
Octavio Mantia Castellano
Era de noche (Jn 13, 30). Y el infame Judas salió para traicionar a su maestro.
Al día siguiente, ya era la hora sexta… pero todavía era de noche y “una oscuridad cubrió toda la tierra hasta la hora nona”(Lc 23, 44).
Y, en las tinieblas de la noche en lo alto del Calvario, la Luz del mundo es crucificada.
Casi todo el sanedrín está presente con los ojos brillando de odio y ciegos, no ven la Luz. El populacho enloquecido se apretuja frenéticamente
Todos se acercan a la Cruz, pero la mayoría se aleja de la Luz. Los que matan la Luz de la vida se hunden en las sombras de la muerte.
Entretanto, en medio de la multitud en tinieblas, algunos están silenciosos y recogidos, siendo inundados por la Luz.
Nicodemo y José de Arimatea están allí. El discípulo amado también. En medio de la oscuridad, Juan no puede olvidar las palabras del Maestro: “Yo soy la Luz del mundo, quien me sigue no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Pero ahora todo parecía perdido, pues “este era la luz verdadera que viniendo al mundo a todos ilumina”. Ella estaba en el mundo y el mundo fue hecho por medio de ella, pero el mundo no la conoció. La luz vino a los suyos y los suyos no la recibieron” (Jn 1, 9-11).
San Juan reza… sin perder la confianza levanta los ojos llenos de certeza de la victoria de esa Cruz, pues “ en ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no consiguieron dominarla ” (Jn 1, 4-5).
Los ojos de María Santísima se fijan en el Crucificado, mientras que sus pensamientos vuelan para los recuerdos del pasado. Ella recuerda el cántico que Simeón hizo al recibir al Niño Jesús en sus brazos “Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel. (Lc 2, 32). y también recuerda que “por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte (Lc 1, 76-79).
Los recuerdos de aquel pasado inundan su alma de copiosas esperanzas del futuro. Pero sus ojos contemplan el presente y por eso ella llora copiosamente. Maria Santísima derrama lágrimas, mientras su Hijo derrama su preciosísima Sangre.
Y, en medio de las tinieblas, el Padre Celestial lanza el último llamamiento: “Si no te conmueve la sangre del Hijo, contempla las lágrimas de la Madre y mira si no hay mayor apelo de parte de Dios para tu conversión.
Sino tienes coraje de observar la lucha entre la vida y la muerte, contempla a la Madre de la Vida que llora. Si los ojos cerrados de Jesús muerto no te infunden respeto, que los ojos de la Madre lagrimosa te enternezcan. Si el holocausto de la Sabiduría Encarnada no te importa, que el dolor de que es llamada Trono de Sabiduría te cause estupor. ¿Cómo puedes ser indiferente, cuando hasta los propios ángeles están desconcertados?
Y sino aprovechaste suficientemente la preciosísima Sangre de Jesús para convertirte en esta oscuridad, aprovecha las preciosísimas lágrimas de María, para que la Luz de Cristo te haga resplandecer, de modo que no perezcas en las tinieblas que nublan el firmamento de este siglo.