
Nuestra Señora nos da, pues, ejemplo de Fe que mueve montañas, a través de la cual se operan las verdaderas maravillas.
Plinio Corrêa de Oliveira
En el episodio de las Bodas de Caná, colocada delante de la necesidad de un milagro, la Santísima Virgen no tuvo ninguna duda ni en cuanto al poder de su Divino Hijo, ni de que Él atendería su oración. Ella se limitó simplemente a decir a aquellos servidores: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5).
Jesús ordenó, inmediatamente después, y el milagro se realizó. Nuestra Señora nos da, pues, ejemplo de Fe que mueve montañas, a través de la cual se operan las verdaderas maravillas.
Si a lo largo de nuestra vida de apostolado nos encontramos en situaciones de tal apuro que se haga necesario un milagro de primera grandeza, como la transmutación del agua en vino, debemos esperarlo, confiando en la intervención divina como María Santísima confió a la vista del apuro de aquellos esposos. Es este tipo de confianza que debemos tener en la intercesión de Nuestra Señora.
Extraído de conferencia de 1951