Esta carta ha sido escrita para ti

Publicado el 01/30/2021

El Beato Sebastián Valfré escribió algunos libros y muchas cartas tratando de temas teológicos. A propósito de su talento en el arte de escribir, el Dr. Plini hace una meditación, mostrando la decadencia en las formas de comunicar el pensamiento humano. Sin embargo, siempre que Dios permite que su Iglesia sea golpeada y azotada por los vientos, el mal que pueda darse es para el género humano y no para Ella.

Variedad de cartas sobre asuntos de Teología

Sebastián Valfré, nació en Saboya en 1629, murió en Turín en 1710. Era un Sacerdote Oratoriano, gran apóstol de la caridad, virtud en la cual se distinguió durante toda su vida. Famoso por su santidad de vida, el amor a la oración y a la ciencia; mantuvo enorme correspondencia con obispos, sacerdotes y grandes personalidades de la Corte sobre asuntos de Teología, o dando numerosos consejos sobre cuestiones varias.

A pesar de sus muchas ocupaciones, dejó obras realmente útiles: “Corta Instrucción a las personas simples”, que tuvo gran éxito; “Ejercicios Cristianos” y “Medio de santificar la guerra”, esta última destinada a los que abrazaban la carrera de las armas.

Especialmente devoto de la Santísima Virgen, cuando comenzaba a enseñar Teología, una de las primeras verdades sobre las cuales llamaba la atención de los alumnos era la de la Inmaculada Concepción. Durante seis meses explicaba el Ave María, palabra por palabra, pues cada una de ellas le servía de tema para sus aulas.

Además, recomendaba especialmente la devoción a los Ángeles de la Guarda. Decía que en todas sus necesidades y aflicciones jamás dejaba de invocar a su Santo Ángel y nunca fue desatendido. Por otro lado, manifestaba especial celo por las almas del purgatorio, por quienes nunca dejaba de rezar todos los días.

Edad media: época de las grandes sumas

La dificultad para comentar esta biografía se encuentra en el hecho de que ella contiene los grandes aspectos del Sacerdote santo de ese período.

Ahora bien, como hubo muchos en esa época, todos estos tópicos ya han sido estudiados de alguna manera. Sin embargo, hay algunos pequeños esclarecimientos que pueden ser hechos.

Tal vez cause cierta sorpresa ver que la correspondencia ocupaba en su vida un papel importante. Pero, necesitamos tener en consideración que vivió exactamente en tiempos de Luis XIV, o sea, en el auge del Ancien Régime, en que las condiciones de comunicación del pensamiento eran muy difeentes de las modernas, aunque de algún modo ya las preanunciaban.

Hay una cosa curiosa en la historia de los descubrimientos, de los inventos y de las modificaciones de la vida social, que nacen en el espíritu de las naciones,
con largas antecedencias y apetencias por las cosas que más tarde los descubrimientos inesperados harán surgir.

Al analizar las obras escritas en la Edad Media, vemos aquellas grandes colecciones. Es la era del pensamiento serio, de las ‘sumas’; libros escritos en pergamino, en material de gran volumen, bibliotecas con colecciones enormes.

Cuando aparece la imprenta, comienzan a surgir libros más pequeños. El material se va volviendo más leve; pero también, simultáneamente, van desapareciendo las grandes sumas y las grandes obras de conjunto.

El espíritu humano se vuelve fragmentario: los libros especializados y las cartas

Cuando el espíritu humano pierde aquella unidad medieval se va volviendo fragmentario y, produce obras más pequeñas sobre puntos específicos, perdiendo las apetencias hacia las grandes universalidades y los grandes conjuntos del pensamiento.

Las colecciones de libros continúan existiendo, pero con una tendencia a desaparecer, dando origen al ensayo y al libro especializado.

Pero ya en tiempos de Luis XIV y, por lo tanto, por lo tanto, de Madame de Sevigné, las cartas comienzan a tomar un papel paralelo al de los libros.

Los caminos se volvieron más seguros y el transporte a través de mensajeros a caballo y en carruaje también se empezaron de forma segura, y, con eso, la correspondencia postal, sin haber adquirido la institucionalización que obtuvo en el siglo XIX, fue haciéndose, no obstante, más metódica.

De esta forma, comenzó a aparecer un estilo nuevo de comunicación de pensamiento más delgado que el libro, que es la carta.

Había dos tipos de cartas: las que tratan de asuntos doctrinales y las que trasmiten noticias.

Las primeras, eran grandes cartas escritas por personajes eminentes.

Antes del Beato Sebastián Valfré, el infame Erasmo de Rotterdam, por ejemplo y, un poco posterior a él, Voltaire, más infame todavía, crearon una enorme obra revolucionaria, a través de cartas que eran doctrinarias muchas veces, o de análisis de hechos, que ellos enviaban a otros varios hombres célebres de su tiempo.

Célebres por su cultura, por su talento, por su alta posición política y por la unión que tenían con los acontecimientos de la época, o por la categoría eclesiástica o nobiliaria que ocupaban. Estas cartas eran después copiadas.

Por ejemplo, una persona que recibía una carta de Erasmo o de Voltaire, la publicaba junto con su respuesta. Se imprimía y distribuía. La misma persona la mandaba a sus amistades, a fin de que ellas vieran que había escrito algo tan importante que hasta el mismo Erasmo o el gran Voltaire se habían dignado responderle. Entonces, las dos cartas constituían casi que un tratadito con respecto a algún tema.

Algo muy apreciado era la carta sobre una controversia entre dos grandes personajes, con respecto a determinado asunto. Un intercambio de correspondencia entre el cardenal Cayetano y Lutero, por ejemplo, era un fino alimento para los espíritus eruditos.

Surgen los artículos de revista y de periódico

Vemos así, cómo la revista y los artículos periodísticos nacieron mucho antes. El espíritu humano iba engendrando algo que preparaba las condiciones para que esos medios de comunicación surgieran.

Concomitantemente, existían los noticieros que circulaban ampliamente. Antes que la prensa llegase al desarrollo que alcanzó en el siglo XIX, en las capitales de los países existíanagencias que enviaban por suscripción las noticias manuscritas hacia el interior. Ya eran, por lo tanto, “periódicos” manuscritos, antes de existir; de tal forma que el espíritu humano va más allá de los descubrimientos.

Después llega el descubrimiento y alcanza celebridad. Pero es porque había condiciones en el espíritu humano para observar ese progreso y aprovecharlo. De lo contrario, pasaba desapercibido y nadie se molestaba.

Es bonito reparar cómo la Iglesia va engendrando para cada nueva forma de comunicación, formas nuevas de talento. De manera que la epistolografía, que había decaído desde los tiempos de los romanos, tomó exactamente a partir del siglo XVI un realce muy grande. Así, vemos surgir grandes santos epistológrafos.

El apogeo del género epistolar

El Beato Sebastián Valfré, gran Teólogo y filósofo, escribió tres libros y una multitud de cartas que, con certeza, circularon ampliamente en su tiempo e hicieron mucho bien, ya que era un estilo clásico de comunicarse.

Hoy en día, la carta ha decaído enormemente en importancia y calidad, pues fue sustituida por los modernos medios de comunicación: periódico, radio, televisión, teléfono,etc.

Cuando estos no existían, la tendencia de quien escribía cartas, sabiendo que las noticias serían bien aprovechadas, era la de pulir bien el estilo, conseguir un buen papel y tener una linda caligrafía. Es decir, todo cuanto debe abarcar una carta llegó a su apogeo en ese período.

Tenemos entonces en estos tiempos a un gran santo, que fue también un gran epistológrafo.

Debemos ver los designios de Dios en los castigos que Él impone

Aquí notamos los designios secretos de la Providencia, y cómo son insondables las cosas de Dios.

Es muy bello que Dios Nuestro Señor haya constituido talentos que se adaptan a las diferentes formas que fueron apareciendo. No vemos ningún talento que haya dado un grito de alarma contra los sucesivos bajonazos que esas formas representaban. ¿Por qué?

Evidentemente, es un castigo de Dios para la humanidad. Descontento, permitía que la casa fuese cayendo en ruinas, e iba suscitando ingenieros que colocasen contrafuertes en ella. Pero no dio ingenieros capaces de detener la ruina y reconstruir la casa. Porque había pecados en el mundo que provocaban su cólera.

Por esta causa, llegamos al momento en que la casa está a punto de desmoronarse.

Alguien podrá decir: “Pero, Dr. Plinio, ¿con eso no fue derrotada la Iglesia? Y, si Dios ama a la Iglesia, ¿no sería razonable que le evitase esa humillación?”

Cada vez que la Iglesia es aparentemente vencida, la derrotada no es Ella sino la humanidad. Porque la Iglesia existe para el beneficio de los hombres; por lo tanto, siempre que Dios permite que su invencible Iglesia sea golpeada o azotada por los vientos, el mal es para el género humano, no para Ella. Debemos ver bien los designios de Dios en los castigos que impone.

Con esto, tenemos una meditación a respecto del talento epistolográfico de este beato.

Extraído de conferencia de 30/12/1969

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