A las almas piadosas.
1 Almas piadosas e iluminadas por el Espíritu Santo, ciertamente no llevarán a mal que les ofrezca un pequeño rosal místico bajado del cielo para que lo planten en el jardín de sus almas. En nada perjudicará a las flores olorosas de su contemplación. Es muy perfumado y totalmente divino. No perturbará en lo más mínimo el orden de su jardín. Es muy puro y muy ordenado y todo lo encamina al orden y a la pureza. Alcanza altura tan prodigiosa y tan dilatada extensión, si se le riega y cultiva todos los días como con- viene, que no sólo no estorba a las demás devociones, sino que las conserva y perfecciona. ¡Uds., que son almas espirituales, me comprenden claramente! Jesús y María con su vida, muerte y eternidad constituyen este rosal1 .
2 Las hojas verdes de este rosal místico representan los misterios gozosos de Jesús y de María. Las espinas, los dolorosos. Y las flores, los gloriosos. Los capullos son la infancia de Jesús y de María, las rosas entreabiertas representan a Jesús y María en sus dolores. Y las totalmente abiertas muestran a Jesús y María en su gloria y en su triunfo.
La rosa alegra con su hermosura: ahí están Jesús y María en los misterios gozosos. Punza con sus espinas: ahí están Jesús y María en los misterios dolorosos. Regocija con la suavidad de su perfume: ahí están Jesús y María en los misterios gloriosos.
No desprecien, pues, mi rosal alegre y maravilloso. Siémbrenlo en su alma,
tomando la resolución de rezar el Rosario. Cultívenlo y riéguenlo, recitándolo fielmente todos los días y obrando el bien. Contemplarán cómo el grano que ahora parece tan pequeño, se convertirá con el tiempo en un gran árbol en el que las aves del cielo –es decir, las almas predestinadas y elevadas en contemplación– pondrán su nido y morada para guarecerse a la sombra de sus hojas de los ardores del sol, preservarse en su altura de las fieras de la tierra y, finalmente, alimentarse con la delicadeza de su fruto, que no es otro que el adorable Jesús, a quien sea el honor y la gloria por la eternidad. Amén. Dios sólo.
A los Niños.
3 A Uds., queridos niños, les ofrezco un hermoso capullo de rosas: el granito de su Rosario, que les parece tan insignificante. Pero… ¡Oh! ¡Qué grano tan precioso! ¡Qué capullo tan admirable! y ¡cómo se desarrollará, si recitan devotamente el Avemaría! Quizás sea mucho pedirles que recen un Rosario todos los días. Recen, por lo menos, una tercera parte, con devoción. Será una linda diadema de rosas que colocarán en las sienes de Jesús y de María. ¡Créanmelo! Escuchen ahora y recuerden esta hermosa historia.
4 Dos niñitas, hermanas, estaban a la puerta de su casa recitando el Rosario devotamente. Se les aparece una hermosa Señora, que acercándose a la más pequeña -de sólo seis años- la toma de la mano y se la lleva. La hermana mayor, llena de turbación, la busca y no habiendo podido hallarla, vuelve a casa llorando y diciendo que se habían llevado a su hermana. El padre y la madre la buscan inútil- mente durante tres días. Pasado este tiempo, la encuentran en la casa con el rostro alegre y gozoso. Le preguntan de dónde viene. Ella responde que la Señora a quien rezaba el Rosario la había llevado a un lugar hermoso, y le había dado a comer cosas muy buenas y había colocado en sus brazos un bellísimo Niño a quien había cubierto de besos. El padre y la madre, recién convertidos a la fe, llaman al padre Jesuita que les había instruido en ella y en la devoción del Rosario, y le relatan lo que había pasado. El mismo nos lo contó. Ocurrió en el Paraguay2 .
Imiten, queridos niños, a estas fervorosas niñas. Recen todos los días la tercera parte del Rosario y merecerán ver a Jesús y a María, si no durante esta vida, sí después de la muerte durante la eternidad. Amén.
Así pues, que sabios e ignorantes, justos y pecadores, grandes y pequeños, alaben y saluden noche y día a Jesús y María con el Santo Rosario.
Saluden a María, que ha trabajado mucho en Uds.3
Tomado del libro “El Secreto admirable del Santísimo Rosario” de San Luis María Grignion de Montfort