A través de su Inmaculado y Sapiencial Corazón, María Santísima ejerce su realeza de diferentes maneras en el Cielo, en la Tierra, en el Purgatorio y en el Infierno.
Plinio Corrêa de Oliveira
Creo que, con toda legitimidad, podemos celebrar el Inmaculado Corazón de María en la fiesta de Nuestra Señora Reina, por una razón muy simple: una de las formas en que Ella hace efectivo su dominio en la Tierra es a través de su Corazón Inmaculado y Sapiencial.

Inmaculado Corazón de Maria – Iglesia de San Jorge, Mechernich, Alemania
Reina Madre y Reina Reinante
Hay una advocación muy hermosa de Nuestra Señora: Regina Cordium, Reina de los Corazones, que se puede ver desde la perspectiva de estos atributos: primero, Nuestra Señora como Reina; segundo, su Inmaculado y Sapiencial Corazón.
¿Cómo encaja todo esto y cómo se entiende?
Sabemos que Nuestra Señora, por derecho, es la Reina del Cielo y de la Tierra. En primer lugar, por ser la Reina Madre de toda la Creación; siendo la Madre de Dios, está en relación a la Creación en una situación similar a la de las reinas madres en los países con una estructura monárquica.
Por otro lado, porque Dios Nuestro Señor le ha dado el dominio efectivo del Cielo y la Tierra. Teniendo este poder, Nuestra Señora impera sobre los Ángeles, los Santos, las almas del Purgatorio, los hombres que están en el mundo, Ella manda incluso sobre los infiernos; todo está completa y enteramente sujeto a Ella. Es una Reina reinante, con todos los honores de la realeza.
La reina María de Inglaterra, por ejemplo, esposa del rey Jorge V2, nunca ejerció el poder, pasó toda su vida rodeada de las honras de la realeza y, al morir el rey, se convirtió en la reina madre, ya que la corona pasó a su hijo, Jorge VI3 y luego a su nieta, Isabel II.4 Esta, a su vez, se convirtió en reinante, porque en la pequeña medida de poder que tiene una reina de Inglaterra, ella reina.
Nuestra Señora no es solo la Reina Madre por ser la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, sino que es la Reina reinante, porque Dios le confió ese poder de derecho. Ahora bien, ¿cómo lo ejerce y lo transforma en hecho?
De Corazón a Corazones, Nuestra Señora reina en el Cielo
En el Cielo Ella ejerce su reinado de dos maneras. En primer lugar, siendo los ángeles y bienaventurados confirmados en la gracia, no hacen más que la voluntad de Dios. Por lo tanto, es muy cierto que Nuestra Señora, mandándoles en el nombre de Dios, ellos obedecen.
Sin embargo, estoy seguro de que, aunque Dios no lo hubiera dispuesto así, querrían obedecer a la Virgen por el amor extremo que le demuestran, por el conocimiento que tienen de sus virtudes, de su superioridad. Y como toda superioridad confiere un mandato, aunque no existiera tal orden de Dios, los Ángeles y los Santos del Cielo, por la expresión de una tenue voluntad de Nuestra Señora, se moverían todos en esa dirección. Eso sería propiamente un imperio de un Corazón sobre corazones.
¿En qué sentido? El corazón es un órgano físico, un símbolo de la mentalidad, es decir, de la forma en que una persona ve y desea las cosas. El Inmaculado Corazón de María es una expresión de su mentalidad sapiencial e inmaculada y expresa, entre otras cosas, también su bondad y dulzura inefables, su misericordia inagotable.
Por todas estas razones, los Ángeles y los Santos del Cielo miran a Nuestra Señora con toda intensidad y la aman tanto cuanto les es dado amar. El resultado de este amor es tal que Ella reina sobre ellos, su Corazón sobre el corazón de ellos, es decir, su mentalidad sobre la mentalidad de ellos.
Su modo sapiencial de ver las cosas se convierte en una regla de sabiduría para ellos; su santísima e inmaculada voluntad es una ley para la voluntad de ángeles y bienaventurados. Es decir, simplemente de Corazón a corazón, Nuestra Señora domina el Cielo.

Coronación de la Santísima Virgen – Musée du Petit Palais, Aviñón, Francia
Dominio sobre las almas del Purgatorio
También con las almas que están en el Purgatorio y ya no pecan, pues la bienaventuranza ya está asegurada para ellas. No hay peligro de que un alma penada, por ejemplo, se rebele contra los sufrimientos extremos que sufre. ¿Por qué? Porque allí todos son confirmados en gracia, entonces piensan como Nuestra Señora, quieren lo que Ella quiere, viven para Ella, y por eso, cuando Ella los visita, hay una alegría indescriptible para ellos, todos cantan muy satisfechos dentro de sus tormentos.
Ella siempre lleva un enorme número de almas al Cielo, y para las que se quedan, Ella esparce en torno de sí un rocío, que disminuye sus dolores, aumenta su esperanza de llegar al Cielo aliviando sus sufrimientos. Por lo tanto, es también de corazón a corazón que Nuestra Señora domina y reina sobre esas almas, y no solo por la voluntad expresa de Dios.
¿María gobierna efectivamente sobre la Tierra?
Y en la Tierra, ¿cómo son las cosas? Hay en la Tierra una lucha entre los que obedecen y los que no obedecen a Nuestra Señora.
Nosotros, los hombres, tenemos la triste libertad –que en realidad es una esclavitud– de no hacer la voluntad de Dios. En otras palabras, las pasiones desordenadas nos arrastran, son tiranas que muchas veces nos llevan a hacer lo que no querríamos, por nuestra propia culpa; nos dan la posibilidad de decir “no” a Dios…
Si estuviéramos libres de estas malas pasiones, nunca rechazaríamos la voluntad divina. Pero tenemos que luchar contra ellas, y solo con la gracia de Nuestra Señora podemos sacudirlas, limitarlas e incluso extinguirlas. Sin eso nos convertimos en esclavos de nuestros defectos.
¿Cómo, entonces, el Sapiencial e Inmaculado Corazón de María hace efectiva su autoridad jurídica e indiscutible sobre el mundo?
Nuestra Señora tiene derecho a ser obedecida por todos y, en este sentido, es Reina del mundo entero. Ahora bien, los hombres tienen la posibilidad –no el derecho– de desobedecerla. De donde hay una enorme cantidad de personas que la desobedecen.
Ahora bien, Nuestra Señora hace efectivo su imperio de una manera muy sencilla: a través de su Corazón toca los corazones y hace que las almas, recibiendo gracias muy abundantes, la sigan. Evidentemente no es automático. Una persona puede resistirse a la gracia, aunque sea muy abundante. Peca, pero puede resistir.
Sin embargo, son innumerables las almas que aceptan a Nuestra Señora y, recibiendo abundantes gracias, la sirven. ¿Cómo son estas gracias? Es la gracia que Ella derrama en nuestros corazones para ver su Corazón, para conocer y amar su sabiduría, la nota de inmaculada que existe en toda su persona, y es de esta manera que Ella es obedecida por nosotros.
Su Corazón es un cetro con el que Ella gobierna a todos los que le obedecen.
Los infiernos la obedecen
Nuestra Señora también reina sobre los malos.
Se dice que, en el momento de levantar la Cruz sobre el Gólgota, el diablo quiso imponer a Nuestro Señor un último sufrimiento: aprovechando que la Cruz estaba medio tambaleante, quería arrojarla contra el suelo, para que la Sagrada Faz de Cristo quedara completamente destrozada.
Cuando Nuestra Señora tuvo conocimiento de eso, simplemente dio una orden: “Eso no lo permito”. Se acabó, no más hay discusión; el horrible hecho no sucedió.
Ella permitió todo lo que era necesario para la Redención del género humano, pero esa humillación suprema, ese dolor supremo no era necesario. Ella la interrumpió y el demonio le obedeció.
A menudo, a lo largo de la Historia, a los buenos, a los que defienden el bien, les ocurren prodigios desconcertantes, en última instancia porque Nuestra Señora lo mandó. En este sentido, Ella también puede mandar. Pero no es un mandar que obligue a una persona a decir “sí” a la gracia de Dios. En este punto Ella no impone nada.

El Dr. Plinio en 1986
Aspecto contrarrevolucionario del Inmaculado y Sapiencial Corazón
Nuestra Señora tiene el imperio de la ley sobre todos, y a veces lo hace efectivo y nadie puede resistirse. Ahora bien, a menudo no se efectúa por un imperio de su voluntad, sino por el amor que comunica a muchas almas. Esta es la razón por la que tantas personas se dedican, luchan y se inmolan; es por el Sapiencial e Inmaculado Corazón de María.
En estas condiciones, estoy seguro de que la fiesta de Nuestra Señora Reina es la fiesta del Corazón de Ella. De hecho, en Fátima dijo: “¡Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará!”
Triunfar significa reinar. Si pudiera representar el Corazón de Nuestra Señora, me gustaría rematarlo con una corona, para indicar bien el carácter regio de su Corazón Sapiencial e Inmaculado.
Podemos, con toda propiedad, reverenciar, venerar su Inmaculado Corazón en la fiesta de Nuestra Señora Reina, haciendo nuestra esta petición: “Haced mi corazón semejante al vuestro”. Semejante no significa vagamente parecido, sino análogo en todo lo que está en el plan de la Providencia para que lo sea. “Hazlo sapiencial, de una sapiencialidad que sea una participación de la vuestra; hazlo puro, de una pureza que sea una participación de la vuestra”.
Para ser sapiencial y puro hay que ser contrarrevolucionario. ¿Por qué? Porque la Revolución es, de manera escandalosa, el auge de la locura y de la impureza, justo lo contrario de la sabiduría y de la pureza, especialmente de la pureza inmaculada de Nuestra Señora.
El Sapiencial e Inmaculado Corazón de María podría ser considerado bajo la advocación de Nuestra Señora de la Contrarrevolución, porque es el aspecto que la Revolución más odia de Nuestra Señora. Es a través de esto que nosotros, hijos de la Contrarrevolución, nos afirmamos más como hijos de Ella.
(Extraído de una conferencia sin fecha)
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1) Victoria Mary Augusta Louise Olga Pauline Claudine Agnes (*1867 – †1953), princesa de Teck.
2) George Frederick Ernest Albert (*1865 – †1936).
3) Albert Frederick Arthur George (*1895 – †1952).
4) Elizabeth Alexandra Mary (*1926 – †2022).