El “semáforo” espiritual

Publicado el 11/26/2022

Todos podemos calcular las consecuencias en el tráfico de cualquier parte del mundo si no existieran los semáforos. Una invención que de útil pasó a indispensable. ¿Podría este objeto tan corriente como importante para nuestra vida cotidiana tener alguna analogía con la vida espiritual?

Hno Andrés Franco, EP

¿Qué pasaría si no hubiera semáforos?

¡Pare! ¡Espere! ¡Adelante! ¡Pare, espere, adelante! Pare… espere… adelante…” La monótona cadencia del rojo, amarillo y verde es tan común en nuestra vida diaria que a veces no nos detenemos a pensar en qué podría pasar si ese semáforo que está al frente de nuestro vehículo no estuviera allí… Como en tantas otras cosas de la vida humana, nos acostumbramos a usar las cosas que nos rodean y nos habituamos a ellas, solo valorando su importancia cuando notamos su ausencia, cuántas veces por sucesos de carácter catastrófico.

No sería difícil calcular para cualquiera la proporción en la que se multiplicarían los accidentes de tránsito si los semáforos no estuvieran señalizando los cruces en las calles de nuestras ciudades. ¡Aun existiendo ellos de modo funcional los hay! El ritmo de la vida contemporánea exige que haya este tipo de control –dictatorial, dirían algunos– de parte de un objeto inanimado programado para encender luces a ciertos intervalos regulares, causando muchas veces impaciencia y disgusto, es verdad, pero controlando en última instancia el tráfico y evitándonos así problemas y accidentes. De alguna manera, esta regulación del tránsito es indispensable, haciendo un conjunto con las demás señales de tránsito que podemos encontrar, y a las cuales, queriéndolo o no, todos debemos adaptarnos, asumiendo la responsabilidad de no hacerlo con alguna costosa multa o, peor aún, sufriendo algún percance, quizás hasta grave…

Los semáforos están ahí y todos (o casi todos) los obedecen. ¿Sucederá lo mismo con los “semáforos” que existen en nuestra alma y que guían nuestra vida espiritual?

¿Semáforos espirituales?

Monseñor João nos enseña que la Divina Providencia a veces se nos puede manifestar en forma de “semáforos”, es decir, de advertencias, de llamados de atención, de señales más o menos claras, por las cuales nos indica que es necesario parar, esperar o avanzar.

 

Comprendo, querido lector, su pregunta, y paso a responderla, pues no creo temerario afirmar que nunca había pasado por su mente la imagen de un “semáforo espiritual”. Haciendo honor a la verdad, la idea de la interesante analogía no es del autor de estas líneas. Mons. João, haciendo uso de su reconocida capacidad para instruir y formar a través de imágenes, metáforas y comparaciones, mostraba que la Divina Providencia a veces se nos puede manifestar en forma de “semáforos”, es decir, de advertencias, de llamados de atención, de señales más o menos claras, por las cuales nos indica que es necesario parar, esperar o avanzar.

Una enfermedad, un desastre económico, un problema al interior de mi familia, podrían ser señales de que la “luz roja” está encendida: Dios nos está pidiendo detenernos a analizar nuestra alma con atención y hacernos preguntas a nosotros mismos: “¿no será esto que estoy pasando una consecuencia de tener tal vicio, tal mala inclinación, que no he sabido combatir? ¿No estaré siendo advertido, advertida, por la Providencia Divina para parar de hacer lo que no debo?” El semáforo está encendido. Si seguimos adelante, el “accidente”, la tragedia, ocurrirán tarde o temprano. ¡Cuidado! ¡Alerta! ¡Pare!

Otras veces es un pedido que hacemos en nuestras oraciones con mucho fervor, deseando ardientemente ser atendidos, pues tenemos gran necesidad de aquello que estamos solicitando, pero Dios enciende en nuestra alma la “luz amarilla”: es necesario esperar…

¿Cuánto tiempo? No lo sabemos. Quizás no sean los pocos segundos que dura la luz amarilla en nuestros semáforos, sino mucho más: días, meses, años tal vez. Pero ¿por qué? Porque debemos alcanzar la medida que Dios espera de oraciones para obtenerlo. ¿Qué sucederá si decidimos no esperar y dejamos de rezar? ¡Nos perderemos la luz verde!

Los consuelos, las alegrías espirituales, las gracias especiales que Dios nos concede son signo inequívoco de un anhelo del Cielo porque avancemos, demos pasos, vayamos adelante en nuestra vida interior: la luz verde del semáforo espiritual está encendida: es momento de ir adelante. La santidad exige muchas veces lanzarse a osadías que atemorizan nuestra prudencia, pero no podemos ceder ante este temor. “Pisemos el acelerador” de nuestra alma, si se nos permite la imagen, ¡que es la hora de avanzar!

Obedezcamos las luces de nuestro “semáforo interior”

Dios habla claro en nuestras almas. Nadie podrá excusarse de no haber recibido de parte del Señor las indicaciones para que su vida espiritual avanzara y alcanzase la santidad. Campesina rezando – Louis Janmot – Museo de Bellas Artes – Lyon – Francia

Dios habla claro en nuestras almas. Nadie podrá excusarse de no haber recibido de parte del Señor las indicaciones para que su vida espiritual avanzara y alcanzase la santidad. Compete a cada uno de nosotros compenetrarse de esta realidad y poner todo de su parte para ser obediente a las señales que Dios va enviando en nuestro caminar hacia la eternidad.

Antes ya nos preguntábamos qué sucedería si en el mundo nadie obedeciera las luces de los semáforos. El desastre espiritual de alguien que no sigue con amor y atención las luces de su “semáforo espiritual” es inevitable, como inevitables serían los accidentes y desastres en el caso de no seguir la guía que proporcionan las señales de tránsito.

¿Qué pasaría si alguien decidiera interpretar a su manera las luces del semáforo? Por ejemplo, si alguien pensara: “Para mí, el rojo es avanzar, el amarillo es frenar y el verde dar reversa” … Además de evidenciar la necesidad de un urgente tratamiento mental, la persona que pensara de ese modo estaría poniendo en riesgo su propia vida y la vida de otros. ¡No se puede interpretar aquello que es absoluto! Pues bien, no caigamos en la tentación de “interpretar” a nuestro modo las luces del semáforo espiritual, pues correríamos gravísimo riesgo de perder nuestra alma y quizás la de otros también.

Sería un error que alguien no avanzara su vehículo cuando la luz verde está encendida. De la misma forma, sería un error no avanzar en nuestra alma cuando la gracia nos incita a ello.

La vida espiritual, enseñaba Mons. João, es como una escalera eléctrica que siempre va hacia abajo y que debemos subir, exigiendo por tanto un esfuerzo constante en subir, subir, subir. ¿Qué sucede si nos detenemos? ¡Bajamos! No podemos detenernos en el camino de la vida interior. Quien para, desciende.

La mejor guía para nuestra alma

Para María Santísima la noción de los caminos de la Providencia estuvieron siempre claros a su perfectísimo uso de la razón, iluminada ésta con la ciencia infusa, propia de las almas sin el pecado original

Si hubo alguien en la faz de la tierra que supo siempre seguir la voz de la gracia en su interior, siendo fiel hasta en lo más mínimo de su vida espiritual fue la Santísima Virgen. Su noción de los caminos de la Providencia para Ella estuvieron siempre claros a su perfectísimo uso de la razón, iluminada ésta con la ciencia infusa, propia de las almas sin el pecado original, siendo siempre correspondidos y obedecidos hasta las minucias y aparentes trivialidades. Por esto, el demonio jamás tuvo parte con Ella y la gracia produjo maravillas inefables e inéditas en su preciosísima alma. Tenemos en María un ejemplo preclaro para todo y cualquier aspecto de nuestra vida espiritual. Sigamos ese ejemplo, seamos fieles a la voz de la gracia que sopla oportunamente en nuestro interior, indicándonos el rumbo a seguir. Y si, por desgracia, nos saltamos algún semáforo, no temamos. Es posible que las “multas” nos lleguen, pero podemos acudir a la mejor abogada, que nos ayudará a reducir o incluso eliminar el pago de ellas.

¿Quién no soñaría con que, en sus trayectos cotidianos, todos los semáforos que encontrara estuvieran en luz verde? ¡Cuántos afanes, atrasos y problemas se evitarían! ¿Por qué no pedirle a Nuestra Señora que ruegue a su Hijo Divino para que ponga en luz verde nuestro semáforo espiritual? ¡Ella lo puede conseguir! Nuestra Señora es quien mejor nos puede instruir en el modo de obedecer el rojo, amarillo y verde de nuestro semáforo espiritual.

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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