historia: habiendo triunfado sobre sus enemigos y hecha la expiación de sus pecados, entraría efectivamente en la tierra prometida.

Mientras él vivió, Israel no pecó

Cuando, de manera magnífica y misteriosa, el Señor llamó a sí al gran Moisés, Pinjás, por su virtud probada y reconocida, se convirtió en uno de los ayudantes más cercanos de Josué, como lo demuestra el hecho de que fuera el mensajero de sus órdenes ante las tribus de Transjordania.

Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés construyeron un altar en su territorio, al otro lado del Jordán, con la buena intención de convertirlo en un símbolo de unidad con Dios y con las demás tribus. No obstante, esa actitud fue malinterpretada por los israelitas, y Josué envió a Pinjás con otros diez jefes del pueblo a inspeccionar lo que consideraban una desviación del culto al verdadero Dios (cf. Jos 22, 9-29). Al serle aclarada la realidad, Pinjás les dijo a los integrantes de las tribus del otro lado del Jordán: «Ahora sabemos que el Señor está en medio de nosotros, pues no habéis cometido tan grande prevaricación contra Él y habéis librado así a los hijos de Israel de la mano del Señor» (Jos 22, 31).

Esta fue la última intervención de Pinjás descrita en las Escrituras. Mientras él y los de su generación vivieron, Israel no pecó (cf. Jue 2, 7).

Integridad, intransigencia y restauración

La historia de este varón de Dios —desarrollada en el contexto de los tiempos del Éxodo y quizá incomprensible para la mentalidad contemporánea— es una prueba del valor de la integridad a los ojos de Dios. Su virtud, confrontada con el mal cuando ya no servían de nada las exhortaciones a la conversión, se desdobló en intransigencia y restauró el orden quebrantado por el pecado. Por eso mereció la bendición y la complacencia divina: «[Su celo] se le computó como justicia por generación sin término» (Sal 105, 30-31).

Que, desde lo alto del Cielo, Pinjás interceda ante Dios por la Iglesia militante y obtenga para todos sus miembros la santidad necesaria a fin de que la iniquidad sea extirpada de nuestros corazones, haciendo de la tierra un lugar de paz verdadera, bajo el reinado de Jesús y de María. ◊

Una enseñanza útil para el alma

El placer es presentado a todo vicio como cebo que arrastra fácilmente a las almas sensuales hacia el anzuelo de la perdición. Es sobre todo por medio del placer impuro como la naturaleza es arrastrada hacia el mal sin que se controle.

Es lo mismo que sucede ahora. En efecto, aquellos que habían demostrado que todo ataque del hierro era más débil que su propia fuerza, y que con su poder habían hecho huir al ejército de los enemigos, esos fueron heridos por los dardos femeninos a través del placer. Y los que habían sido más fuertes que los varones se convirtieron en vencidos de las mujeres. […]

¿Qué lección sacaremos de este relato? Que sabedores de cuánta fuerza hacia el mal tiene la enfermedad de la voluptuosidad, mantengamos nuestra vida lo más alejada posible de esta vecindad, de forma que esta enfermedad, que es como un fuego que con su cercanía enciende la llama perversa, no tenga ningún acceso a nosotros.

Los que habían prevalecido sobre las armas enemigas se convirtieron en rehenes de las mujeres
Sansón y Dalila, de Francesco Morone – Museo Poldi Pezzoli, Milán (Italia)

Salomón en la Sabiduría al decir que no se ha de pisar el carbón con el pie descalzo y que no se ha de introducir fuego en el seno (cf. Prov 6, 27-28), pues está en nuestro poder permanecer libres de pasión con tal de que nos mantengamos lejos de avivar el fuego. Pero si, por el contrario, llegamos hasta el punto de tocar este fuego ardiente, penetrará en nuestro seno el fuego de la concupiscencia, y de ahí se seguirá la quemadura para el pie y la ruina para el seno.

El Señor en el Evangelio, con su propia voz, para que nos mantuviésemos alejados de este mal, ha cortado el camino —como a lo que es raíz de la pasión—, a la concupiscencia que nace del mirar, cuando enseña que quien admite la pasión con la vista, abre, contra sí mismo, la puerta a la enfermedad (Mt 5, 28). Las pasiones perversas, como la peste, una vez que han dominado los puntos claves, sólo cesan con la muerte. 

San Gregorio de Nisa.
Vida de Moisés, c. xxvii,
n.º 297-298; 303-304.

Notas


1 Cf. Flavio Josefo. Antigüedades judías. L. IV, c. 6, n.º 7-9.

2 Idem, n.º 11.

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->