“Fue a buscar fruto y no lo encontró”

Publicado el 08/07/2022

¡Jamás olvidemos que seremos juzgados por un Dios que fue crucificado por cada uno de nosotros, ya que las gracias que muchas veces tuvimos la infelicidad de malograr, costaron el precio de su Preciosísima Sangre!

Yuri Zinatto

Imaginemos dos escenas distintas: un “apache” (bandido de los suburbios de París), doblando la esquina de una calle, ahí se depara con la Catedral de Notre Dame y al verla, siente un gran estremecimiento. Sin saber bien la razón, entra y se arrodilla delante de una imagen de Nuestra Señora en un altar lateral y tocado por una gracia, llora sus crímenes. Se confiesa y decide cambiar de vida. Se inicia así una conversión.

Al mismo tiempo, pero en otro lugar, un monje escucha la campana para el oficio divino, Acaba de escribir una carta al prior y va para el ceremonial. Teniendo una pila de agua bendita al pie de la puerta, por falta de fervor no se persigna con ella y sale…

El Dr. Plinio daba estos dos ejemplos y se inclinaba a estimar más al “apache”, pues con esa buena actitud comenzaba a convertirse. Por otro lado, el monje que no usó el agua bendita, mostraba un relajamiento interior en relación a lo sobrenatural y a la gracia de Dios.

Es justamente sobre el valor de las gracias recibidas que la Iglesia bien nos explica: En su infinita bondad, Dios siempre concede gracias suficientes y superabundantes, ya sea para que podamos cumplir un precepto, vencer un vicio o combatir una tentación.

Siendo pues tan grandes y continuas las gracias actuales derramadas en abundancia sobre nosotros, tenemos en relación a Dios una enorme responsabilidad, caso no correspondamos debidamente a éstas.

El apóstol San Pablo, aun teniendo una confianza inquebrantable en el valor de la Preciosísima Sangre de Cristo, escribe: “Trabajad por vuestra salvación con temor y temblor” (Fil 2,12), y en otro pasaje añadeOs exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios” (2 Cor. 6,1).

Es doctrina teológicamente cierta que Dios en su providencia ordinaria, tiene subordinadas al buen uso de las gracias anteriores, las gracias posteriores que nos otorgará en el transcurrir de toda la vida. Como bien nos dice el Padre Antonio Royo Marín, OP: “Ser voluntariamente infiel a una gracia puede cortar una cadena (de otras gracias) que Dios concedería enseguida, las cuales, en caso de infidelidad, se perderán de modo irremediable”.

La célebre parábola de la higuera bien esclarece esta doctrina

Un hombre había plantado una higuera en su viña; pero cuando fue a buscar higos en ella, no encontró ninguno. Entonces dijo al que cuidaba la viña: “Ya hace tres años que vengo en busca de higos a esta higuera, y nunca los encuentro. Así que córtala, para que no ocupe terreno inútilmente”. Pero el viñador le contestó: “Señor, déjala un año más. Cavaré la tierra alrededor de ella y le echaré abono. Puede ser que después dé fruto; y si no lo da, entonces la cortas”. (Lc 13,6-9)

Efectivamente, es causa de gran temor que Dios se canse de nosotros, caso tal permanezcamos en nuestra indolencia,y lance sobre nosotros la maldición lanzada sobre la higuera estéril: Al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella; pero únicamente encontró hojas. Entonces dijo a la higuera: ¡Que nunca más vuelvas a dar fruto! Y en aquel mismo instante se secó la higuera.” (Mt 21,19).

Higuera estéril

Según lo que bien nos explica el mismo Padre Antonio Royo Marín “es evidente que si Dios hubiese concedido a muchos pecadores las gracias tan copiosas que nos concedió, hace mucho tiempo ya que se habrían convertido y dado frutos abundantes”.

Y la palabra del Divino Maestro concluye así en los santos Evangelios la reprobación de las ciudades ingratas: “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han realizado en medio de vosotras, ya hace mucho tiempo que sus habitantes se habrían convertido, y lo habrían demostrado con luto y ceniza”. (Mt. 11, 21-24)

¡Jamás olvidemos que seremos juzgados por un Dios que fue crucificado por cada uno de nosotros! ¡Las gracias que muchas veces tuvimos la infelicidad de malograr, le costaron su Sangre!

Lacrimación de la imagen peregrina de Fátima, ocurrida en la casa de los Heraldos del Evangelio en San José de Costa Rica, el 21 de abril del año 2018

Pidamos a Nuestra Señora que nos consiga la gracia de jamás convertir en cosa de poco o ningún valor, insignificante, de escasa importancia. las gracias que con tanto sufrimiento nos fueron conseguidas por la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y por sus inestimables lágrimas maternas.

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