Plinio Corrêa de Oliveira
San Miguel comandó la lucha contra los demonios y los precipitó en el Infierno. Él es, pues, el jefe de los Ángeles de la Guarda de los individuos y de las instituciones. Y él mismo es el Ángel de la Guarda de la Institución por excelencia: la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Por lo tanto, en él se concatenan dos misiones. Dios quiso servirse de él como su escudo contra el demonio, y quiere que él sea también el escudo de los hombres y de la Santa Iglesia. Pero el Príncipe de la Milicia Celestial no es meramente un escudo, también es una espada. No se limita a defender, sino que derrota y precipita en el Infierno. Esa es la dupla misión de San Miguel Arcángel.
Por esa razón, él era considerado en la Edad Media el primero de los caballeros, el caballero celestial, leal, fuerte, puro y victorioso, como debe ser el caballero que pone toda su confianza en Dios y en Nuestra Señora.
He aquí la figura admirable de San Miguel, a quien debemos considerar nuestro aliado en las luchas.
(Revista Dr. Plinio, No. 210, septiembre de 2015, p. 36, Editora Retornarei Ltda., São Paulo Extraído de una conferencia del 28/9/1966).