Florencia y la perfección de las formas

Publicado el 10/25/2020

El arte florentino se caracteriza por la perfección de las formas y su estilo sobrio. Aunque algunos monumentos de Florencia causen respeto y admiración por su gran valor artístico, la manía de la sobriedad – hoy tan difundida – parece una censura a Dios que no hizo un universo sin ornatos.

Plinio Corrêa de Oliveira.

En cierto sentido, se pueden considerar como siendo tres las metrópolis de irradiación del espíritu renacentista a partir de Italia: Florencia, Venecia y Roma. Cada una de ellas tuvo un papel determinado en la difusión de ese espíritu.

Palacio de la Señoría: ejemplar típico del espíritu florentino

Desde el punto de vista artístico, en cuanto Florencia prima por la búsqueda de la perfección de las formas, Venecia procura realzar la supremacía de los colores sobre el diseño. Roma, a su vez, es la síntesis de los varios aspectos del Renacimiento, donde los Papas procuraron recoger obras-primas de todas las fuentes y formas de belleza.

 

El espíritu florentino razona mucho y es amigo de ver en las cosas principalmente el aspecto resultante del silogismo. Esta es una posición casi ascética de los renacentistas, que rehúsa a la imaginación muchas invenciones, y al sentimiento un papel muy grande en la elaboración del conjunto del pensamiento humano. Al contrario, vive de cálculos, proporciones, perspectivas realmente bien elaborados. Tendencia de la cual, a mi ver, nacería el racionalismo.

Es lo que principalmente observaremos en los edificios florentinos que analizaremos a continuación. El palacio dicho de la Señoría de Florencia fue durante mucho tiempo la sede del gobierno de un pequeño Estado, que ocupó en la cultura y en el pensamiento humano un lugar enorme, constituyendo una gran potencia del pensamiento.

El Palacio de la Señoría de Florencia es un ejemplar típico del espíritu florentino. ¿Qué hay de color en este palacio? Del lado de afuera nada. Un ladrillo de aspecto agradable, pero nada mas que eso. Una torre bonita con un reloj que recuerda el de Siena. Todavía se nota en algunas de las ventanas cierto sentido ojival; otras, sin embargo, constituyen meros huecos realizados en la pared sin ningún sentido especial de belleza.

La torre no está en medio del edificio. En la óptica moderna, la torre debería estar bien en el centro, según un principio elemental del trazado artístico razonable, deseable. Mas en este palacio la torre queda empujada un poco para el lado, y el reloj puesto en la raíz de la torre, cuando normalmente lo colocaríamos en la parte de encima de aquellas almenas, para que sea visto por el mayor número posible de personas.

Hay abajo, en los dos ángulos del edificio, dos ornatos extrínsecos al palacio, pero que ayudan a tener una idea de su armonía total. Son dos estatuas monumentales, de estatura mayor que la de un hombre. No me acuerdo bien que representan esas estatuas. Ellas son de un mármol bien albo, ycontrastan bastante, por lo tanto, con el color del edificio.

Edificio serio, altivo, lógico

A mi modo de entender, ese edificio es lindo, extraordinario en cuanto serio, altivo, lógico en todo. El modo por el cual esa torre se yergue altanera en el monumento es formidable.

Mas no se puede negar que nos lleva a preguntar si no podría ser un poco más coherente en alguno de sus aspectos. Por ejemplo, no veo el objetivo funcional de aquellas cuatro ventanitas en la primera fila; después una debajo de la cuarta, colocada allí, donde todo llevaría a creer que sean necesarias por lo menos algunas de las ventanas del estilo de las tres que están más o menos en la misma línea, continuando para la derecha. ¿Por qué esto es así? No se entiende.

Por otro lado, un aspecto que expresa, a mi modo de entender, la sequedad del estilo es la repetición de esa disposición de ventanas abajo. Después, surgen de repente dos o tres ventanitas mucho más cortas, sin arcos encima, colocadas allí no se sabe por qué. Por fin, en la planta baja, dos puertitas.

Se diría que son elementos feos. Sin embargo, el conjunto agrada enormemente. ¿Por qué? Porque el buen orden de la fachada – indiscutiblemente hay un bello ordenallí – hace olvidar los defectos de esas ventanitas.

O, por el contrario, esas ventanitas entran medio subconscientemente en el espíritu como elementos de ese buen orden. Soy mas propenso a la segunda idea.

De una de esas ventanas parte un balcón. ¿No se diría que un palacio monumental comportaría un balcón más bonito, más elegante? Sin embargo, es estiradito y sequito. No obstante, el palacio es de una belleza mundialmente elogiada. En el mundo entero se encuentran estampas, postales, álbumes presentando ese edificio desde ese ángulo.

Si lo comparamos conciertos palacios de Venecia, que parecen bajados de un cielo empíreo, de las nubes, notamos una diferencia colosal de psicologías. Esta es la psicología florentina.Se ve allí el emblema de Florencia: la flor de lis roja que caracteriza, en la heráldica a la ciudad.

 

Una palabra más sobre la arcada. Sólo son tres arcos, sin embargo, por su suavidad –yo casi diría por la dulzura seria, hierática, agradable de los arcos – la arcada completa y atenúa un poco lo que el palacio tiene de seco. Son tres arcos famosos, que constituyen una parte del décor de la Plaza del Palacio de la Señoría.

El Puente Vecchio


Me gustaría llamar la atención para el color de ese río. Se tiene la impresión de un cristal colorido, de un verde un poco dado a cierto tipo de musgo, que se volvió líquido y está corriendo lentamente, Se trata del famoso Rio Arno de Florencia, de aguas lindas, y en cuyas márgenes sucedieron hechos históricos extraordinarios.

Sobre el río pasa el conocidísimo Puente Vecchio. Para comprender la constitución de ese puente, pre-cisamos reportarnos a las condiciones militares de la ciudad de Florencia en la Edad Media, con murallas en todas partes para defenderse contra las agresiones externas.

Naturalmente, había una grande ventaja para los florentinos en vivir dentro de ese espacio protegido por las murallas, porque cuando había asedios, la familia, con sus pertenencias, estaba a salvo del incendio y del saqueo de los adversarios que, muchas veces, la primera cosa que hacen cuando embisten sobre una ciudad es arrasar las construcciones localizadas afuera e incendiarlas, para que las murallas puedan ser alcanzadas de alto abajo.

Acontece que siendo muy caro aumentar las murallas, los habitantes se comprimían dentro de la ciudad. Así, por falta de lugar donde colocar las personas, ciertas casas fueron construidas encima del puente. Y algunas hasta suspendidas, medio con base en el puente, y medio en el aire, con una suspensión muy sólida, sin ningún peligro de desmoronarse.  Comprendo que eso deje aprensivo a alguno de nuestros contemporáneos. Yo, sin embargo, dormiría allí completamente despreo- cupado.

Vemos, así, de un lado y de otro, a lo largo del puente, edificios suspendidos por medio de apoyos fijados en el propio puente, lo que indica ¡una falta de espacio tremenda! En la planta baja funciona algún comercio y, encima, habitaciones.

El Lungarno degli Archibusieri

Me acuerdo que, en una de las veces que estuve en Florencia, cené en un restaurante instalado encima de un tablado puesto sobre estacas en el Rio Arno. Y exactamente en el lugar donde yo estaba había una especie de grieta en la madera – pedacitos de madera habían caído en el rio –, y por la grieta se veía pasar el Arno. Este es tan bonito, que para mí la atracción de la cena fue quedarme todo el tiempo mirando por la grieta.

Nos hospedamos en un hotel que era una antigua torre, quizá medieval, adaptada enteramente para ser hotel, y dando hacia una avenida a lo largo del Arno, que se lla maba Lungarno degli Archibusieri. El arcabuz es un arma de fuego del periodo inicial de ese tipo de armas aun en el Renacimiento. El arcabucero era el soldado que porta-ba esa arma. Lungarno quiere decir “no lejos del Arno’, y las varias partes a lo largo del Arno se llamaban Lungarno de esto, Lungarno de aquello; el lugar donde yo estaba era Lungarno degli Archibusieri, una verdadera belleza.

El nombre es lindo y, estando acostado en la torre, se tiene la impresión de oír la marcha cadenciosa de los arcabuceros que caminaban a alguna guerra de conquista de un pequeño territorio con cuatro o cinco gallineros, que iban a arrancar a la ciudad vecina.

El comercio existente en la planta baja de los edificios de ese puente es riquísimo, magnífico. En una de las ocasiones que estuve allí, buscaba un recuerdo para el Dr. João Paulo y Da. Lucilia [ndr. Padres del Dr. Plinio] y entré en una tienda de antigüedades, en la planta baja. Entré un poco para ver la tienda y, entre los objetos expuestos, observé un par de candelabros para poner en una mesa. Precisamente faltaba conseguir una pieza bonita de ese género para su cuarto. Pregunté cuanto costaba. Era un precio fabuloso. Ahí presté más atención; los candelabros me habían encantado, pero yo no había hecho el raciocinio muy simple de que todo lo que encanta es caro y, por lo tanto, yo debería desconfiar del precio. Mas era un cristal con tales cualidades, cuyo precio yo no podía pagar. Los candelabros, en vez de ir a la calle Alagoas 350, donde yo residía con mis padres, se quedaron en el Puente Vecchio no sé por cuanto tiempo. Quizá todavía estén allá…

Revista Dr. Plinio Vol I, Nº 3, p. 31-35, Extraído de conferencia de 23/11/1988

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