Eternos y verdaderos placeres

Publicado el 01/09/2022

Iluminados por nuestra santa fe, hemos de recordar que Dios siempre actúa con un fin digno de sí, eterno, infinito, inmenso e incomprensible.

Por eso, nos ha dado la luz, sobre todo, porque desea que anhelemos el ver y contemplar eternamente la luz inaccesible, que es Dios mismo. Nos ha dado las tinieblas de la noche, que nos facilitan el descanso tras las fatigas del día, además de prepararnos para el descanso eterno en el Cielo.

Nos ha dado los olores para que nos dirijamos hacia la suavidad eterna de Dios, en Dios. Nos ha dado la variedad de los sonidos y de las canciones para que nos enamoremos de los cánticos eterNos ha dado la innumerable variedad de los sabores, de alimentos y bebidas, para que también nos embelesemos con los eternos y verdaderos placeres, que están en Dios.

Nos ha dado las ropas, y en tal variedad, para animarnos a tener el alma siempre revestida de todas las virtudes, a fin de prepararla para que se revista de la gloria eterna del Cielo. Nos ha dado riquezas, oro, plata, piedras preciosas, perlas para que aspiremos a la eterna riqueza, que es Dios mismo en la manifestación de su gloria. Todas estas cosas nos las ha dado temporales, corruptibles y limitadas para que ansiemos lo eterno, lo inmortal, lo infinito, lo inmenso, lo incomprensible, es decir, el propio Dios.

Ah, Dios mío, Padre mío, por eso en la sapientísima industria de tu amor infinito y de tu infinita misericordia has creado todas las cosas visibles y las has puesto a mi disposición, principalmente para que me aproveche de ellas para conocerte.

Y quieres que me sirvan para mantener vivo y siempre creciente en mi alma el Reino de tu santo amor, para llegar a estar todo inmerso y como transformado en tu divino amor, en tu infinita caridad, en ti mismo por completo.

San Vicente Pallotti,
El amor infinito de Dios

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