Esclavo de María Santísima yo termino y esclavo suyo inicio este año

Publicado el 01/03/2022

Plinio Corrêa de Oliveira

Cuando tenía unos quince años de edad, fui con mi familia a una fiesta en el Trianon, en la Avenida Paulista, donde la alta sociedad de San Pablo comparecía para festejar el cambio de año.

Mientras yo veía la atracción de todo aquello, percibía también cuánto tenía de mundano, de superficial, de gozo de la vida sin ideal, y me sentía impulsado hacia donde no quería, quedando muy perplejo delante de eso.

De repente, veo entrar a un hombre que hacía el papel de viejo, apoyado sobre un bastón, todo harapiento, y a un joven que venía dándole patadas. Era el año nuevo que entraba expulsando al año viejo.

Yo pensaba: “¡Qué mentalidad es la de ese ambiente! Este año que ahora acaba fue el joven del año pasado y expulsó al anterior a patadas. Dentro de un año vamos a tener horror de ese joven, porque nos causan horror los sufrimientos que la vidatrae. ¡Esa gente no se da cuenta de eso!”

Y por el pavor de dejarme llevar por esa mentalidad, mientras los otros entonaban el Himno Nacional y respetuosamente se mantenían de pie, asociándome a ese acto, mi corazón voló más alto y recé a Nuestra Señora. En ese lugar tomé la resolución de nunca dejar de recitar una Salve Regina en el cambio de año.

Entretanto, cuando leí el Tratado de la verdadera devoción, de San Luis Grignion de Montfort, comprendí que sería muy bonito rezar en el cambio del año la Consagración a Jesucristo por las manos de María, como quien dice: “¡Esclavo de Nuestra Señora yo termino, esclavo de Nuestra Señora yo comienzo!”

No abandoné la Salve Regina, la rezo antes, y luego viene la Consagración.

Extraído de conferencia del 29/12/1984

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