El verdadero significado de la palabra amor. Parte II

Publicado el 01/19/2023

No te pido más que amor y abandono. Quiero que seas como un vaso vacío que Yo me encargaré de llenar. Deja a tu Creador, que El cuidará de su criatura. En cuanto al amor no tengas medida.

Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Sor Josefa Menéndez

Mi Corazón no puede contener el ansia ardiente que le consume, de darse, de entregarse, de quedarse para siempre con los hombres. ¡Ah! ¡cómo deseo que me abran su corazón y que me encierren en él para que este fuego que devora el mío los abrase y fortalezca!

Me entrego a las almas y soy para ellas lo que quieren que sea. Si me quieren por Padre seré Padre… Esposo, si me desean por Esposo… Si necesitan fortaleza seré su fortaleza y si desean consolarme me dejaré consolar.

El único anhelo es darme y derramar sobre ellas todas las gracias que mi Corazón les prepara y que no puede contener.

 

Déjame dilatarme en ti. Mi grandeza suplirá tu pequeñez. Desde ahora trabajaremos siempre unidos. Yo viviré en ti, tú vivirás para las almas. Mi Corazón lo hará todo, mi misericordia obrará en ti y mi amor anonadará todo tu ser. Cuanto más desaparezcas, más seré Yo tu vida y tú serás mi cielo donde descansaré.

Háblame porque estoy contigo. No estás sola aún cuando no me ves; Yo te veo…, te sigo…, te oigo. Háblame, sonríeme… porque soy tu Esposo, tu compañero inseparable.

Si me agradas es por tu pequeñez. No te pido más que amor y abandono.

Quiero que seas como un vaso vacío que Yo me encargaré de llenar. Deja a tu Criador, que El cuidará de su criatura. En cuanto al amor no tengas medida.

Si eres pobre Yo soy rico. Si eres débil Yo soy fuerte. Lo que te pido es que no resistas; Yo te defenderé; si caes, te levantaré y no te dejaré jamás. Tú abandónate: Yo lo haré todo.

Quiero que me lo ofrezcas todo, aun lo más pequeño, para compensar el dolor que me causan las ofensas de las almas, sobre todo de aquellas que me están consagradas.

Quiero que descanses sin miedo en mi Corazón. Míralo y verás que ese fuego es capaz de consumir todo lo imperfecto que hay en ti.

Abandónate a mi Corazón y no pienses más que en darme gusto. Recuerda que soy tu Padre, tu Esposo y tu Dios.

Entra en mi Corazón…, a la nada le es fácil entrar y perderse en este abismo de amor.

No te pido que merezcas las gracias que te concedo, lo que quiero es que las recibas. Yo te enseñaré la escuela donde se aprende esta ciencia. Déjame obrar en ti.

¡Mis ojos están fijos en ti! Tú fíjalos en Mí y abandónate. No me importa tu nada, ni tu debilidad, ni aun tus caídas. Mi sangre todo lo borra; bástate a ti saber que te amo. Abandónate.

Es tanto lo que me agrada un alma cuando se abandona a Mí de verdad, que aunque esté llena de imperfecciones y miserias hago de ella un cielo donde me deleito en morar.

Si todo me lo abandonas, todo lo encontrarás en mi Corazón. Necesito corazones que me amen, almas que reparen, víctimas que se inmolen…, pero, sobre todo, almas que se abandonen.

Déjate llevar con los ojos cerrados que Yo soy tu Padre y los tengo abiertos para conducirte y guiarte.

Cuando pronuncias esta palabra: ¡Padre!, mi Corazón se obliga a cuidar de ti… No sabes cómo se alegran los padres cuando su hijito empieza a hablar y pronuncia el nombre tan tierno de ¡padre!…; al oírlo le abren los brazos y lo estrechan contra su corazón con tanta ternura y amor que experimentan un goce muy superior a todos los placeres de este mundo. Pues si esto sucede a un padre, a una madre, de la tierra, ¿cuál será el deleite de Aquel que es a la vez Padre, Madre, Dios, Creador, Salvador y Esposo?

¿Qué corazón puede igualar al mío en ternura y amor?

Sí, alma querida, cuando estés oprimida y angustiada, ven, acude a Mí, dime «Padre» y descansa en mi Corazón. Si no puedes postrarte a mis pies como quisieras, en medio de tu trabajo, repite esta palabra: ¡Padre! Y Yo te ayudaré, te sostendré, te guiaré y te consolaré.

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