
Fue San Pío X quien, de espada en mano, salió para sacar a la serpiente de su escondrijo.
Plinio Corrêa de Oliveira
San Pío X realizó en su vida maravillosamente la síntesis de dos aspectos del catolicismo: fortaleza y suavidad. Acogedor y afable con los buenos y verdaderamente arrepentidos, fue el martillo inexorable de las herejías, no regateando los golpes con que hirió a los propagandistas del error.
Es este mismo Papa dulce y amable, quien acumula, en sus encíclicas, las expresiones duras y contundentes contra los sembradores de la mentira y de la discordia. Aún ahí estaba presente la inenarrable suavidad del pastor que, por amor a sus ovejas, acomete corajosa e intrépidamente, sin cuidar de sí, la jauría de los lobos hambrientos.
El modernismo, por ejemplo, se presentaba con esta nota inédita: la primera herejía que no afrontaba lucha declarada contra la doctrina oficial, sino que se confundía hábilmente en vueltas tortuosas, buscando anidarse en el seno de la Iglesia. Fue San Pío X quien, de espada en mano, salió para sacar a la serpiente de su escondrijo.
Sin embargo, a pesar de quedar herido de muerte, el Modernismo aún continúa infectando los ambientes católicos. Ciertas burlas contra el valor de la apologética, la incoherencia en que se diluyen los conceptos más elementales y principalmente tanta laxitud que corre por el mundo bajo la capa de caridad no pasan de auténtico Modernismo. Que las virtudes del gran Papa sean un estímulo y ejemplo para los que combaten los errores de la era presente.