Fidelidad perfecta, humilde y llena de modestia

Publicado el 08/01/2022

Fundador, doctor y gran escritor, San Alfonso alcanzó el auge de la sublimidad en la inacción, en la oración y en el dolor. No solo en el dolor físico, sino sufriendo por las aflicciones, tristezas y desmoronamientos que se operaron en la Iglesia Católica. Él medía bien el terrible inconveniente de los enemigos internos de la Iglesia y no dudó en llamarlos Judas. San Alfonso es un ejemplo de fidelidad perfecta y sin tacha, sin flaquezas, ni objeciones, ¡desinteresada, humilde, sin pretensiones!

Plinio Corrêa de Oliveira

En el primer día de agosto, la Iglesia conmemora la fiesta de San Alfonso María de Ligorio, Obispo y Doctor de la Iglesia. Consideremos algunos datos sobre su vida1.

Una existencia preciosa coronada por una muerte prolongada en la cruz

De noble familia, fue gran devoto de la Santísima Virgen María. Doctor por excelencia de la Moral católica, que había sido distorsionada por el Jansenismo. Fundador de la Congregación del Santísimo Redentor, fue excluido de ella por la Santa Sede mal informada.

Nocera, Italia

Los últimos años de su vida San Alfonso María los pasó en casa de los redentoristas en Nocera. Desde entonces, su vida fue solo una muerte prolongada en la cruz. Estaba viejo, enfermo, sufriendo tentaciones violentas. Su gran devoción era al Santísimo Sacramento y también a la Virgen Madre de Dios. Hasta entonces había predicado todos los sábados al pueblo las virtudes de María, pero le fue prohibido continuar por su médico y su confesor. Lo que más le preocupaba era la gloria de Dios y los males de la Iglesia. A menudo se ofrecía en sacrificio por una u otra intención. Habiendo sabido que los jesuitas se habían establecido en Rusia y en Prusia, no dejaba de dar gracias a Dios. “Se afirma que ellos [los jesuitas] son cismáticos —dijo— pero no es justo. Sé que el Papa los reconoce como miembros de la Iglesia y los protege. Roguemos a Dios por estos santos religiosos, porque su instituto es una obra favorable al bien de las almas y de la Iglesia. Cismáticos, cismáticos, ¿qué es eso? El Papa Ganganelli fue el instrumento de Dios para humillarlos, y Pío VI también es instrumento para exaltarlos. Roguemos a Dios y Él no dejará de bendecirlos”.

Introducido a la gloria celestial con una vida cargada de méritos

¡Cuántas enseñanzas contiene esta ficha! Primero, el estado sacrificial de San Alfonso de Ligorio. Un fin de vida que era aflicción y miseria; él no podía hacer otra cosa sino sufrir, y ésta fue probablemente la parte más preciada de su existencia. Aquel que había sido fundador, doctor, gran escritor, sublimaba su vida muriendo clavado en la cruz para enseñarnos que la oración y el sufrimiento valen incomparablemente más que todas las obras, y cuando un hombre vive para rezar y sufrir, él tiene una vida fecundísima totalmente justificada; mientras que alguien, aunque haga todo tipo de obras, que no rece y no sufra es un hombre inútil y, como tal, dañino. Ésta es la enseñanza que de ahí se desprende.

Por supuesto que Nuestra Señora quiso que este gran Santo continuase vivo para que su alma llegara a los auges de la sublimidad, y que esos auges fuesen alcanzados en la inacción, en la oración y el dolor. No solo el dolor físico, sino el que tanto debemos pedir: el dolor por las aflicciones, tristezas y desmoronamientos que se operaron en la Iglesia Católica.

En ese momento la Santa Iglesia estaba siendo preparada para una convulsión, la Revolución Francesa, y era necesario que el Cuerpo Místico de Cristo evitara esta catástrofe o al menos se preparara adecuadamente para ella. Y San Alfonso de Ligorio, en su lecho de dolor, comentando cada apostasía, sondeando y lamentando la devastación perpetrada por los jansenistas, más preocupado por las heridas de la Iglesia que por las suyas propias, consideraba esa situación real y trágica.

Cuando su alma llega a la entera crucifixión, se da con él lo que ocurrió con Nuestro Señor Jesucristo: el momento del Consummatum est. San Alfonso fue entonces llamado y entró en la gloria celestial con una vida cargada de méritos. Esto es vivir, esto es morir.

Cuántos Judas tenemos en torno nuestro

Beso de Judas a Nuestro Señor Jesucristo

Él medía bien el terrible inconveniente de los enemigos internos de la iglesia y no dudaba en llamarlos Judas, considerando que ellos combaten contra la Iglesia desde dentro, traicionándola como Judas traicionó al Divino Maestro; y San Alfonso gemía a causa de esta traición.

¿Cuántos Judas tenemos alrededor de nosotros? En otros tiempos, se diría que los dedos de la mano eran suficientes para contar los Judas que eran conocidos. Sin embargo, en nuestros días debo decir algo diferente: los dedos de la mano, en ciertos sectores, pueden ser demasiados y nos podemos preguntar quién no lo es. Ésta es la realidad, al menos por omisión, superficialidad de espíritu, falta de generosidad, falta de dedicación.

En esta situación, ¡cómo debemos tener un dolor mayor por el mal que la Iglesia Católica padece que el que tuvo San Alfonso María de Ligorio! Si él, con mucho menos sufrió tanto, ¿qué derecho tengo yo a considerar, por ejemplo, como el gran acontecimiento del día una cosa pequeña que se dio conmigo, y hervir, arder, disgustarme? ¿Qué es esto en comparación al sufrimiento de la Iglesia? No es nada. Si yo elevara mi alma a la consideración de los dolores de Iglesia Católica, pasaría por alto todo esto, desapegado, desinteresado por mí mismo, aceptando todo lo que hagan contra mí, incluso si los demás no tuviesen razón.

Pero tal es la debilidad de la naturaleza humana que a menudo esto no es así, y debemos preparar nuestras almas para que sean cada vez más de esta manera, dispuestas a sufrir todo tipo de humillación, de malentendido, a aceptar lo incomprensible si fuere necesario, para que en un acto de suprema lucidez conformarnos con todo y cumplir nuestro deber de todos modos. Esto es lo que la Virgen nos pide a nosotros.

Aunque débiles, ¡seamos fieles!

“¿Qué utilidad tiene mi sangre?” Jesús en el Huerto de los Olivos

Por otro lado, vemos cómo San Alfonso María de Ligorio se condolía con la Sangre que Nuestro Señor Jesucristo derramó inútilmente. Hay una frase en el Antiguo Testamento que proféticamente se refiere al Divino Redentor: ¿Quæ utilitas in sanguine meo? ¿Qué utilidad hay en mi sangre? (Sl 29, 10). Como si Él dijera: “Yo derramé toda mi sangre, y hasta lo que quedaba de agua y Sangre en mi corazón; pero, a fin de cuentas, ¿en provecho de quién? ¿A quién le aprovecha? ¿quién desea esto?” Entonces San Alfonso tiene esta expresión: “¡Pobre Sangre de Cristo!” Al presenciar las abominaciones que se ven hoy, también estamos llamados a decir: “Pobre Sangre de Cristo…”

Para nosotros sólo hay un consuelo: el de tener al menos la posibilidad de utilizar la sangre de Cristo y las lágrimas de María en favor nuestro, pidiéndoles que se compadezcan de nosotros y hagan que nuestra generosidad sea una reparación a tantos ultrajes. De manera que desde lo alto del Calvario Jesús y María nos sonrían y encuentren alguna alegría en nuestra fidelidad. Y aunque débiles, seamos fieles, con una fidelidad perfecta y sin tacha, sin flaquezas ni objeciones, ¡desinteresada, humilde, sin pretensiones! Esto es lo que deberíamos ser más que nunca en esta hora. Es este espíritu de fidelidad el que necesitamos pedirle a San Alfonso María de Ligorio.

Extraído de conferencia del 2/8/1967

1) No disponemos de los datos bibliográficos de la obra citada.

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->