Fuente de todo éxito y tranquilidad

Publicado el 05/07/2025

El Dr. Plinio en febrero de 1986

Nada confiere el verdadero equilibrio y la verdadera paz como la perspectiva del deber cumplido, del dolor sufrido, de la desgracia aceptada, que viene al encuentro de todas las almas para convertirlas en el lugar santo de Dios.

Plinio Corrêa de Oliveira

La tesis fundamental del católico, del contrarrevolucionario, y específicamente del hombre de la Edad Media, es que la posición natural de la vida del hombre no es la de quien se divierte o gana dinero. Estas son las posiciones artificiales.

Una impostación fundamental y fructífera

No condeno a los que buscan ganar dinero; pero que uno viva para este objetivo o haga de los productores de dinero los rasgos del espíritu supremos de la humanidad, ¡lo considero simplemente una blasfemia!

Sobre todo, el aspecto fundamental es que, para el hombre formado en la buena posición medieval, la seriedad consiste, antes que nada, en ver las cosas objetivamente tal como son, sin quitar ni poner –por tanto, con lo que ellas tienen de grande, augusto, triste y, al mismo tiempo, estimulante– y hacer de esta realidad variada y compleja el campo de su contemplación. De modo que todas las energías del alma se ejercitan y se mueven de cara a esto. No para hacer un mundo de corre-corre a la búsqueda del trabajo, ni solo de ocio, sino un mundo en el que ambos ocupen un pequeño lugar, porque lo importante es realizar un ideal, seguir a Nuestro Señor Jesucristo, santificarse, luchar por la virtud, por la Civilización Cristiana, por el Reino de Dios. Esta es la posición fundamental en la que el alma encuentra su equilibrio, la plena fecundidad de sus capacidades intelectuales y artísticas.

“¡Vencí, hice lo que tenía que hacer!”

Cuando era pequeño el problema de cómo considerar el sufrimiento me fue planteado en estos términos: por encima de la alternativa de sufrir o no sufrir está la de si di buen resultado o no. Quien tiene un espíritu bien constituido prefiere sufrir y tener éxito en lugar de disfrutar y no tener éxito. En última instancia, la frustración, el darse cuenta de que fracasó y no llevó la vida que debería haber llevado es el peor sufrimiento.

¿Qué es tener éxito? Es haber vivido la vida tal como es, ante la verdad entera. Si lo logré o no, tiene menos importancia; si hice lo que correspondía hacer, eso es lo que le da tranquilidad.

El presupuesto de una idea moral está presente, pero no es exactamente la idea moral, que es la siguiente: “He empeñado toda mi vida dando todo lo que tenía. Si estaba a la altura de mi posición e hice lo que tenía que hacer, en todos los sentidos, en el orden objetivo de los hechos, fui un vencedor, porque el medio que tenía para eso era yo mismo. Por eso, ¡vencí, porque hice lo que tenía que hacer!”.

De hecho, hay un orden real de cosas que se mueve, en el que estoy y debo actuar. Si hice todo lo que podía, yo gané. Para los que saben evaluar las cosas, el haber sufrido o no es menos importante que haber hecho lo debido. Sin embargo, al reflexionar sobre esta situación, uno se pregunta: “¿Cuál es la importancia de haber sufrido?” De la aceptación del dolor brota la admiración Es importante haber sufrido, no es importante no haber sufrido. Porque si no costara, no tendría ningún mérito. En la medida en que me costó un sufrimiento inevitable, que haya hecho todo lo posible por evitarlo sin pánico excesivo, sin haberme prevenido como un loco contra él, pero tomando todas las precauciones, y si todavía me sobreviene, ¡iré a él! Si no vino, ¡Deo gratias! Si vino y luché contra él, ¡Deo gratias!

Esto es vivir. Si se vivió así hasta el final, podemos decir: “¡Yo viví!”

Si, por ejemplo, yo muriera mañana, moriría con una tristeza desgarradora por la situación de la Iglesia, pero no sería la tristeza de los que miran hacia atrás y dicen: “No hice lo que debería haber hecho”.

El Dr. Plinio en noviembre de 1983

Así, si la persona barrió en todo su subconsciente la idea de “sufrir mucho o sufrir poco” para sustituirla por la idea “yo fui e hice lo que debía”, queda con las condiciones adecuadas para tener toda clase de admiración.

Aquellos que viven sólo para evitar el dolor son incapaces de admiración. La admiración viene solamente de quien se ha puesto en esta posición y, al ver a otro que hace lo mismo o más, ¡queda admirado! Y no queda triste por haber hecho menos que el otro, siempre y cuando haya hecho lo que debía. Y entonces el alma se abre a la larga marcha contrarrevolucionaria.

No tiene idea de la vida ni de lo que es el hombre quien piensa que puede pasar por esta vida sin desgracias. Por el contrario, debería sentir una especie de alivio cuando se da cuenta de que ha sufrido, porque eso forma la historia de un hombre. El pasado de una persona es lo que ella rezó, luchó y sufrió. Cuando el individuo no dio esa contribución, los periódicos pueden publicar lo que quieran, el público puede incluso aplaudir, pero aplaude sin convicción, y entonces aquello se desvanece.

Para el alma que no está preparada para el infortunio, el trabajo es una actividad más o menos deportiva y la oración es una práctica sentimental. Es como algunas narraciones de la vida de los santos que presentan aspectos muy bonitos, pero no cuentan los reveses por los sido santos si no hubieran pasado por el infortunio.

Por lo tanto, debemos preparar nuestras almas para el infortunio, para el revés, para la prueba; y mientras no tengamos eso, nos engañamos a nosotros mismos y el apostolado que hagamos no dará resultado.

Venciendo al enemigo en el lugar santo de nuestra alma   

Necesitamos tener una comprensión de la necesidad del sufrimiento, una preparación para el dolor, entendiendo que está necesariamente en nuestro camino y que, en última instancia, valemos lo que valemos en este momento, no hay cómo escapar. Pensar que en un momento dado se encontrará una salida… Hay momentos en los que nos enfrentamos al infortunio, nos salta encima y tenemos que soportarlo.

He visto escenas como esta en mi vida, ¡pero a torrentes! ¿Quién, conociéndome antes del accidente, hubiera imaginado que terminaría mis días en una silla de ruedas? Si hay algo que no es hecho para mí es una silla de ruedas…

Nuestra Señora me había ayudado y mi alma estaba dispuesta a sufrir. No sé si de repente un hijo mío sufriera un accidente como este, cómo tomaría esta tragedia… Yo temo un poco que se rebele, pero podría tener una forma de rebeldía que consiste en decir: “No juego más a este juego, me he jubilado”. ¡Con qué facilidad podía terminar así, por no hablar de psicosis, neurosis, depresiones, manías y no sé cuántas cosas!

Así que pensemos en esto: el alma de cada uno de nosotros puede ser un “lugar santo”. Y mientras haya algunas almas, aunque sea una sola que esté enteramente de acuerdo con esta perspectiva, el adversario está de hecho perdiendo la guerra, porque allí la Revolución no logra nada.

Esta idea de salvarse a sí mismo, habiendo salvado la propia integridad y manteniendo el estandarte en alto mientras la guerra continúa, para mí es el centro de todo. Y el consuelo que nos haría morir con tristeza, pero no agitados, sería este: “¡El ‘lugar santo’ en mí vivió hasta el final! Nuestra Señora proveerá y otro aparecerá. ¡Pero esto no se borra de la Tierra!”

El Dr. Plinio en diciembre de 1991

(Extraído de conferencias del
17/11/1983 y del 4/2/1986)

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