Escudo y espada de la Iglesia

Publicado el 09/29/2024

Suscitado por Dios para proteger a la Iglesia y a los hombres contra las embestidas diabólicas, San Miguel Arcángel es el caballero arquetípico de la milicia celestial, el paladín de los planes divinos.

Vínculo entre ángeles y hombres «angelizados»

Cuando los medievales se referían a los ángeles, a menudo hablaban de caballería angélica. Decían que los espíritus celestiales fueron los primeros caballeros, porque lucharon contra los primeros malos, los ángeles rebeldes.

No nos resulta fácil comprender cómo fue el prœlium magnum, esa gran batalla librada en el Cielo entre los ángeles y los demonios. ¿Cómo lucha un puro espíritu contra otro? ¿Cuáles son los recursos de un espíritu para vencer a otro, hasta el punto de precipitarlo al infierno? ¿Cómo sucede la expulsión de un espíritu por otro de un determinado lugar?

Ciertamente, esta guerra se desarrolló de una manera intrínsecamente mucho más noble que las cruzadas. Aquellos espíritus angélicos, en el momento en que se disponían a luchar contra los demonios, eran confirmados en gracia y conquistaban para siempre jamás la corona eterna.

El jefe de esta caballería celestial es el arcángel San Miguel, quien, constituido patrón de los caballeros, resume en sí todo el espíritu de las cruzadas, de la caballería y, en consecuencia, todo el espíritu de la Edad Media.

Creemos que es muy noble que alguien derrame su sangre por una gran causa. Pero la nobleza de un espíritu como San Miguel, desplegando toda su fuerza contra el demonio, ¡es inimaginable! La belleza del príncipe de la milicia celestial es tal que el intelecto humano se revela incapaz de captarla, aunque de algún modo puede sospechar, vislumbrar, conjeturar, como un escalón para imaginarnos la infinita perfección de Dios.

Sin duda, también en esta guerra incruenta en la que estamos enrolados —guerra psicológica, de gracias y carismas contra tentaciones e insidias diabólicas, del espíritu de inocencia contra el de complicidad y toda clase de indecencia, de crimen y de fraude de la Revolución— hay mucha más nobleza que en la propia caballería terrena.

Sólo podremos contrarrestar la ofensiva revolucionaria si somos tales que los ángeles se reconozcan afines con nosotros y nuestros aliados en la batalla Detalle de «El Juicio Final», de Giotto di Bondone – Capilla de los Scrovegni, Padua (Italia Sin embargo, no podremos contrarrestar la

ofensiva revolucionaria a menos que seamos tales que los ángeles se reconozcan afines a nosotros y nuestros aliados naturales; a menos que establezcamos con la caballería angélica esta consonancia por la que los celestiales guerreros vienen a luchar con nosotros y en nosotros con naturalidad, como si el abismo que nos separa de ellos no existiera.

Ese vínculo entre ángeles y hombres, y de hombres, por así decirlo, «angelizados», actuando sobre la opinión pública en el sentido contrarrevolucionario, en continuidad con la caballería celestial, es lo que debe caracterizarnos. ◊

Extraído, con pequeñas adaptaciones, de:
Dr. Plinio. São Paulo. Año XXI.
N.º 246 (set, 2018); p. 4.

Notas

1 BEATA ANA CATALINA EMMERICH. Visiones y revelaciones completas. 2.ª ed. Buenos Aires: Guadalupe, 1953, t. I, p. 607.
2 GUÉRANGER, OSB, Prosper. El Año Litúrgico. El Tiempo después de Pentecostés. Segunda parte. Burgos: Aldecoa, 1956, t. V, pp. 490-491.
3 Expresión forjda por el propio Dr. Plinio para describir la mentalidad, común en ciertos ambientes católicos a partir del siglo xviii, de quienes consideran la religión con un optimismo sistemático, como si el pecado original y el mal no existieran, hipótesis cuya formulación constituiría una verdadera herejía y que conduce a una falta de vigilancia y de combatividad en relación con los defectos morales propios y ajenos.
 

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